No existe objeto que simbolice mejor la pandemia que la mascarilla. Con la eliminación de su uso obligatorio y un pasaporte covid que está a punto de ser historia, cada vez quedan menos dudas de que se acerca el final de la crisis sanitaria.
Ayer, por segunda vez en ocho meses, el fin de la obligatoriedad del accesorio al aire libre entró en vigor en Balears y en el resto de España, tras su aprobación por el Consejo de Ministros y la publicación del Real Decreto en el BOE el pasado miércoles. El tapabocas, sin embargo, sigue siendo imprescindible en espacios interiores y actos masivos sin distancia de seguridad.
En pocas horas, las calles de Palma cobraron un aspecto que después de dos años casi se había olvidado. Acostumbrados a ver a los viandantes con tres cuartos de cara tapada, la imagen resultaba casi de ciencia ficción.
Lejos quedan los tiempos en los que la ministra de Sanidad advertía de que las mascarillas «han llegado para quedarse»; nada más lejos de la realidad, muchos ciudadanos salieron a la calle ayer con la nariz y la boca al descubierto, aunque por miedo, hábito o incluso desconocimiento, hubo otros tantos que prefirieron ser precavidos.
«Yo no me atrevo a quitármela, soy una persona mayor y tengo más riesgo, así me siento más segura», dice Luisa Muñoz mientras pasea por es Molinar. «Además, en invierno, con mascarilla tengo menos frío en la cara», ríe la mujer.
Lo cierto es que, aunque son pocos los que siguen poniéndosela, tienen las ideas claras. «La llevo por seguridad, hasta que no esté todo más estable yo no me fío y prefiero ser precavido», comenta Juan Andrés Martín, el único que usa cubrebocas durante un paseo con sus dos amigos.
En cualquier caso,el decreto que recoge la medida recuerda que la propuesta, que en principio es se dirige a la población general, se debe valorar a nivel individual de acuerdo con la pertenencia a grupos de vulnerabilidad, la vacunación y la actividad y comportamiento social que pueda incrementar el riesgo.
Caras nuevas
Mientras tanto, en las escuelas de Balears, los niños afrontaron ayer sus primeros recreos sin mascarillas. En el colegio El Temple, tras sonar el timbre, los niños estallaron de felicidad al poder correr y jugar al aire libre sin el rostro cubierto, lo que llegó a suponer incluso conocer de cerca algunas caras nuevas.
La representante de la titularidad del centro, Francisca Berga, celebró la nueva medida y explicó que, de esta manera, los pequeños pueden relacionarse mejor entre ellos. «La mascarilla ha condicionado el lenguaje de los niños, para ellos ha sido un gran problema estos años», añadió la responsable. En cualquier caso, Berga aclaró que está permitido que los alumnos cuyas familias así lo deseen sigan llevando protección facial.
Por su parte, la Federación de Asociaciones de Padres de Alumnos (FAPA) lamentó que los niños hayan sido “el colectivo que más ha sufrido estas restricciones”, con “efectos negativos sobre su educación y desarrollo que serán de difícil recuperación”. Del mismo modo, la entidad insistió en la necesidad de revisar otras medidas en las escuelas de Balears, como permitir la interacción entre los grupos burbuja, reducir la distancia entre los alumnos en el comedor o recuperar la participación de los padres en los centros educativos.