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«Quiero que otros puedan beneficiarse de esta terapia»

Pep Martorell, el usuario del robot Lokomat en Son Llàtzer, fue diagnosticado de esclerosis lateral primaria la primavera de 2019

Pep Martorell: "Quiero que otros enfermos puedas beneficiarse del robot Lokomat de Son Llàtzer"

Pep Martorell: "Quiero que otros enfermos puedas beneficiarse del robot Lokomat de Son Llàtzer" B. Ramon

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Pep Martorell: "Quiero que otros enfermos puedas beneficiarse del robot Lokomat de Son Llàtzer" M. Elena Vallés

En casa de Pep Martorell ya no se vierten lágrimas. «Lloraba por todos los rincones cuando la primavera de 2019 me diagnosticaron esclerosis lateral primaria, una enfermedad que seguramente acabará derivando en ELA», cuenta. «Mi pronóstico son entre tres y seis años de vida desde el diagnóstico; si finalmente no deriva en ELA, podré sumar algunos años más», comenta mirando muy fijo a los ojos.

Su día a día es una lucha diaria contra los efectos devastadores de esta enfermedad: las terapias y constantes visitas al hospital son su rutina. «El lunes me toca terapia ocupacional y los viernes, fisioterapia. Es el día que voy a Son Llàtzer y empleo el Lokomat», cuenta despacio. En su caso, fue el neurólogo de Son Espases quien le habló de la existencia de este robot, un soporte para la marcha para pacientes con trastornos neurológicos. «Entonces me ofrecieron ir a rehabilitación a Son Llàtzer, que es el hospital que me toca por zona», explica mientras se desplaza hasta la terraza de su casa con la ayuda de un caminador. «Me atrevo a decir que soy el único paciente que está empleando el robot ahora mismo y lo hago una vez por semana entre 20 y 25 minutos», indica. Una terapia que valora significativamente y que lamenta que esté «infrautilizada». «Me gustaría que otros enfermos pudieran beneficiarse de esta máquina, pacientes con enfermedades neurodegenerativas y hasta niños con enfermedades raras», comenta. «No sé si es por falta de personal que no se está usando, por el tema de la covid, que está afectando a los servicios, o qué. Estamos esperando una respuesta del hospital», señala.

Hasta el curso pasado Pep (cumplirá 65 años en abril) daba clases de alemán y biología en educación secundaria. «Yo era una persona muy activa, practicaba deporte, iba de excursión, buceaba», relata. Reparó en que algo no iba bien porque cuando salía a correr tropezaba con la misma pierna, la extremidad derecha comenzaba a no responder. «A la cuarta o quinta vez que me pasó, acudí al médico y aquí empezó un largo peregrinaje hasta dar con el diagnóstico. Cuando lo tuve el mundo se me cayó encima, pero debo decir que desde el minuto cero tuve todo el apoyo de mi familia y de mis amigos. Ahora mismo estoy psicológicamente mucho más fuerte gracias al gran apoyo que recibo de parte de la Unidad multidisciplinar de ELA de Son Espases». La sonrisa ha vuelto a aparecer en el rostro de Pep. Es la misma que se le dibuja cuando avista desde la terraza de su casa en Santa Eugènia la Serra de Tramunta, una naturaleza que conoce de sus excursiones en el pasado. De manera natural, manifiesta su fe en la eutanasia. «Tengo la intención de quitarme de en medio antes de alcanzar un estado vegetativo. No quiero vivir así y tampoco ser una carga para la familia», confiesa. Ahora mismo se siente bien y su estado de buen humor ante lo que le ha tocado experimentar es una enorme lección de vida.

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