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Boulevard | El Gobierno ahonda el ridículo del avión patera aterrizado en Son Sant Joan

En el país que ha sufrido el mayor atentado islamista de Europa, el Ejecutivo considera innecesaria la mínima precaución ante un vuelo Casablanca-Estambul con un aterrizaje de falsa emergencia en horario nocturno, y del que huyen 24 pasajeros todavía no hallados

¿En qué localidad mallorquina se tomó la fotografía que una legendaria marca británica de equipajes de lujo ha utilizado para anunciarse en las publicaciones más prestigiosas del planeta, al tiempo que efectúa una promoción indisimulada de la isla?

Se cumplen dos meses de aquel fatídico viernes por la noche en que Son Sant Joan ofreció al mundo la peor imagen de Mallorca, con pasajeros no identificados corriendo por las pistas tras abandonar en tropel un avión de Casablanca a Estambul que había solicitado un aterrizaje por una falsa emergencia médica. Al ser interrogado en el Senado, y a falta de la vergüenza torera de admitir que se ausentó cobardemente de la isla, el Gobierno tenía como mínimo la oportunidad de refugiarse en una actualización de los protocolos. Pero eso equivale a suponerle un mínimo de categoría al ministerio de Fomento, el reducto de los personajes a quienes nadie querría tener en una posición de responsabilidad, el nido de los perdonavidas que recibían las informaciones de este periódico al grito de «según ha publicado un diario de provincias».

Madrid tenía la oportunidad de enmendar su estrepitoso ridículo del cinco de noviembre en Son Sant Joan, pero prefirió ahondar en la astracanada que colocó a todo un país a merced de los fugados. A modo de esotérica justificación, sostiene el Gobierno que cada año se registra una media de dos aterrizajes por urgencias sanitarias. Es decir, la frecuencia justifica la aberración. En vez de limitarse a contabilizar las maniobras de emergencia, debió bravuconear de las decenas de miles de vuelos anuales que pasan por Palma. Como dijo la responsable de seguridad de Nueva York, «2001 ha sido un año de extraordinaria tranquilidad, sin sobresaltos si exceptuamos el día 11 de septiembre». Y no vamos a descalificar todo un año por el error cometido en una sola jornada. Circula tanta gente por esta calle, que ni siquiera hemos de llevar a cabo una investigación si una persona mata a otra entre el gentío. La estadística es la coartada de los incompetentes.

En el país que ha sufrido el mayor atentado islamista de la historia de Europa, se considera innecesario adoptar la mínima precaución ante un vuelo Casablanca-Estambul que efectúa un aterrizaje de falsa emergencia en horario nocturno, y del que huyen 24 pasajeros que todavía no han sido localizados en su totalidad. A propósito, estamos esperando que alguien nos explique la existencia de un agujero del tamaño suficiente para la evasión masiva de humanos en la valla de Son Sant Joan, y qué milagro olfativo condujo a los atropellados marroquíes en fuga a acertar con el orificio de la alambrada. Si eso no es una maniobra concertada, se le parece mucho.

¿En qué localidad mallorquina se tomó la fotografía que una legendaria marca británica de equipajes de lujo ha utilizado para anunciarse en las publicaciones más prestigiosas del planeta, al tiempo que efectúa una promoción indisimulada de la isla?

Ya conocen el periodismo infecto de «Las tres razones por la que eres tan tonto que vas a hacer click en este artículo», o «Lo que le dijo Ayuso a Casado para torcerle el gesto». En la imagen que hoy nos ilustra, me paso con armas y bagajes (nunca mejor dicho) a la prensa de acertijos. ¿En qué localidad mallorquina se tomó la fotografía que una legendaria marca de equipajes de lujo británica ha utilizado para anunciarse en las publicaciones más prestigiosas del planeta, del Financial Times en adelante, al tiempo que efectúa una promoción indisimulada de la isla? Ya pueden imaginar que identifiqué de inmediato el escenario, sin más que llamar a la empresa y solicitarles la información, que coincidía con mi corazonada. No se preocupe si le cuesta acertar. En el fondo, se trata solo de demostrar la inevitabilidad de Mallorca.

No atacan a Djokovic por participar de los privilegios que caracterizan a todos los poderosos, sino porque el mejor tenista de la historia cae mal. Si su reticencia vacunal correspondiera a un colega de pitiminí que se refugiara en los problemas psicológicos que le suscita un pinchazo con jeringuilla incorporada, los hipersensibles asfixiantes se desharían en elogios. Vacunado o no, el serbio vino el pasado junio a jugar en Santa Ponça, y declaró que «estamos disfrutando de este lugar tan increíble llamado Mallorca». Ojalá el Gobierno extranjero de Madrid nos tuviera la mitad de respeto.

Habrán visto que los españoles que se las dan de cultos lloran la muerte de Stephen Sondheim, el escritor de West Side Story. Sin embargo, solo Pollença puede presumir de haberlo contado entre sus vecinos. Como huésped casi anual del gran productor Hal Prince, en el septentrión mallorquín crearon Follies, uno de los musicales de culto en los setenta. Allí coincidieron con el inigualable Neil Simon de La extraña pareja. Hoy tenemos alemanes neutros, muchos.

Reflexión dominical verídica: «Hay verdades por las que vale la pena mentir».

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