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«Es el momento de preguntarnos de qué queremos vivir cuando tengamos menos playas»

Los científicos Gabriel Jordà y Miguel Agulles aseguran que hay que planificar y actuar ya

Los científicos Gabriel Jordà y Miguel Agulles.

Para el investigador Gabriel Jordà, cuando se habla de cambio climático es muy importante realizar estudios muy focalizados en territorios delimitados. «Es imprescindible conocer la realidad a nivel local para tomar medidas. Con esas características particulares podrán trabajar las diferentes administraciones que tienen competencias de gestión en esta materia que nos ocupa», la de las playas.

En el estudio publicado junto a Miguel Agulles, también se ha tenido en cuenta el papel que juega en la costa la posidonia, que ejerce un efecto protector, «pues frena el oleaje». «¿Y qué le pasará en el futuro a esta planta? Sabemos que con la subida de la temperatura padecerá, está estudiado, pero todavía no tenemos los números exactos», cuenta. Es por ello que cada vez se hace más patente la necesidad de cuidar las praderas de esta vegetación acuática.

«También hemos tenido en cuenta qué tipo de oleaje llega a cada playa o incluso el tipo de arena. Y nuestra proyección la hemos hecho sobre dos escenarios: el escenario RCP 8.5, es decir, como si las emisiones de gases de efecto invernadero continuaran aumentando como ahora; y sobre el RCP 4.5, un escenario más optimista pero que no llega a cumplir los objetivos aspiracionales de las diferentes cumbres del clima», precisa Jordà.

Estudio pionero

Este estudio pionero puede servir de guía orientativa «para saber lo que sucederá en el resto del Mediterráneo». «Sabemos que el oleaje de Córcega es similar al de Menorca», ejemplifica el investigador del Centre Oceanogràfic de Balears. «La subida del mar será importante, pero no destaca demasiado si la ponemos en relación con el resto de lugares del planeta», dice. «Pero sí nos afectará especialmente por nuestras economías. Estas conclusiones que hemos sacados incidirán directamente sobre el turismo de playa», subraya.

Si la cuenca mediterránea puede describirse como una zona especialmente vulnerable ante el cambio climático, «es porque no estamos tan preparados ni acostumbrados a las variaciones. Por ejemplo, en el mar Cantábrico son habituales las subidas y bajadas de la marea y tienen desarrolladas estrategias de ingeniería para hacerles frente. Aquí no, y posiblemente en el futuro habrá que desarrollarlas también».

El científico cree que ha llegado la hora de plantearse el modo en que las islas deben adaptarse al nuevo escenario que se dibuja. «Perderemos playas, es algo bastante irreversible. Y en un porcentaje elevado. Hemos de preguntarnos cómo queremos vivir cuando tengamos menos playas. Qué pasara con el turismo. Qué plan tenemos», advierte. En cuanto a los datos, recuerda que en 80 años se perderá un 66% del área total de playas (a mitad de siglo, en torno al 43%). «Es decir, se perderá un 8% cada década», calcula. 

Para el también profesor asociado de la UIB (en el departamento de Física) los fondos europeos que ahora llegan están «muy bien», no obstante «da la sensación de que hay mucha prisa». «Esos fondos serían perfectos si pudieran servirnos para elaborar planes y proyectos para adaptarnos a lo que estamos diciendo. Hace falta un plan de acción y una planificación sobre lo que queremos hacer ante la que se avecina», comenta. 

«Habrá cambios a muchos niveles y debería llevarse a cabo un trabajo conjunto entre administraciones, científicos y la industria turística», concluye. 

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