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Escarrer fue el embajador secreto de Aznar ante Fidel Castro

El fundador del grupo hotelero Meliá efectuó la mediación de 1996 a 1998, durante el año y medio de ruptura diplomática entre España y Cuba, a instancias de Juan Carlos I y de su primer ministro

Fidel Castro fue el mejor vendedor con el que tropezó Gabriel Escarrer en su dilatada trayectoria. 'Mi vida'

Las expectativas de quien busque revelaciones de alta graduación política en la autobiografía de Gabriel Escarrer Juliá se verán defraudadas. Se necesitará un libro titulado Su Vida en lugar de Mi Vida, para trazar un mapa más jugoso de una de las mayores aventuras empresariales. Sin embargo, la única peripecia que escapa al cedazo posee un valor histórico. El fundador del grupo Meliá fue el embajador secreto de Aznar ante Fidel Castro, por encima de cualquier titulación o designación oficial. El hotelero llevó a cabo esta labor de intermediación de alta tensión durante el año y medio en que se interrumpieron las relaciones diplomáticas entre España y Cuba, además de intervenir a instancias de Juan Carlos I y de su primer ministro. El lapso cubierto por el mallorquín se extiende entre octubre de 1996 y abril de 1998.

El capítulo consagrado a Cuba en las memorias de Escarrer se abre con un apostólico «El turismo, la industria de la paz», rematado por una cita de Pío XII. El desembarco del mallorquín en «la perla del Caribe», otro tópico abonado en el libro, tuvo lugar a finales de los ochenta con Felipe González afincado en La Moncloa. El primer viaje a Europa del dictador cubano desde la revolución estaba motivado por un encuentro con el presidente del Gobierno socialista. Sin embargo, la luna de miel hispanocubana que favorecía la implantación de Sol Meliá se truncaría con la llegada de Aznar al poder.

La primera legislatura del PP en La Moncloa coincidió con la promulgación por la Administración Clinton y también en 1996 de la ley Helms-Burton, tan exigente con el bloqueo a Cuba que prevenía incluso el ingreso de la familia Escarrer en Estados Unidos. De acuerdo con la pasión norteamericana que tantos quebraderos de cabeza iba a proporcionarle tras el cambio de siglo, Aznar se sumó entusiasta a capitanear el anticastrismo europeo. La Habana negó el plácet como embajador español al catalán Josep Coderch, con una trayectoria política ucedista. La inevitable ruptura diplomática otorgó un papel inédito y ahora desvelado a Gabriel Escarrer, a quien Castro llamaba en la intimidad «Escarré» a secas.

Castro consultaba con Sol Meliá la autorización de cualquier inversión procedente de España

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Salvo el prólogo y el epílogo de Mi Vida, la autobiografía está narrada en tercera persona, en cuanto que consta la autoría de Isabel Durán. Con este él mayestático, el libro detalla que «Gabriel Escarrer fue el interlocutor válido para tender puentes entre el comandante y el Gobierno de José María Aznar». El hotelero eleva a continuación el calibre de su cometido. «De común acuerdo con el Rey y el jefe del ejecutivo, el empresario debía hacer de nexo de unión entre ambos países». La viñeta dibujaría a un empresario con su cuerpo estirado hasta el descoyuntamiento, mientras intenta que no fructifique el distanciamiento entre la metrópolis y la antigua colonia, para «tratar de buscar soluciones a los muchos problemas que había encima de la mesa».

Escarrer con el Primer Ministro cubano Manuel Marrero y con el Presidente Díaz Canel. 'Mi vida'

La revelación del papel central jugado por Escarrer en la política española, y que le colocaría a la altura diplomática de su entonces ministro de Exteriores y colega Abel Matutes, le obliga a zafarse de la tercera persona para tomar la palabra en su propio libro. «Se acordó entre Su Majestad y Aznar que a través de mí se mantendría un canal para transmitirle la problemática existente entre los dos países y buscar soluciones a los problemas nuevos que pudiera surgir». A fin de cimentar el protocolo de su labor, el hotelero revela que cada mes y medio se personaba en La Moncloa para informar al presidente del Gobierno sobre la temperatura de unas relaciones en teoría inexistentes.

Fidel Castro fue el mejor vendedor con el que tropezó Escarrer en su dilatada trayectoria, pero el mallorquín acabó por imponer sus dotes de comercial, la humilde categoría en la que inscribe orgulloso sus éxitos turísticos. La fascinación mutua allanó el único episodio de la trastienda política, a lo largo de la creación de un imperio, que el mallorquín permite vislumbrar en su autobiografía. «En primera persona, fue sumamente interesante y valiosa la experiencia adquirida en ese periodo, en el que se pudieron solventar bastantes cuestiones de la relación entre los dos países. y creo sinceramente que mi papel fue positivo, ya que me permitió servir a mi país». La aventura tendría un remate irónico, porque el nuevo embajador ahora oficial de Madrid ante La Habana sería otro mallorquín, Eduardo Junco Bonet.

Un apunte novelesco llevaría a la conclusión de que Escarrer osciló en Cuba en la frontera entre la diplomacia y el espionaje. El hotelero vuelve al mutismo a la hora de especificar cuáles son las misiones concretas que resolvió en cumplimiento de la encomienda del Rey y de Aznar. Más de un español se llevaría la sorpresa de que Castro consultaba con Sol Meliá la autorización de cualquier inversión procedente de España, con la hotelera en disposición de funciones ejecutivas. Tal vez el mallorquín se queda corto al describir la complicidad sellada gracias a su relación fraternal con Castro, que le impulsaba a respetar la dictadura fiel al marxismo caribeño del «comandante» en su isla de adopción, mientras que rechazaba cualquier veleidad izquierdista por edulcorada que fuera en su isla natal. Claro que este comportamiento contradictorio no es exclusivo del fundador de Meliá. Distinguidas familias como los March avalaban a González en Madrid mientras apostaban por el PP más riguroso en Palma.

La expansión de Escarrer en Cuba lleva el nombre de otro mallorquín, su jefe de recursos humanos desde 1983 Gabriel Cánaves, a quien el fundador reconoce el papel de «punta de lanza de la empresa» en la mayor de las Antillas. El resultado viene plasmado en la apertura de 35 hoteles, hasta convertirse en el segundo país en la expansión de la cadena y acuñar una tercera parte de la planta cubana. Con la particularidad de que La Habana participa en condiciones de igualdad a través de Cubanacan. Todavía hoy, Escarrer afronta reclamaciones de los propietarios prerrevolucionarios de las parcelas donde se asientan sus resorts. De nuevo tuvo que ser un Gobierno socialista, encabezado en esta ocasión por Pedro Sánchez, el que se comprometiera con los empresarios mallorquines instalados en la perla del Caribe, contra las pretensiones anticastristas. Sin embargo, las altas esferas funcionariales del ministerio de Turismo resumieron su estupefacción ante la trifulca en un asombrado «¿pero no tenían ustedes abogados?» No hacían falta.

La mejor respuesta al papel diplomático en la sombra jugado por el hotelero mallorquín es la foto de Mi Vida en que Castro y Escarrer se abrazan fraternales, por encima de cualquier reticencia imaginable entre un revolucionario marxista y un empresario ultraconservador. Queda claro que es la personalidad más espectacular con la que se relacionó el creador de geografías turísticas, de algún modo le rinde homenaje en el libro. Sería exagerado afirmar que el empresario jugó un papel en la sucesión castrista, pero sus excelentes relaciones con la nomenklatura se han trasladado al actual presidente Miguel Díaz-Canel, junto a quien ha compartido escenas amistosas en la inauguración de hoteles. Tanto en los pasajes dedicados a Cuba como en el resto del libro, el memorialista ha preferido concentrarse en la vertiente positiva de sus negocios. De ahí que resalte la colaboración del Banco de Santander en la financiación de sus iniciativas, pero que omita el feroz desencuentro con la entidad de Emilio Botín que en su momento exteriorizó con cajas destempladas. Al empresario le mueve la máxima de que no puedes perder una batalla que no reconoces haber librado, con lo cual incrementa automáticamente su índice de victorias.

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