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Paloma Martín Trabajadora social y Máster en Políticas de Igualdad y prevención de la violencia de género por la UIB

«No hay grandes diferencias entre los hombres que consumen prostitución y los que no lo hacen»

«El foco está en ellas, se estigmatiza a la que vende, pero pagar está silenciado y normalizado»

Paloma Martín posa para la entrevista el pasado jueves en este diario. Manu Mielniezuk

A través de varias entrevistas, esta socióloga ha investigado el contexto y las razones que conducen a los hombres a pagar por servicios sexuales en una tesis defendida en la UIB. 

¿Qué le motivó a escribir esta tesis?

Trabajé durante muchos años con personas que ejercen la prostitución. Entras en los clubs a hablar con ellas y el cliente es anónimo pese a que hay muchas preguntas en torno a él. Esa fue mi principal motivación. Hay muchas maneras de enfocar la prostitución, es un tema que genera mucho debate sobre si prohibir o legalizar, pero el cliente aparece poco. El foco se pone en ellas, se estigmatiza a la que vende. En cambio el consumo está normalizado y silenciado. Sabemos que lo hacen hombres, pero no qué hombres.

¿Por qué ese desinterés en torno al cliente?

Trabajando con mujeres yo parto de la idea de que el cliente era el responsable de muchas de las dificultades que pasaban las mujeres en situación de prostitución. Así que empiezo la tesis preguntándome qué les pasa a los hombres para que paguen por sexo, qué tienen en sus cabezas y qué sienten con respecto a la prostitución y a las mujeres. Hablé con hombres que habían pagado y con otros que no lo habían hecho nunca, pensando que encontraría grandes diferencias entre unos y otros. Pero para mi sorpresa no fue así.

¿Qué le contaron?

Yo pensaba que los hombres que pagan por sexo cosifican más, estigmatizan más a las mujeres y son más machistas. Ese era el punto de partida. Pero me di cuenta de que entre quienes habían pagado por sexo había discursos muy diversos y motivaciones muy variadas. Algunos tenían pareja, otros no. Algunos tenían dificultades reales para tener relaciones sexuales, pero en otros casos no era así. A algunos les daba un poco igual lo que les pudiera estar pasando a nivel personal a las mujeres que venden sexo. Pero había quien estaba absolutamente preocupado. Durante las entrevistas abordaba temas como qué harían ellos si a una mujer la agredieran o fuera víctima de trata. Y había preocupación por parte de algunos. Eso fue una sorpresa. Otra fue que cuando exploraba en los hombres que no pagaban, yo esperaba escuchar una mirada igualitaria hacia la prostitución. Al contrario, algunos tenían una mirada estigmatizante hacia la promiscuidad de la prostituta, por ejemplo. Me desbarató los planes que tenía inicialmente. Ambos grupos están atravesados por una percepción de cómo tienen que ser ellos como hombres, como machos. Por lo que la sociedad espera de ellos y por lo que la sociedad les cuenta qué es la prostitución. No veía dos grupos separados; veía matices y similitudes entre ambos grupos.

¿Le costó encontrar a hombres que le explicaran su relación con la prostitución?

Menos de lo que yo pensaba. Utilicé diferentes maneras para captarlos, y me costó casi por igual encontrar a hombres que quisieran hablar de que habían pagado como a hombres que nunca lo habían hecho. Me senté frente a ellos y con algunos charlé durante más de dos horas. Me lo pusieron bastante fácil.

¿Tenían un sentimiento de culpa?

Entre los que pagaban diferencié diferentes tipologías, y había un grupo a los que yo llamaba arrepentidos porque después de haber experimentado el pago por sexo habían decidido descartarlo. A veces la presión del grupo aparecía como el inicio, pero no querían volver a hacerlo.

¿Por qué Balears es la comunidad con la mayor proporción de hombres que pagan por sexo?

Es una incógnita. Nos tenemos que remitir a 2003 para encontrar datos del INE disgregados por comunidades autónomas. Yo preguntaba a los entrevistados por qué la media de consumo de prostitución en España era del 27% y en Balears llegaba al 40%. Decían que aquí, comparado con otras comunidades autónomas, era muy fácil encontrar servicios sexuales. Es un contexto de sol y playa, donde viene mucha gente a veranear y en vacaciones la gente busca diversión. Y la prostitución forma parte de esa diversión.

¿Hay que abolir o legalizar?

No tengo la respuesta. La prostitución es un síntoma de la sociedad desigual y de consumo en la que vivimos. No me gusta que haya una actividad que es el síntoma más claro de distintas desigualdades. Pero la abolición tal cual se plantea hoy, a las bravas y sin poner en el centro el discurso, las necesidades y la voz de las personas que están en situación de prostitución, no es el camino. Cerrar los locales sin encontrar alternativas reales a las personas que están dentro es algo que dificultará más la realidad de ellas. Eso no quiere decir que me parezca que haya que legalizarla, ni mucho menos. Pero hay que poner en el centro a las personas que viven en primera persona lo que es vender sexo, y las tenemos muy poco en cuenta en los debates y grupos de investigación.

¿Existen las prostitutas que lo son por voluntad propia o es un mito?

He trabajado muchos años con prostitución y he accedido a un gran grupo de mujeres, y también de transexuales, que tienen menos opciones y posiblemente la prostitución sea la menos mala. Hay mujeres obligadas, víctimas de explotación, y otras que lo están voluntariamente. Pero en mi opinión el grueso lo forman mujeres que, sin que nadie las extorsione o las obligue a prostituirse, ejercen empujadas por la desigualdad y la precariedad. Posiblemente ni siquiera los movimientos de trabajadoras sexuales estén defendiendo la prostitución como la aspiración de nadie. Pero reconocen que hay opciones en la vida, y a veces no significa que la prostitución sea la peor si la alternativa que damos a las mujeres son otros trabajos precarizados o feminizados. No hablan desde la felicidad, pero sí desde la autodeterminación de ser prostitutas porque es la alternativa que han elegido en un momento de su vida. ¿Son felices? No me atrevería a decir si lo son o no. También puede haber profesoras de universidad felices y explotadas; hay de todo en todos los ámbitos, salvando las distancias.

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