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Inmigración juvenil: Una vida normal al final de un largo viaje

Abderrahmane y Sarabjit esperan echar raíces en Mallorca gracias a un cambio en la ley que facilitará a jóvenes migrantes trabajo y residencia

Los dos jóvenes extutelados posan para este diario en la Fundació Natzaret. | GUILLEM BOSCH

Miles de jóvenes migrantes que han llegado solos a España están a punto de encontrar la salida al laberinto legal en el que quedan atrapados cuando cumplen la mayoría de edad. Un cambio en el Reglamento de Extranjería aprobado hace diez días les facilitará la obtención de los permisos de residencia y trabajo. Una cobertura legal con la que podrán valerse por sí mismos y escapar de la marginalidad.

Hasta ahora el tránsito a la vida adulta de estos jóvenes era un campo de minas burocrático. La concesión de un permiso de residencia que caduca al año, la exigencia de tener contratos de trabajo de larga duración a la vez que se forman, y la necesidad de acreditar unos ingresos propios de dos mil euros mensuales son requisitos inalcanzables para la gran mayoría de jóvenes, más aún para los que han llegado en una patera y no tienen ningún apoyo familiar. Esas trabas administrativas —en realidad el enorme muro que impide su inclusión sociolaboral— desaparecen o se flexibilizan.

La conselleria de Asuntos Sociales estima que en Balears hay un centenar de menores extranjeros no acompañados en edad de beneficiarse de un cambio legislativo que alcanzará, con efecto retroactivo, a quienes hayan cumplido los 23 años. Entraron de manera irregular en el archipiélago cuando eran menores de edad, fueron acogidos por los servicios de tutela de las administraciones públicas y, al ser adultos, sus expectativas se desvanecían en una maraña burocrática.

Cumplidos los 19 años, a Abderrahmane Bennebri y a Sarabjit Singh se les abre otro horizonte. Acogidos por la Fundació Natzaret desde que llegaron a Mallorca siendo menores, podrán regularizar su situación en la isla y empezar a dar forma a sus ilusiones.

«Tenemos una oportunidad para renovar el permiso aunque tengamos pocos ingresos. Ahora podré estudiar y hacer muchas cosas», explica Abderrahmane, argelino que llegó a Mallorca en 2019 cruzando en patera los 250 kilómetros que separan el archipiélago de su país. «Estudié durante un año una FP de peluquería, y cuando empecé a trabajar tuve que dejarlo porque me denegaron la residencia. No puedo seguir estudiando, ni trabajar, ni sacarme el carnet de conducir, ni hacer nada. Pero con este cambio podré hacer todo eso y mejorar», manifiesta.

«Llegué a Mallorca en 2018 con la idea de estudiar, trabajar y tener un futuro mejor», cuenta Sarabjit, originario de la India. Y ha aprovechado el tiempo, pese a los obstáculos. «Hice la ESO y una FP de Administración de grado medio. También tenía trabajo, pero me exigían un contrato de un año y lo tuve que dejar», asume.

Requisitos para obtener la residencia imposibles de cumplir empujaban a muchos de estos jóvenes a la marginalidad

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«El cambio de legislación es muy positivo», subraya Pep Olivares, coordinador de proyectos de emancipación de la Fundació Natzaret. Esta entidad ofrece un servicio de tutela a menores extranjeros no acompañados que incluye educación, vivienda y ayuda para su inserción sociolaboral.

Hasta ahora, los trabajadores sociales de la entidad compartían con los jóvenes la frustración por los impedimentos burocráticos que les condenaban a vivir en un limbo legal. «Les exigían contratos de trabajo largos que no podían tener porque a la vez se estaban formando. Y debían acreditar unos ingresos mensuales muy elevados que encima no incluían la renta de emancipación», explica este profesional acerca de la ayuda económica, en torno a 500 euros, que Asuntos Sociales abona a estos jóvenes para facilitarles su despegue.

«Ahora cuando les concedan la residencia será por dos años, no por uno, y podrán acceder a un permiso de trabajo. Cualquier empresa les podrá contratar quince días, un mes, medio año. Y eso aquí interesa porque nos mueve el turismo. Contactábamos con empresarios que nos decían que tenían ofertas de trabajo, pero cuando los chicos lograban el permiso la temporada se había acabado. Era un círculo del que no hay manera de salir. Y para el requisito de los ingresos, les computará lo que cobren de la renta de emancipación, becas de estudios u otras ayudas públicas», valora Olivares.

Abderrahmane y Sarabjit están más cerca de tener una vida normal, una meta a veces inalcanzable para jóvenes que, como ellos, emprendieron un viaje incierto a Europa, solos y a edad temprana. «Es difícil porque aquí todo es muy diferente y tienes que aprender rápido. Pero con esfuerzo todo es posible», afirma el joven indio, para el que se abre un abanico de posibilidades en Mallorca. «Dentro de diez años me imagino aquí, teniendo mi propio negocio, familia y un futuro mejor», afirma optimista Sarabjit, que quiere matricularse en un FP de grado superior en cuanto consiga renovar la residencia.

Palabras que «duelen»

La maraña burocrática que aguarda a estos jóvenes cuando entran en la edad adulta no era fruto de la casualidad. Extranjería levantó un muro administrativo para dificultar que echaran raíces en España y evitar un posible efecto llamada. Por el contrario, el flujo de migrantes no se ha detenido, y las trabas legales para regularizar su situación ha empujado a una parte de ellos a la delincuencia y a la economía sumergida. Algo que alimenta el discurso xenófobo de la extrema derecha.

Jardines de la Fundació Natzaret. | E. CALVO

«A veces escuchas palabras como ‘vete de aquí’ o ‘vuelve a tu país’. Hay un poco de racismo y te duele, pero sigues adelante», relata Abderrahmane. «Vienes en patera, no en avión, para nosotros es más difícil. Cada uno tiene su objetivo. Unos llegan y se van al día siguiente, otros se quedan. Pero siempre escuchas en la tele que un argelino ha hecho esto o lo otro. No todos son iguales, es injusto. La mayoría vienen aquí a estudiar y trabajar», opina sobre la creciente llegada de compatriotas suyos a Balears en patera.

Este joven practica boxeo y forma parte de la federación de Balears, pero todavía sin las mismas oportunidades que sus compañeros. «Cuando tenga el permiso de residencia podré viajar y boxear en la península», ambiciona.

Pescadores

Una docena de jóvenes que, como Abderrahmane y Sarabjit, han sido acogidos por la Fundació Natzaret, podrán beneficiarse de la reforma del Reglamento de Extranjería de manera inmediata al haber alcanzado la mayoría de edad. «Hasta ahora no podían hacer nada, pero con el cambio podrán seguir con su vida y prosperar. Por ejemplo, se podrán matricular en una FP que tenga una parte práctica para acceder a un contrato en prácticas. Con la actual legislación ni eso pueden hacer», valora Pep Olivares, coordinador de proyectos de emancipación de la Fundación Natzaret.

Esta entidad ofrece a los jóvenes tutelados ayuda para insertarse en el mercado laboral, una misión casi imposible con los requisitos que se exigen a estos jóvenes migrantes para regularizar su situación.

«A veces ves situaciones surrealistas. Contactamos con la Cofradía de Pescadores y estaban desesperados por encontrar trabajadores. Y resulta que algunos de los chavales que hemos acogido, argelinos, eran pescadores en su país. Pero por culpa de la actual legislación no se ha podido firmar ningún contrato que beneficiaría a todo el mundo. Esperemos que ahora sea posible», expresa Olivares.

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