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Boulevard | Planta baja en Son Espanyolet, por 2,5 millones de euros

«Nos ha llegado al corazón ver destruir una cruz sin significación política», el obispo se pronunció en la misa de la Catedral contra el derribo del monumento a los caídos de Son Servera, después abroncó a

Jaume Santandreu

Entrevistando a Greville Wynne en su apartamento del Paseo Marítimo en 1988, con foto de Lorenzo, un recordatorio obligado ahora que el coronel y espía británico que pasó año y medio preso en la Ljubjanka ha sido llevado a la pantalla por Benedict Cumberbatch.

Si usted se cree preparado para vivir en Mallorca, conviene que reflexione. Llego con mi Ford Fiesta al enorme chalet de Son Vida donde un magnate me ha invitado a cenar, no me atrevo a aparcar en el interior. En un espacio con capacidad para unos veinte vehículos, sobresale una furgoneta con el letrero ‘Peluquería canina a domicilio’. De su interior emerge el peluquero portando en brazos al diminuto perro de la mansión, radiante en su pelaje oscuro. El multimillonario le pregunta al profesional:

-¿Cuánto te debo?

-Ochenta euros.

Aparento indiferencia, el anfitrión olvida la cifra en cuanto es pronunciada, después me preguntará en la piscina interior si recuerdo la cantidad para abonarla. Su compromiso con el bienestar canino supera a los animalistas mallorquines que no se gastan ochenta euros en peinar a sus mascotas.

(No nos venga con sus delirios del zoo de Son Vida, descienda a la Palma real). Bajando de la mansión, mi amiga inmobiliaria se empeña en mostrarme una coqueta planta baja reformada en Son Espanyolet. Es la casa en que vivíamos todos los niños mallorquines, grande pero empotrada, con una escalera a la terraza superior. Sale a la venta en 2,5 millones de euros, en una barriada modesta de la ciudad más sucia del Mediterráneo.

La Palma de clase media se ofrece a once mil euros el metro cuadrado, un millón por un piso de noventa metros. Vicente Grande fue el primero en vaticinarlo, y no le creímos. Mi amiga asegura que un sueco pagará ese precio, y asocia la explosión del barrio al Mallorca Tenis Club bajo gestión escandinava. Recomiendo a los propietarios de estas mansiones de clase media que instalen armamento pesado en las almenas, para contener a las turbas de la revolución inevitable.

Asisto semanalmente a la transmisión de la Santa Misa en IB3, el pasado domingo desde la Catedral y bajo dirección del Obispo, porque ese día no tenía vacunación. Miró subrepticiamente su reloj durante la celebración, es más aburrido cuando ya has visto la película. Durante la homilía me quedé boquiabierto ante la pantalla, al escuchar al oficiante Sebastià Taltavull dolerse con tono compungido del derribo del monumento a los caídos de Son Servera. «Nos ha llegado al corazón ver la destrucción de una cruz, y que haya caído a tierra en pedazos, un hecho amparado por uno de nuestros gobernantes. Una cruz que no tiene significación política ni ideológica, la manera no era destruirla. Nos ha dolido mucho, mucho». El prelado abroncó el miércoles con inusitada dureza a Jaume Santandreu por apoyar la demolición, y sobre todo por atacar al párroco Mercant, tan aguerrido que Francamente no necesita que nadie le defienda.

Vamos a dejar tres líneas en blanco, para que usted mismo las rellene con la historia de la menor tutelada por el Consell que hoy domingo será probablemente agredida, dado el ritmo de una víctima diaria:

En efecto, se trata de un «caso aislado» diario según la comisión de expertos, y de «cosas que pasan» según la consellera insular socialista. El minuto de silencio al que se apuntan ávidas las autoridades, siempre que se trate de víctimas anónimas a cargo de asesinos anónimos y sin ninguna torpeza funcionarial aneja, son ya tres años de silencio. A efectos sociales, ser una menor tutelada por el Consell es un factor de riesgo para sufrir abusos sexuales. Pese a ello, la única destitución en ese apartado se debió a que el afectado no quiso vacunarse, cuando un superior no inmunizado es el menor de los peligros que acecha a las víctimas.

En la imagen de Lorenzo que hoy nos ilustra, se recoge una de las recompensas impagables de esta profesión, haber entrevistado a Greville Wynne en su apartamento del Paseo Marítimo palmesano en 1988, con motivo de la muerte de su archirrival Kim Philby. El recuerdo es obligado ahora que el coronel del espionaje británico, que pasó año y medio preso en la Ljubjanka, ha sido llevado a la pantalla por Benedict Cumberbatch en El espía inglés. El actor nunca pudo conocer a su personaje. Los mallorquines, sí.

Reflexión dominical onfálica: «Eres el centro del Universo, así de lamentable es el cosmos».

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