Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Macià Blázquez Catedrático de Geografía de la UIB

«Despreciar al turista de clase trabajadora porque gasta poco genera una injusticia»

«Hay que enfocar en los más ricos, turismo de calidad no significa más sostenibilidad» - «Han establecido que toda Mallorca es turística, que quienes nos visitan se esparzan y con ellos sus intereses inmobiliarios»

Macià Blázquez: "Despreciar al turista de clase trabajadora porque gasta poco genera una injusticia"

Macià Blázquez: "Despreciar al turista de clase trabajadora porque gasta poco genera una injusticia"

Para ver este vídeo suscríbete a Diario de Mallorca o inicia sesión si ya eres suscriptor.

Macià Blázquez: "Despreciar al turista de clase trabajadora porque gasta poco genera una injusticia" Jaume Bauzà

Pide poner el foco sobre el turismo de alto poder adquisitivo, los que «despilfarran y acaparan». Catedrático —desde este verano— de Geografía de la UIB, Macià Blázquez argumenta a favor de un decrecimiento turístico —que no va solo de números— y plantea que la alternativa al actual modelo pasa por «un turismo que socialice». Es ecologista y expresidente del GOB.

Este verano hemos visto playas colapsadas, cifras de vuelos en Son Sant Joan que se han acercado mucho a las de 2019 y un ‘boom’ de yates. ¿No tenía que haber un punto de inflexión después de la pandemia?

Somos una economía fundamentada en un monocultivo turístico. Y además de masas. En Mallorca tenemos medio millón de plazas hoteleras a las que hay que añadir otras cien mil de alquiler turístico en viviendas. Y otras cien mil ilegales. Hoteleros y propietarios de inmuebles quieren volver a las cifras de antes de la pandemia. De ahí que todas las campañas de SOS Turisme y de promoción de las islas como destino van en esa línea. Desgraciadamente era previsible, pero debemos seguir planteando alternativas para romper ese monocultivo.

¿No era necesario salvar al turismo?

El turismo no es una actividad despreciable, por decirlo de alguna manera. Es una actividad que nos enriquece y nos alivia. Venimos de pasar un periodo de vacaciones en el que recuperas energía. Pero hay que ponerlo en el contexto de lluvias intensas, sequías y todas las consecuencias del cambio climático que irán a más. Hay que moderar a través de medidas de intervención pública que graven el despilfarro o el acaparamiento. Por ejemplo, gente que acumula viviendas para especular.

¿El turismo puede ser sostenible? ¿Hay algún ejemplo en el mundo?

En nuestro grupo de investigación de sostenibilidad y territorio hemos hecho estudios. Recientemente hemos publicado uno en la revista internacional Tourism Geographies en el que planteamos alternativas de un turismo que nosotros llamamos poscapitalista. Un turismo que socialice desde un punto de vista ambiental, por ejemplo haciéndolo de proximidad; y que socialice en cuanto a las formas de organización y reparto de las ganancias, que no estén monopolizadas. Por ejemplo, trabajadores que se hagan cargo de un hotel en quiebra; sindicatos como el de las Kellys que recomiendan una oferta turística que dé buenas condiciones laborales; u organizaciones no gubernamentales que gestionan espacios, como el GOB en La Trapa, y que los abren a turistas y a residentes sin buscar un lucro.

¿Qué es el decrecimiento turístico?

Es un proyecto político que consiste en reducir las cifras, y hacerlo con justicia social. Eso es un poco complicado porque si a alguien de la calle le dices que vamos a decrecer turísticamente te dirá que muy bien porque así nos quedaremos con los más ricos. Pero eso genera segregación, es un perjuicio para quien tiene menos recursos económicos. Por ejemplo, cobrar para ir a la playa. Despreciamos al turista de clase trabajadora porque gasta poco, pero eso genera una injusticia. Hay que encontrar una solución para que el turismo mantenga el objetivo de socializar, de que tenga una base amplia, y esa es una cuestión política. Si asumimos el decrecimiento turístico de una manera sesgada, con el único sentido de reducir el número de turistas, nos elitizamos. Lo hemos visto en Bahamas, Maldivas o Hawai. Son archipiélagos muy atractivos para las inversiones de capital que consiguen mucha rentabilidad con el valor de cambio de las propiedades inmobiliarias. Esa también es una amenaza grave en Baleares.

¿Decrecer también significa perder puestos de trabajo?

Decrecer, como proyecto político, significa condiciones de trabajo más dignas. A menudo se pone el foco en la población trabajadora y residente. Y se dice que es la gente que tiene menos poder adquisitivo la que genera el problema. Creo que hay que enfocar sobre la gente que despilfarra, en los más ricos, porque turismo de calidad no significa más sostenibilidad. ¿La cantidad de población trabajadora que hay en Baleares, que supera un millón cien mil habitantes, tendría que disminuir para ser más sostenibles? Seguramente. Pero antes nos tenemos que plantear que un 1% de las personas que vienen a Baleares consume cien veces más agua que el resto y contaminan más porque vienen en avión privado. Ellos son realmente el problema y no la masa de gente más pobre.

¿Entonces potenciar el turismo de calidad sobre el turismo de cantidad tampoco es la solución?

Angela Hof, Thomas Smith y yo analizamos datos sobre consumo de agua en el municipio de Calvià. Constatamos que el turismo de calidad —chalet, césped, piscina— consume seis veces más agua que el turismo intensivo —una habitación en un hotel de Santa Ponça—. La urbanización Sol de Mallorca nos daba consumos de más de 1.200 litros por pernoctación. Mientras que en Santa Ponça bajaba de 200 litros por persona y noche. Lo mismo en cuanto a ocupación del suelo —una urbanización ocupa más que un hotel—, gentrificación, desposesión, desplazamiento, alteración del paisaje o contaminación de los acuíferos. Es muy rentable para los propietarios y para las empresas inmobiliarias subir el estándar del turismo porque eso atrae a más fondos de inversión y más especulación. Incluso en las urbanizaciones de lujo hay gente con menos recursos que se está viendo desplazada por estos inversores. Y en el mar estamos viendo la transformación de espacios portuarios. Calvià se planteaba hacer un fondeo regulado delante de la playa de Magaluf, y que fuesen clientes de hoteles transformados. Estoy a favor de eliminar el turismo de borrachera, pero al fin y al cabo lo que haces es desplazar a la población de clase trabajadora, que ha conquistado el derecho de tener unas vacaciones y que ahora se encuentra con que no podrá permitirse venir a Baleares. Así que aquí nos elitizamos, o nos gentrificamos. Ya no hablamos solo de Santa Catalina, sino también de fora vila e incluso de espacios naturales.

¿Este verano ha nacido un turismo de Instagram o ya existía?

En 1995 se aprobó un plan de ordenación de oferta turística para Mallorca que establecía que había 47 resorts, enclaves litorales de turismo de masas. Este plan ordenaba lo que fue aquel turismo de sol y playa del primer boom. Y el año pasado se aprueba un plan de intervención de ámbitos turísticos para Mallorca que no solo habla de ese turismo intensivo, sino que establece que toda Mallorca es turística. La Aetib [Agencia de Estrategia Turística de les Illes Baleares] tiene estudios sobre cicloturismo, turismo rural, gastronómico, turismo ‘entre copas’ para ir de viña en viña... Es extender los nuevos segmentos, hacer que los turistas se esparzan y con ellos sus intereses inmobiliarios. Así que adquieren propiedades en el núcleo urbano de los pueblos, en fora vila o en espacios naturales. Si a eso le añades las nuevas tecnologías y la posibilidad de georreferenciar, te encuentras con que el mirador de sa Foradada o es Caló des Moro se llena de gente. Del mismo modo que si no hubiera habido navegadores en los coches, hubiera sido muy difícil alquilar una casa en fora vila.

¿El ecologismo tiene que cambiar el discurso? A veces da la sensación de que está instalado en el ‘no a todo’.

Sí. En el artículo que hemos publicado en la revista Tourism Geographies, titulado Pathways to post-capitalist tourism [Caminos hacia un turismo postcapitalista] expresamos el convencimiento, como científicos implicados en la ecología política, de que tenemos que plantear alternativas; no solo hacer un diagnóstico de la catástrofe que se nos viene encima. Podemos decir que el turismo tiene cosas buenas, y que para aprovecharlas tenemos que encontrar alternativas. El ecologismo como Greenpeace, el GOB o Terraferida también participa de este reto que tenemos como sociedad.

En Mallorca hay un muro mental muy alto que se resume en la frase ‘aquí vivimos del turismo’. ¿Cómo derribarlo?

Cuando planteamos soluciones hablamos de economías que generen complementariedad, que no sean monocultivos. Promover la proximidad con autoabastecimiento energético o de productos alimentarios en el mismo territorio. Ivan Murray [doctor en Geografía y Sostenibilidad Medioambiental de la UIB] estimó en su tesis el cálculo de la huella ecológica y demostró que Baleares se provee de un territorio casi siete veces superior a la extensión de las islas. Así que esos recursos los extraemos de otros territorios. Si queremos proveernos de lo que nos proporcione nuestro territorio hacen falta políticas valientes para promover el uso agrario del suelo rústico, y no un uso de urbanización extensiva. Eso hay que exigírselo a los políticos que gobiernan.

Precisamente estas cifras récords de turistas y el debate sobre la saturación se producen con un Govern progresista. ¿Había que esperar otra cosa?

Yo esperaba otra cosa. Más valentía y medidas de contención del crecimiento con respecto al urbanismo o a las infraestructuras. Mencionar la autopista a Campos, variantes, la modificación del Plan General de Palma o las ampliaciones de Son Sant Joan y el puerto de Palma. Son megaproyectos que siguen el patrón de crear puestos de trabajo, atraer capital y aplicar medidas que favorecen crecimiento. Esta no es la fórmula. Se les tiene que reclamar que pongan medidas a medio plazo y largo plazo.

¿En qué habría que gastarse los fondos europeos?

Los que tienen músculo para hacer propuestas son las grandes empresas, sean hoteleros o el Real Madrid. A mi entender hay que ir hacia una transformación ecosocial que promueva proximidad y complementariedad de los usos. Por ejemplo, generación de energías renovables en los tejados, no hacer grandes parques fotovoltaicos en suelo rústico. Pero para la administración es más cómodo hacer un solo contrato de centenares de millones en lugar de gestionar la cantidad de expedientes para dar ayudas a personas amenazadas de desahucio o a pequeñas empresas que aplican soluciones para socializar la actividad turística.

Compartir el artículo

stats