Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Boulevard | A Sarver le cuesta más la estrella de los Phoenix Suns que el Real Mallorca

Las colas multitudinarias de clientes se concentran este agosto en Palma tanto en Louis Vuitton como en Ca’n Joan de s’Aigo, cubriendo el espectro completo entre lo local y lo global

A Sarver le cuesta más la estrella de los Phoenix Suns que el Real Mallorca

No digan Robert Sarver, sino Robert Saver o Robert Salver, porque es el Salvador del Real Mallorca. Miles de personas me paran por la calle para preguntarme cómo puede soportar el banquero judío su costosa inversión futbolística en LaLiga. Como de costumbre, les respondo con una parábola:

El base Chris Paul cumplirá los cuarenta años de edad en los Phoenix Suns también de Sarver, una vez que el dueño del equipo finalista de la NBA y del Mallorca le ha garantizado a su estrella un contrato por cuatro años y 120 millones de dólares. Pues bien, esa cantidad dobla el presupuesto anual mallorquinista.

Por tanto, Sarver sufraga a un equipo de fútbol de Primera en el apartado de caprichos. Otra cosa es que su gesto interpele a los numerosos aborígenes más ricos que el financiero americano, y que sin duda aman al Mallorca antes que nadie. Claro que un club no se salva con cariño, sino con dinero. La pintoresca lista de magnates que han presidido a una entidad derrotada en mil batallas, en números redondos, debe detenerse en el propietario de la entidad que figura entre los financiadores destacados de Hazte Oír, con 7.200 euros en el capítulo de «Donante puntual múltiple».

La temporada es decente, pero no da para presumir. En mis paseos por Palma para alternar con las clases medias o incluso trabajadoras, advertí el jueves 5 de agosto a las 20.30 que la única tienda con más de seis personas aguardando en la calle para comprar era Louis Vuitton. No les repasamos el pasaporte a los congregados, pero apuesten a que no abundaban los indígenas. En cambio, predominaban los nativos en la doble cola de que podía presumir Ca’n Joan de s’Aigo, una para llevar y otra para quedar. La marca mallorquina ha tenido que sucumbir a las mesas en el exterior, y los dos establecimientos citados en este párrafo cubren el espectro completo entre lo local y lo global.

Mi amigo telefonea el pasado domingo a tres restaurantes mallorquines de alcurnia, para cenar en alguno de ellos el miércoles. Todo lleno. Estamos a un paso de Saint Tropez, donde las mesas de comedores de moda se reservan a 1.500 euros. Hablando de lujo, la anunciada apertura del hotel Formentor en 2022 se ha pospuesto a 2023. Y de Formentor a Formentera, donde se piden 235 mil euros por un pisazo de 26 metros cuadrados. Recuerde que la ultraizquierda gobierna Balears, y que con los socialcomunistas se liquidaba la propiedad privada. ¿O tal vez les votó usted pensando que facilitarían el acceso a la vivienda?

De ahí que viendo el estimulante documental Summer of Soul, vislumbro de repente que los mallorquines somos los negros de Mallorca, por eso nos sentimos extraños aquí. Abundan los tíos Tom, y otros nos hemos teñido pero, como le dijo Mario Conde a Manuel Vicent, «recuérdale a tu amigo Felipe González que nosotros dos somos negros. Yo lo sé, pero él no lo sabe». La isla está ayuna de conciencia de sí misma, concluyo al leer a Stephan Zweig en «¿de dónde surge esta terrible ola que amenaza con arrastrar todo lo que es colorista, todo lo que es particular en nuestras vidas?».

A propósito, ya saben que defiendo cualquier blasfemia contra el catolicismo que venga acompañada de una manifestación idéntica contra el Islam. Y expreso desde aquí mi solidaridad hacia los médicos mallorquines en primera línea con dificultades para atender a pacientes cuyos esposos les obligan a no aprender el idioma local. Y no me refiero al catalán, mientras el feminismo oficial mira hacia otro lado.

Ahora que la presidenta madrileña enriquece Ibiza, el instalado en Cala Major pensaba en Ayuso cuando escribió que «los mejores carecen de convicciones, y los peores muestran una apasionada intensidad». Acabemos con una orden, alejad a los malditos barcos de las playas, y con una felicitación. Enhorabuena a las autoridades supercontagiadoras que han logrado extender el botellón nocturno a toda la Bahía de Palma, siete días a la semana. En la capital susodicha, UMAYA (no corregir) deja pasar semanas sin barrer siquiera las calles de su primera línea turística. Total, vendrán igual.

Reflexión dominical canicular: «Descansar es agostador».

Compartir el artículo

stats