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Análisis

La quinta oleada en Baleares ya es la primera en incidencia

La quinta oleada del coronavirus ha atacado a Balears por la espalda, ya que la espalda de la curva de contagios se yergue en una vertical sin precedentes durante los dos años de pandemia. Es un estallido más que una ola, difícil de atribuir a un comportamiento social determinado, cuando se compara por ejemplo con la silueta indistinguible de la transmisión en el Reino Unido. Los viajes de estudios son una hipótesis tan tranquilizadora como fantasiosa.

La primera oleada se produce en marzo de 2020. El pánico que suscitó no guarda conexión con su impacto real, apenas un sarpullido en el galope de la pandemia. La segunda coincide con el verano del año pasado, y se apacigua en cuanto Reino Unido y Alemania cierran el grifo de turistas. Aquí surge irrebatible el origen de contagios. Ni las mascarillas quitadas, ni el botellón, ni las reuniones sociales de madrugada. La principal fuente de coronavirus en Mallorca se llama aeropuerto. Las encalmadas coinciden con el aislamiento aéreo. Las estadísticas que califican de insignificantes los contagios detectados en Son Sant Joan solo dan idea de la calidad de los controles allí efectuados.

La tercera oleada se conoce falsamente como el regalo de Navidad, porque Mallorca es la única zona de España donde se dispara en diciembre, antes de las festividades. Otro descosido en el morral de los cazadores de hipótesis, que se intentó remendar atribuyendo la mayor concentración de ingresos y muertes hasta la fecha al Black Friday (?).

La cuarta oleada hay que citarla para no olvidarla. Se vaticinó un desastre pascual equivalente al navideño, pero no hubo tal. Los dueños de una explicación para todo se refugiaron en la potencia de la vacunación, con Balears siempre a la cola, un argumento disparatado que debería descalificar su asignación de las desatadas cifras actuales. No importa, si no les gustan sus cábalas, tienen otras.

Ningún gobernante va a admitirlo hoy, pero la suavidad de la cuarta ola inculcó la convicción de que esta pandemia quedaba clausurada. De ahí la sorpresa ante el bofetón de la quinta oleada. Con la mitad de la población vacunada, se ha erigido en la primera en incidencia. Nunca se habían registrado contagios tan intensos en Balears. La tercera embestida envejece progresivamente por comparación.

La proporción de ingresos y fallecimientos se ha moderado. Con todo, y dada la abrumadora multiplicación de los casos sin rastreo posible, diez veces menos de contagios pueden conllevar la misma saturación de críticos. Las autoridades se han curado en salud suprimiendo de las rigurosas estadísticas diarias el número de sanitarios contagiados y en cuarentena, o la incidencia en residencias aflorada en la explosión de ayer mismo en Eivissa.

Los jóvenes se vacunan más que sus mayores en Balears, que adelanta a Madrid

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Si el recuento de casos es lo de menos, según la letanía de los gobernantes de La Moncloa y del Consolat, ¿por qué se omite ahora la evolución de ingresos en planta y UCI a la que conceden toda la autoridad? La quinta oleada presenta el ascenso más vertiginoso del coronavirus en Balears, y ese miedo a las alturas se traduce en la estupefacción de los expertos. Para entender la magnitud del drama, los 802 nuevos contagios de ayer mismo imprimen una velocidad de crucero de trescientos mil enfermos anuales. A saber, la cuarta parte de la población de la comunidad.

Por debilitado que se encuentre el virus, que los epidemiólogos antropomorfizan al adjudicarle la intención de atacar menos para disponer de un número superior de presas, más de ocho mil casos activos de coronavirus suponen una pandemia sin alivio. Diez mil enfermos y sus respectivos contactos estrechos apuntan a la paralización del archipiélago.

Los científicos, perplejos ante un parásito que en su efecto cosecha se venía concentrando en los cuerpos enfermos y de mayor edad, pueden recobrar la fe en la ortodoxia. Al igual que en la mil veces citada gripe española de un siglo atrás, vuelve el virus de la eterna juventud. Medio millar de casos quincenales por cada cien mil habitantes suponen una cifra alarmante, o excepcional en el lenguaje del Constitucional, pero palidecen frente a una incidencia próxima a dos mil entre los menores de treinta años, y a mil entre treintañeros anteriormente exentos de la plaga.

Ante la dificultad de hallar consuelo en políticos demasiado preocupados por salvar el día a día, la India acude en ayuda de Balears. La variante delta, el eufemismo para soslayar «el virus indio» que denunciaría Trump, monopoliza los contagios de Balears. Y de los países europeos adyacentes, convendría aclarar. Es curioso que la cháchara melodramática para describir lo ocurrido en el subcontinente asiático no haya venido acompañada de un examen con cierto detenimiento de los contagios en dicho país. Se registró una subida tan empinada como en Balears, solo que sin viajes de estudios, pero fue seguida en un plazo breve por una caída también con pendiente de montañas rusas. Un picacho del Himalaya. Eso sí, por el camino del descenso a plomo quedaron cuatro millones de cadáveres, según las estimaciones más recientes. Nadie atribuirá la recuperación india a un inverosímil endurecimiento de las restricciones.

El mismo ascenso vertiginoso que en India, donde la curva cayó a igual velocidad

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Balears se encuentra bien acompañada en la evolución de las oleadas. Sin descender al detalle de verificar los datos numéricos, sus siluetas son indistinguibles de otras comunidades. O de otros países, según se observa en el gráfico adjunto del Reino Unido, utilizado ya para confundir a más de un supuesto connoisseur de la evolución de la pandemia. La tentación de sentirse epidemiológicamente diferentes es otra expresión del «narcisismo de las pequeñas diferencias» analizado por Freud.

Balears desvaría en el reparto de culpas que deben centrarse en Son Sant Joan, pero se despereza lentamente del letargo de su vacunación. Tal vez espoleados por la quinta oleada que les muerde los talones, los jóvenes mallorquines se vacunan con más intensidad que sus mayores, si se permite incluir en esa categoría juvenil a los menores de cincuenta años. Por vez primera, la comunidad no solo se ha distanciado de Canarias, sino que también adelanta en pautas completas a Madrid con su flamante vacunódromo de 24 horas, según los datos del ministerio de Sanidad. Y el final queda reservado a una pregunta retórica. ¿Pueden dormir dos personas no convivientes en la misma habitación de hotel? Por supuesto, el turismo está a la margen de la ley.

La homogeneidad de comportamientos desmiente las teorías

La homogeneidad de comportamientos desmiente las teorías

La atribución de la segunda curva a Balears engañaría incluso a un especialista, pero corresponde en realidad a la evolución de la pandemia en el Reino Unido. Se detectan las mismas oleadas con idéntica configuración, pese a que en Londres no se celebra la velada de Sant Joan. La homogeneidad contradice las hipótesis ad hoc.

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