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Opinión

Malas noticias para los jóvenes ingleses | Por Matías Vallés

Desgraciados los pueblos a quienes solo un juez externo puede devolverles la razón. El lamento no apela al Constitucional, sino a los misteriosos artífices del semáforo inglés. Mallorca se dispone a perder su excepcionalidad, la singularización que la distinguía del resto de España. Le corresponde una condena al rojo, por lo que haber recibido un baldón amarillo supone una bendición.

Mallorca nunca estuvo en verde puro, sino en una «green watchlist» donde la lista de vigilancia se ha impuesto sobre el color. En cuanto declaró exenta a Balears, le preguntaron al ministro de Transportes Grant Shapps si compraría un paquete turístico a una zona en verde, y se negó de modo revelador a contestar.

Se podía avanzar sin riesgo de error que el Govern enfatizaría que el amarillo no se distingue del verde para los turistas con pauta completa, que evitan la cuarentena. El que no se conforma es porque no quiere, pero el ámbar establece una discriminación por edades. Los ingleses con dos pinchazos se concentran en las edades elevadas, con mayor concentración de inmunizados en los segmentos provectos que en Mallorca.

Por tanto, el amarillo es una pésima noticia para los jóvenes ingleses, que a duras penas lograrán recibir la doble inyección liberadora antes de septiembre. Aunque Mallorca no se ha distinguido por su rigor en el control de los visitantes extranjeros, subsiste un problema adicional con la vacunación de británicos.

Una parte importante de las vacunas AstraZeneca administradas en el Reino Unido procede del Instituto Serum de la India. En principio, no habría diferencia, pero esos lotes no están autorizadas por la Agencia Europea del Medicamento, y países de la UE como Malta se han apresurado a negar su validez.

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