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Opinión | Alojamiento para el nuevo virus

Malthus sabía que la población no se corrige voluntariamente, lo cual obligaría a «cortejar el regreso de la peste». En efecto, incluso los epidemiólogos y gobernantes que predican torturas selectivas para los residentes y libertad total para los turistas, concederán que el coronavirus es la primera condena impuesta a la masificación humana.

De acuerdo con este principio, el estallido de la covid condujo en 2020 al consenso de que finalizaba el modelo de una Mallorca basada en la construcción y en el turismo basura. Por tanto, la salida de la pandemia en 2021 se quiere fundamentar en la construcción y en el turismo basura, ahora con mascarilla.

Los empresarios locales más espabilados son alérgicos a reiniciar su actividad no por miedo al coronavirus vigente, sino en la previsión de que habrá un siguiente virus inevitable. Por tanto, Mallorca se lanza a ritmo desenfrenado a preparar el alojamiento de la próxima pandemia, un concepto que ama las concentraciones humanas según se demuestra sin más que examinar el mapa de zonas castigadas.

Los proyectos urbanísticos visados por ayuntamientos socialcomunistas se caracterizan porque no pueden ser pagados por el 99 por ciento de los residentes. Y aquí viene el segundo paso de manual, estrangular a los inquilinos para suprimir esa presuntuosidad de que nacer en Mallorca te hace mallorquín. 

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