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Lletra menuda | Master acelerado de cruda realidad

Algunos de los jóvenes cuando hacían cuarentena en el Palma Bellver.

Llegaron a Mallorca decididos a borrar cualquier referencia académica a su mal llamado viaje de estudios y, en contra de su voluntad, han acabado inmersos en un curso práctico acelerado de realidad sanitaria y social. Solo les queda ya la posibilidad de superarlo en segunda convocatoria y únicamente en el supuesto de que logren desprenderse de la superprotección paterna en su contra y de las insuflas políticas que han llegado a su desaprovechado encierro de la bahía de Palma.

No pueden alegar desconocimiento. El pronóstico de la jefa de estudios que ahora vierte su decepción en una carta viral, no podía ser más claro y contundente: «Vais a Mallorca en busca de coronavirus». Lo hallaron sin esfuerzo y en una proporción que sobrepasa lo estrictamente sanitario, porque ha neutralizado también el sentido elemental de la vergüenza y la responsabilidad imprescindibles para ir por el mundo. El juego de adultos de los jóvenes internados en la improvisada academia del hotel Bellver de Palma no había incorporado las reglas básicas del civismo y el respeto a los demás.

En estas condiciones, no resulta extraño que la misma jefa de estudios aludida antes, al evaluar «esta estupidez en forma de contagio masivo», llegue a una conclusión al borde de la desesperación: «Hemos vuelto a fracasar por culpa del individualismo, egoísmo y egocentrismo mal gestionado». Pocas cosas más se pueden añadir, quizás solo que este suspenso general no puede limitarse al ámbito docente, debe hacerse extensivo al entorno familiar de los afectados y a quienes han tenido en sus manos la gestión política y judicial de esta crisis de ramificaciones crecientes.

Mención específica merece la decisión judicial y sus consecuencias y repercusiones. El Govern, desbordado, impotente – «no podemos hacer más», Francina Armengol– y cansado es también reincidente. Lo ha vuelto a hacer. Al igual que le ocurrió con el toque de queda, la jueza le ha obligado a abrir las puertas del hotel Bellver al considerar que el confinamiento de juerguistas camuflados como estudiantes era una decisión política no proporcionada. Superado por los hechos y el pánico a la imagen deteriorada, el Ejecutivo autonómico no ha tenido tiempo de vestir con argumentos unas decisiones impuestas por la urgencia y a las que el desarrollo de los acontecimientos parecen conceder crédito.

No se ha demostrado que los contagiados hayan estado en contacto con sus compañeros, dice la magistrada ante el espejo de la Fiscalía y el Tribunal Supremo, pero obvia la óptica del ángulo opuesto, porque el goteo de positivos, en cada movimiento del colectivo, sí parece demostrar que la relación ha sido contante y que los grupos burbuja solo eran una buena insistencia en vano de Mercedes Garrido.

«Libertad» ha sido el grito del juego de guerra en los balcones del hotel Bellver ¿Libertad de movimiento caprichoso o libertad superior y segura para garantizar la salud de todos? Quien resuelva el interrogante habrá superado el máster de cruda y dura realidad.

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