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Opinión

El Gobierno británico, a bofetadas por Mallorca | Por Matías Vallés

Magaluf, casi vacío.

Mallorca es el destino del Reino Unido. El único, salvo que alguien desee tomarse en serio a Malta (dos millones de turistas anuales) o Israel (cinco), que sumados no alcanzan ni la mitad de la potencia de fuego y alcohol de Balears. A propósito, solo los malteses pueden presumir de un color verde sin reservas, porque los mallorquines deben contentarse con la «green watchlist». Liberados, sí, pero bajo severa vigilancia, un dato especialmente sensible el día en que la comunidad vuelve a superar el índice de cincuenta contagios.

Londres no solo singulariza a Balears como el único destino turístico digno de tal nombre, sino que el gabinete de Boris Johnson llegó a las manos en su disputa sobre el coloreado mallorquín. El mismo miércoles en que España volvía a llenar los estadios, los ministros del Reino Unido se liaban a bofetadas para emitir un semáforo que solo modifica sustancialmente la situación de Mallorca. De ahí el retraso de dos horas en la comunicación del veredicto.

El día en que Balears consideraba la anexión al Reino Unido como una bendición, Bélgica prohibía la entrada de británicos en su país. Derribando otro mito, Israel admitía 120 nuevos contagios en un solo día, con la particularidad de que cuarenta de ellos correspondían a personas vacunadas. La única certeza del regreso de los británicos es que la cepa india se hará hegemónica en Mallorca.

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