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Opinión

Como si hubiera creado una nueva partícula | Por Matías Vallés

Carot toma posesión como rector de la UIB recordando “lógicas discrepancias” con Huguet

Las imágenes de Jaume Carot como rector recién inaugurado muestran el semblante de una persona que ha accedido a una versión inédita del éxtasis. La física teórica siempre ha rimado con la mística, Juan Diego puso la misma cara al interpretar a San Juan de la Cruz.

El nuevo portavoz de los catedráticos no es a priori el mejor rector imaginable de la UIB, pero ostenta sin duda el título de la persona más feliz por haber alcanzado el cargo. Se siente más satisfecho que si hubiera descubierto, o mejor creado, una nueva partícula subatómica. Conviene no olvidar aquí los celos mal disimulados hacia su discípula Alícia Sintes, demasiado vinculada a la palabra Nobel para no modular una onda gravitatoria de envidias a su alrededor.

A Carot le bastaría con repasar la lista de ocupantes del rectorado para sosegar su entusiasmo. Los siete sabios de Grecia no son. La mayoría se hundieron en una mullida discreción, la marca de fábrica de Antoni Ribera, Avelino Blasco y nuestra amada Montserrat Casas, un raro ejemplo de dignidad en la cúpula del campus pero la autora de la introducción en política del actual depositario del cargo.

Qué puede decirse de las ansias regeneradoras de una institución que recalienta a Llorenç Huguet para devolverlo al sillón, y garantizar así el imperio de Lampedusa. De haberse presentado, el menorquín hubiera arrasado de nuevo a los pintorescos candidatos de la actual edición. No hay nada que la UIB rechace con mayor vehemencia que la hipótesis del progreso.

En efecto, faltan en el nomenclátor anterior las dos figuras capitales al frente de la Universitat, el fundador Antoni Roig y el consolidador Nadal Batle. En realidad, es ofensivo constreñirlos al claustro, porque su longa manu los convierte en figuras capitales de la transición política. En el caso del segundo, alargó en exceso la extremidad mencionada.

El problema no es el escalafón de la UIB en el mundo, sino su débil papel en Balears

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Roig es uno de los científicos más relevantes de la historia de España, no solo por haber prohijado y sacado de apuros antifranquistas a Rubalcaba. A Batle le daña la estampa de santo laico que le concede el único independentismo español incapaz de colocar a un diputado en el Congreso, canonización que cuesta conciliar con el epicureísmo del consagrado.

Es más agradecido retozar en la herencia de Roig y Batle que presagiar una UIB bajo Carot, que cumpliría con las expectativas si se limitara a publicar los exámenes de Selectividad en catalán o castellano, en vez de redactarlos en castellano y catalán a la vez. El nuevo rector plantea el dilema de la edad límite para conceder una segunda oportunidad a una persona. El pasado viernes diluyó sus opciones, al publicarse en el Diari Oficial que renunciaba a un cargo de asesor de Huguet que nunca había reconocido. Tal para cual.

Abundan los estudios no demasiado alentadores sobre el papel de la UIB en el mundo. Sin embargo, desde el nacionalismo de campanario que impera entre los catedráticos de la institución, sería más oportuno interrogarse sobre su débil papel en el entramado balear. Tal vez por falta de fuelle indagador, la única residente mallorquina de proyección internacional de la que se recuerda una opinión sobre la Universitat es Annie Lennox. En efecto, la cantante de Eurythmics y musa de Microsoft proponía dinamitar el campus, ante la salvajada urbanística que comportaba la destrucción del entorno rural.

Emboscado tras los dos rectores precedentes, Carot sale a la luz. Es inverosímil que afronte de cara el escándalo Minerval bajo su competencia, o el acoso de un catedrático a una subordinada, donde los dueños de la UIB se han alineado de parte del agresor. A cambio, el rector de semblante iluminado debe evitar el error de principiante de imaginar que cuenta con el apoyo de Armengol, volcada por disciplina con la socialista Carmen Orte.

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