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Acuerdos socialcomunistas | Por Matías Vallés

Reunión de la Mesa de Diálogo Social en el Consolat de Mar.

Así en Madrid como en Mallorca, nunca se había registrado tal número de acuerdos entre las patronales, los sindicatos y un Gobierno y un Govern que comparten el epíteto de «socialcomunistas», pronúnciese con tono insultante. El énfasis dominante en que Sánchez y Armengol pactan con independentistas y proetarras, pronúnciese con tono derogatorio, no debería ocultar que han alcanzado la paz económica en medio del mayor seísmo de sus respectivos países.

La escalofriante prolongación de los ERTE, porque alguien tendrá que pagarlos, la inclusión de los fijos discontinuos o del victimario de Thomas Cook en las ayudas y el mantenimiento de subidas pactadas antes del coronavirus, obligan a sospechar incluso la germinación de una fraternidad antinatura en los conciliábulos de los diálogos sociales.

En una regla que sirve tanto para el indulto del procés como para un ERTE, los acuerdos se alcanzan con los enemigos, y se supone que son innecesarios con los amigos. Todo lo cual funcionará mientras se respeten dos principios básicos. El primero de ellos establece que hemos enfermado por encima de nuestras posibilidades, así que la verdadera pandemia económica todavía no ha comenzado. El segundo debe recordar a los ilusos socialcomunistas la evidencia de que el trato amable no modifica las esencias. El Govern puede instruir al Gobierno, sobre los antecedentes de Pactos de Progreso que creyeron haber conquistado a los pequeños empresarios con generosas aportaciones. Hasta que llegó el chasco del voto.

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