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Solidaridad mallorquina contra el hambre en Katmandú

Hugging Nepal, impulsada por la palmesana Maria Vives, reparte comida en plena pandemia

La mallorquina Maria Vives organiza la cola en el reparto de comida en Katmandú.

Con el terremoto de 2015 en Nepal, que dejó más de 9.000 víctimas mortales, la mallorquina Maria Vives se puso manos a la obra para aportar su granito de arena a la reconstrucción de un país devastado. Seis años después y con el seísmo como una lejana pesadilla, sus ganas de ayudar han servido ahora para luchar contra el hambre en la capital nepalí de Katmandú, donde el confinamiento por la pandemia ha dejado sin ningún tipo de recurso a cientos de personas, que ahora recurren al reparto de comida de la organización Hugging Nepal.

Cuando empezaban a cerrarse las heridas del devastador terremoto de 2015, Nepal se ha visto sacudido como el resto del mundo por la pandemia del coronavirus, cuya segunda ola ha obligado a confinar de nuevo este mes el país. Sin protección social ni ningún tipo de ayudas, debido al confinamiento miles de personas se han visto sin ningún tipo de recurso en una sociedad donde es habitual vivir con el jornal del día de actividades como la venta ambulante, el transporte de cargas o diferentes servicios en la calle. Ya ocurrió en el primer confinamiento de abril y ya estuvo ahí para dar una respuesta la profesora mallorquina Maria Vives.

Vives entrega una ración de comida a un niño. |

Vives, que se instaló como profesora de castellano en Katmandú en 2015, es la impulsora de la oenegé Hugging Nepal, que puso en marcha al topar con el seísmo al poco tiempo de instalarse. La organización, financiada a través de donaciones y registrada en Mallorca, nació para ayudar en tareas de reconstrucción, especialmente de colegios, así como para impulsar proyectos educativos.

Confinamiento desde abril

Sin embargo, con la pandemia la organización ha ampliado su labor a la lucha contra el hambre. «Nos hemos adaptado a la situación, teníamos otros proyectos, pero los hemos apartado», cuenta Vives en conversación telefónica desde Katmandú tras acabar una nueva jornada de reparto. Durante el primer confinamiento la oenegé ya empezó a cocinar y a repartir comida diariamente para los más necesitados en distintos puntos de la ciudad de Katmandú. «La pandemia ha afectado sobre todo a la gente que vive al día, que tienen trabajos del día a día, de venta ambulante, y se han quedado sin recursos», explica la situación Vives. Con el reparto del primer confinamiento, la oenegé cayó en la cuenta de algo, que haría darle una vuelta más a su labor: «Nos dimos cuenta de que aquí no hay comedores sociales».

Un niño come con su madre en el comedor de Hugging Nepal en Katmandú. |

Ante ello, Hugging Nepal abrió en diciembre un comedor social para el que contrató cocineros locales y donde sirve un plato típico local, el dhal bat, a base de arroz, legumbres, verduras y pollo o pescado. «En el comedor cobramos un precio simbólico de 50 rupias, que son unos 30 céntimos, que no cubre gastos. Viene gente que trabaja en la calle, que comparte habitación con tres o cuatro personas y que si no fuera por nosotros, gastaría más en malcomer. En el comedor les permitimos comer de manera saludable y que puedan dedicar lo que ganan a otras necesidades, como libros para el colegio de sus hijos», explica cómo funciona, Maria Vives.

"Nos hemos adaptado a la situación", explica la mallorquina el trabajo de la oenegé a raíz de la pandemia en Nepal

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Con el segundo confinamiento decretado en Nepal el 29 de abril y que debería finalizar esta próxima semana, pero que se prevé que se alargue ante la alta incidencia de contagios, el comedor ha tenido que cerrar y ha vuelto el reparto en la calle. «Ahora cocinamos en la cocina del comedor, porque en el primer confinamiento lo hacíamos en la cocina de un hotel cerrado donde nos dejaron», recuerda el trabajo en la primera ola de la pandemia.

Dos hombres comen dhal bat, un plato típico de Nepal.

Estos días, largas colas se agolpan en los puntos de reparto donde Hugging Nepal vuelve a repartir comida gratuitamente. «Creo que lo que hacemos es bonito», se muestra satisfecha del trabajo realizado por la oenegé, esta mallorquina. «Pedimos colaboración, que siempre hace falta», envía como mensaje esta profesora palmesana a Mallorca, de la que ella ha puesto con su ayuda el pabellón muy alto en Katmandú.

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