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OPINIÓN

Dueño de bar y epidemiólogo

Un prolífico sanitario firmaba sus artículos impagables «Médico y comunicador». En el comentario a su prosa, un lector se identificó como «Fontanero y comunicador». Las profesiones de moda evolucionan, y el Govern rebautiza ahora a los restauradores de toda la vida en «Dueño de bar y epidemiólogo». Estos empresarios deberán decidir si la covid se contagia más en el interior de sus establecimientos o en las terrazas, probablemente tras el detenido examen de la documentación científica al respecto.

El feliz descubrimiento de un virus de interiores y otro de exteriores, a detectar por el empresario, confirma que la regulación se guía por criterios estrictamente epidemiológicos. Y mientras se enreda con el debate bizantino para limitar las concentraciones en recintos exiguos, se promueve la llegada de millones de turistas alemanes, amontonados en el aeropuerto sin limitación y procedentes de un país que ahora mismo triplica ampliamente la incidencia del virus en Mallorca.

El interiorismo epidemiológico no solo demuestra que los excesos reglamentistas conducen al disparate. Este truco de prestidigitación mantiene la doble vía de los nativos amarrados, mientras se liberaliza el flujo de extranjeros más contagiosos. El Govern y su brazo ejecutivo del Tribunal Superior han de explicar por qué hoy mismo rige en Balears un toque de queda del que están exentas otras catorce regiones españolas, todas ellas con peores datos de la pandemia. En efecto, es una ciencia de quita y pon. Los comunicadores salían más baratos.

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