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La UIB suspende de empleo y sueldo al catedrático que coaccionó a una profesora

Lucrecia Burges recibe el primer respaldo de la Universitat pero Miguel Beltrán, profesor de Ética, ha recurrido la sanción de seis meses paralizada así en lo contencioso

Lucrecia Burges y Miguel Beltrán.

La Universitat de les Illes Balears ha tardado años en reconocer el hostigamiento de Miguel Beltrán, catedrático de Ética, a su subordinada la profesora Lucrecia Burges, que se plasmó por la vía penal en una condena por coacciones al autor de los «actos de acoso» que hasta ahora habían dejado indiferente al rectorado. Finalmente y a punto de acabar el mandato de Llorenç Huguet, la UIB ha suspendido de empleo y sueldo durante seis meses al docente, que cumple una sentencia a otros tantos meses de cárcel y dos años de alejamiento que el Supremo no consideró necesario ni revisar. Sin embargo, el ahora sancionado ha recurrido por la vía contenciosa, con lo cual la medida disciplinaria quedará empantanada en los tribunales.

El viernes 23 de abril, Burges recibía la primera llamada del rector desde que el Supremo otorgó firmeza a la condena del catedrático, el pasado octubre. Huguet comunicó a la víctima que la sentencia penal había conllevado la incoación del expediente, cerrado con el medio año de suspensión a Beltrán.

El lunes 26 de abril, primer día hábil tras la comunicación del rector, eran los servicios jurídicos de la UIB quienes se ponían en contacto con Burges. Le transmitieron que el catedrático condenado iba a recurrir, por lo cual la suspensión también quedaba suspendida, y solo adquiriría firmeza en caso de un nuevo pronunciamiento favorable de los tribunales. Pese a la marcha atrás, la profesora que ha sido representada por Gabriel Lladó considera un triunfo la resolución del expediente sancionador.

Burges denunció ante la justicia en 2016, y el primer proceso tuvo lugar ante un juzgado de lo Penal en 2019. La sentencia condenatoria inicial fue avalada aunque corregida por la Audiencia, que mantuvo la tesis de que el acoso laboral no estaba penado cuando se produjeron los hechos. Ni siquiera el rechazo del Supremo a abordar la casación motivó al rectorado de la Universitat, que durante todo el procedimiento mantuvo una actitud escorada hacia el condenado.

El silencio de la UIB ante las coacciones que todo el profesorado conocía, y que la edulcorada versión oficial atribuyó siempre a discordias internas de un departamento, se propagó a los diversos entes feministas de la Universitat, que no emitieron ni un solo manifiesto sobre la persecución física y con insultos concretos como «zorra», sufridos por la profesora de labios del secretario del catedrático.

Solo los alumnos, y en especial sus asociaciones feministas, salieron en defensa de Burges. Conforme se iban consolidando las sentencias desfavorables al catedrático de Ética, se intensificaron los actos de protesta contra Huguet, siempre al margen del profesorado. La protección del rectorado a Beltrán llegó al extremo de que un reducido círculo de docentes de Filosofía, perfectos conocedores de los hechos, reprocharon la conducta equidistante de la cúpula de la UIB en una carta abierta.

Dado que la distancia exigida por la sentencia no podía mantenerse en la sede del departamento de Filosofía, el rectorado desplazó salomónicamente al catedrático desde el campus hasta el edificio de Sa Riera, en el núcleo palmesano. El alejamiento seguirá vigente hasta finales de 2022, la profesora coaccionada no se ha desplazado al complejo situado junto al Instituto Ramon Llull desde que se adoptó la medida.

No todos los alumnos mostraron su conformidad a que un condenado por coaccionar a una colega y subordinada impartiera la asignatura de Ética. Finalmente, la pandemia ayudó a solventar la situación, al imponer la docencia telemática. La UIB tiene su propia plataforma digital con imagen y sonido, pero las clases de esta asignatura se han ofrecido a menudo solo en audio.

Aunque paralizada por el recurso, el solo hecho de una sanción con la vitola de la UIB sorprendió a la víctima de las coacciones. Los dos candidatos a suceder a Huguet han respondido con evasivas, al ser interpelados sobre su posición respecto a las amenazas. Tanto Jaume Carot como Carmen Orte eludieron un pronunciamiento claro y apostaron por medidas «privadas» para afrontar un delito. En un túnel próximo al campus todavía luce el graffiti «Lucrecia, no estás sola». Ningún profesor de la UIB es sospechoso de haber llevado a cabo la pintada.

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