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Lletra menuda | Vacunarse es un resignado acto de fe

Vacunarse a ojos cerrados y dando por bueno el contenido del pinchazo asignado a tu franja de edad o situación personal. Antes de acudir al centro de vacunación hay que mirar las noticias de última hora porque lo que anoche era seguro esta mañana está infectado de incertidumbres. De esta tesitura estamos presos.

En estas condiciones, vacunarse no es solo un mal menor, requiere de mayor esfuerzo personal para ascender a resignado acto de fe mientras se barajan riesgos potenciales del AstraZeneca, la covid-19 en sí, o el calmante a tomar para mitigar el efecto de la eficacia de la inyección recibida.

Los políticos fijan franjas de edad que los científicos no se atreven a delimitar. La Agencia Europea del Medicamento ejerce de Pilatos con el jabón suave de «posibles vínculos» de trombo. La consellera Gómez apuesta por la seguridad de la escasa Pfizer. Alemania abre la vía de la compra directa de la rusa Sputnik mientras aquí las negociaciones de Miquel Munar topan con Bruselas, la diplomacia y el estado de alarma. Manacor abre el hipódromo como nuevo centro de inoculación masiva y los antivacunas se plantan ante él advirtiendo del peligro de convertirse en conejillo de indias.

El 6,4% de los españoles quedaron vacunados ayer. Son los primeros creyentes de una fe necesaria porque falla la lógica estable de la razón en la vacunación.

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