Cuando se cumple un año desde que la Organización Mundial de la Salud declarase el SARS-CoV-2 como pandemia y justo cuando el mundo está avanzando decididamente para alcanzar la inmunidad funcional, ha llegado el momento de trabajar para maximizar las posibilidades de recuperación económica de Baleares.

En este quehacer, la elevada especialización turística del archipiélago obliga a considerar, en primera instancia, el impacto que la covid-19 ha ejercido sobre el turismo. No solo coyunturalmente, dadas las dificultades de operar que han impuesto las restricciones a la movilidad y a la actividad, sino también estructuralmente, dada la aceleración que han experimentado determinadas megatendencias que inciden de lleno en el desarrollo del turismo.

Es partiendo de este doble impacto que se entiende el título que encabeza este artículo, pues Baleares, más que ninguna otra región, se ve obligada a catalizar el cambio estructural y reformular los fundamentos de su actual posición competitiva para liderar, bajo una óptica renovada, un turismo responsable y sostenible.

Para ello, de ahora en adelante, será fundamental ir más allá de la lógica turística que durante años se ha centrado en la promoción y atracción de un número cada vez mayor de visitantes y, en su lugar, apostar por una estrategia orientada a reforzar la gobernanza turística del archipiélago, de cada una de sus islas y enclaves turísticos. Porque el turismo ya no puede ser visto simplemente como un producto ligado a satisfacer necesidades elementales de ocio, ni siquiera como una actividad económica que involucra a uno o varios segmentos productivos, sino que debe tratarse como un sistema complejo de relaciones e interacciones de múltiples actores y subsistemas que inciden en la comprensión, planificación y gestión del turismo.

Las ventajas de adoptar esta visión sistémica son numerosas, si bien la más importante tiene que ver con el hecho que potencia el rol del turismo como tractor de la transición hacia una economía más verde, digital e inclusiva. Y es que, entre otros, el turismo tiene capacidad para impulsar la arquitectura bioclimática, la agricultura regenerativa, la energía renovable, la cultura creativa, la movilidad sostenible, la tecnología catalizadora de soluciones circulares, la formación integral y, en definitiva, el desarrollo inclusivo en el que cada individuo tiene la oportunidad de contribuir y beneficiarse del turismo.

Pero para ello, el desempeño del turismo, de ahora en adelante, ya no podrá seguir midiéndose exclusivamente por cuestiones de volumen, ya sea en forma de llegadas, pernoctaciones, gasto total…. Y es que, esta forma de medir no solo sesga la noción de ‘éxito’ o ‘fracaso’ del turismo, sino que conlleva análisis parciales que impiden contemplar los condicionantes ambientales y sociales que caracterizan el contexto en que se desarrolla el turismo. Será preciso, pues, cambiar las reglas de medición y considerar, por ejemplo, la relación que mantiene el turismo con el ciclo del agua, del carbono, de la energía, del nitrógeno o con la cadena trófica… para cambiar también la toma de decisiones.

No faltan razones para avanzar en esta dirección y asentar un modelo turístico capaz de conjugar una amplia multiplicidad de dimensiones (económica, social, ambiental, cultural, tecnológica…) como si de un poliedro se tratara. Más cuando, en un contexto disruptivo como el actual, la especialización en actividades de elevado valor (vs volumen) ha demostrado ser la mejor estrategia para hacer frente a los embates que imponen los rápidos cambios económicos y sociales que vivimos.

Baleares encuentra en el sistema turístico, sin duda, un buen aliado. Primero, el archipiélago se diferencia del resto de países y regiones europeas, precisamente por el expertise que aglutina en torno a las actividades directamente relacionadas con la cadena de valor turística. Y la competitividad global de una región solo se puede impulsar desde aquellos segmentos productivos en los que se sabe mucho y, sobre todo, más que el resto. Y, segundo, porque buena parte de las palancas de competitividad que Baleares necesita activar para mantener su posición en el mundo son activables desde el turismo, sobre todo, el talento, la digitalización, la sostenibilidad.

Priorizar estas palancas situaría a Baleares en línea con las diversas iniciativas lanzadas por la Comisión Europea para ayudar a las regiones de la UE a levantar las empresas en un contexto más verde, resiliente y digital, el cual se erige, ahora, en un gran aliado para dar respuesta al gran desafío que nos ha impuesto la pandemia.

La clave está en reconocer el sistema turístico como estratégico y pensar en grande, favoreciendo el desarrollo de proyectos de inversión con potencial transformador, que impulsen la creatividad y la innovación en muchas áreas y atraigan talento hacia las islas. Entramos en la era de la inteligencia y la creatividad, no en la de las industrias pesadas, y de la mano de un buen manejo del sistema turístico podemos no solo poner en valor el diamante, que, por su riqueza histórica y natural, constituye nuestro archipiélago, sino satisfacer las aspiraciones de progreso de nuestra sociedad.