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Cabrera, laboratorio nacional contra el cambio climático

La metodología empleada para obtener escenarios tridimensionales virtuales de los fondos marinos se podrá aplicar en todos los parques nacionales con zonas marítimas protegidas

El equipo investigador.

VirtualMAR es un proyecto científico financiado por Parques Nacionales y desarrollado por el Instituto Español de Oceanografía (IEO) y la Universidad de Cantabria que escogió el parque nacional marítimo terrestre del archipiélago de Cabrera como escenario para experimentar nuevas técnicas de investigación en el medio marino que más tarde podrán ser aplicadas en todos los parques nacionales con parte marítima, comienza explicando Elena Prado, jefa de la campaña desarrollada a bordo del buque oceanográfico Ramón Margalef entre los pasados 23 de febrero y 3 de marzo.

«El objetivo era conseguir escenarios virtuales de los fondos marinos de Cabrera para poder monitorizar el cambio climático en hábitats vulnerables marinos», puntualiza Prado. Para conseguirlo, se usaron cámaras de vídeo de última generación adaptadas al medio submarino así como pequeños ROV, vehículos submarinos manejados de forma remota.

«A las imágenes obtenidas les hemos aplicado técnicas fotogramétricas para poder hacer reconstrucciones en tres dimensiones de esos fondos marinos y así conseguir tener un escenario virtual en nuestro propio ordenador con el que podremos trabajar midiendo volúmenes y alturas. De esta manera, conseguiremos evaluar los efectos del cambio climático sobre ellos volviendo a esos fondos de forma periódica para poder comparar los cambios de forma precisa», explica la jefa de la campaña.

¿Y cuál ha sido la razón de aplicar esta novedosa técnica en una investigación marina? «En un área protegida no puedes usar métodos invasivos ya que si no, el propio estudio podría causar daños sustanciales en la misma zona que intenta proteger», responde Prado.

El equipo investigador.

En la campaña se contó con buzos que grabaron imágenes de los hábitats someros de Cabrera, aquellos situados hasta los cincuenta metros de profundidad, y los citados vehículos submarinos remolcados que las captaron en los 150 metros aunque su capacidad de inmersión era mucho mayor (hasta los 2.000).

«Los buzos tomaron imágenes de los tres hábitats representativos del parque que eran el objetivo del proyecto: los fondos coralígenos, las praderas de posidonia y las cuevas. Los ROV se usaron para grabar imágenes de las formaciones de Maerl a unas profundidades donde no pueden llegar los buzos», continúa la jefa de campaña.

Porque la campaña también consistió en probar y desarrollar equipos para la investigación marina. «Se aprovechó para experimentar con técnicas acústicas de precisión, se hicieron batimetrías de alta resolución y se grabó con cámara de 360 grados. Más tarde, todo el material obtenido lo convertimos en tridimensional», apunta la responsable.

Reconstrucción en 3-D.

A Elena Prado, pese a que no le faltan elogios sobre la riqueza y gran variedad de hábitats que albergan los fondos marinos de Cabrera, se le ha quedado clavada una espina: no explorar las zonas más profundas del parque nacional, aquellas situadas a partir de los mil metros y hasta los dos mil. Una inquietud que comparte con Maria Francesca López, la directora del espacio natural.

«En una zona como esta, bien protegida y regulada, que es un santuario marino, podríamos hallar hábitats no cartografiados hasta ahora y con un gran interés ecológico», se ilusiona.

La otra persona que nos puede ahondar sobre este proyecto es Francisco Sánchez, su veterano investigador principal que reitera que lo principal del mismo es aplicar en Cabrera metodologías no invasivas para poder estudiar espacios marinos vulnerables sin afectar a sus ecosistemas.

Preparando el escenario.

Los métodos investigadores tradicionales en el mar, con dragas y extracciones de material muy lesivas, son ya una foto del pasado, subraya Sánchez regocijándose de antemano de que, con estas nuevas tecnologías, se podrá evaluar con mayor precisión los efectos sobre estos hábitats sumergidos no solo del cambio climático, sino también del turismo y de la proliferación de los plásticos.

«Estos proyectos necesitan una fuerte financiación y menos mal que tenemos detrás a Europa», señala recordando la escasa inversión que en este país se dedica a la investigación científica. Y más aún en un medio, el mar, que abarca el 70% de un planeta mal llamado tierra.

«Han llegado más astronautas a la Luna que a las Fosas Marianas», lamenta el investigador el desconocimiento que todavía se tiene sobre la inmensa mayoría de la masa marina y congratulándose al mismo tiempo de que cuando la UE declara un área marina protegida, es de obligado cumplimiento que el país que la alberga le haga un seguimiento constante.

Sánchez revela que inicialmente a Cabrera solo iban a ir con buzos pero que un presunto descubrimiento de bosques de gorgonias a mayor profundidad por parte de la organización Oceana les hizo finalmente embarcarse con los vehículos submarinos.

Un buzo tomando imágenes.

«Pero el resultado ha sido desolador. Entre los 50 y los 150 metros no solo no encontramos las gorgonias, sino que tampoco hemos hallado comunidades ricas, tan solo zonas sedimentarias (arenosas, fangosas) pobres», lamenta.

Este investigador recuerda que el Mediterráneo es oligotrófico (con niveles muy bajos de nutrientes en suspensión) y que, por tanto, alberga menos vida que otros mares más ricos. Pero pese a ello no descarta que a mayores profundidades, la riqueza de Cabrera mejore. «Tal y como ocurre en algunos puntos de Italia donde a profundidades de entre 600 y 700 metros hay importantes comunidades de gorgonias y corales, el talud continental de Cabrera puede albergar zonas donde se hayan asentado las rocas y haya una mayor producción biológica», confía.

De lo visto en Cabrera, Francisco Sánchez se declara sorprendido del buen estado de conservación de las praderas de posidonia así como de las cuevas, que en el parque nacional no se han visto tan afectadas por el efecto nocivo de las burbujas de los submarinistas de recreo que, revela el experto, si no se adoptan precauciones, pueden llegar a dañar los organismos que viven y crecen en sus techos. «Las bóvedas de las cuevas de Cabrera son una explosión de biodiversidad», concluye este experto revelando que, en sus inmersiones en el parque, también han visto nacras vivas, pero no de la variedad Pinna nobilis con la que está acabando un protozoo en casi todo el Mediterráneo.

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