Laurence Boone, economista jefe de la OCDE o patronal de los países ricos, acaba de urgir a España a acelerar la vacunación. El aviso resuena de modo especial en Baleares, que vacuna un cincuenta por ciento menos que la media estatal. Según los datos del ministerio de Sanidad correspondientes al siete de marzo, la relación es del 6,95 al 9,96 en la primera dosis, y del 2,02 al 2,92 en la segunda.

La fecha del domingo pasado es simbólica, porque se cumplían las diez semanas desde la llegada de las primeras dosis de la vacuna Pfizer. Al ritmo actual de un 0,2 por ciento semanal, se necesitarían quinientas semanas para culminar el proceso. Multiplicando por diez la velocidad actual, aún se requerirían más de cuatro años para inmunizar a la población.

Si bien ha padecido una discriminación en la cantidad de fármacos recibida, Balears también figuraba hasta la semana pasada a la cola del porcentaje de vacunas administradas. A lo largo de este año, el Govern ha anunciado al menos en dos ocasiones que dejaría de guardar las segundas dosis.

La Comunidad Valenciana figura en la penúltima posición, y el domingo había vacunado un doce por ciento más que Balears, hasta el 2,25. Asturias ofrece la contraimagen, al liderar la clasificación casi doblando los niveles de la colista en la primera dosis (13,05 frente a 6,95) y duplicándola ampliamente en la segunda (4,38 frente a 2,02). La región asturiana también está gobernada por el PSOE, y se ha visto favorecida por el reparto del Gobierno.

El descenso de los contagios se produce homogéneamente en las regiones españolas, sin guardar correlación con la vacunación. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, acaba de reconocer que AstraZeneca suministra «menos del diez por ciento de las dosis contratadas». Johnson&Johnson también ha confesado sus problemas para cumplir con las entregas comprometidas.