La Escuela Universitaria de Odontología de Adema, adscrita a la UIB (universidad pública de Baleares), ha patentado un dispositivo de cierre que permite adaptar la mascarilla quirúrgica al contorno facial para evitar que entre o salga aire por los laterales al llevarla puesta.

Así lo ha explicado el presidente del patronato de esta escuela universitaria, Diego González, quien ha señalado que "el tejido sobre el que hay evidencia técnica frente al riesgo biológico lo tiene la mascarilla quirúrgica", por lo que el dispositivo de cierre que se ha patentado es para este tipo de protección.

Un instituto de investigación textil ha certificado que la combinación de mascarilla quirúrgica 2R, junto con el dispositivo de cierre diseñado por Adema, supera las pruebas de fuga de aire. El cierre está fabricado en un material biodegradable, una resina termoplástica que, al calentarla, se adapta al contorno facial de cada persona.

González ha recalcado que la mascarilla quirúrgica, "que se ha utilizado toda la vida en el ámbito clínico, cumple la norma UNE 14683 que la acredita como producto sanitario", al superar pruebas de impactación de materia contaminante orgánica de diferente calibre, así como de salpicadura.

Sin embargo, las mascarillas filtrantes, las FFP, cumplen otra normativa (UNE 149) que depende de organismos de Industria para equipos de protección individual (EPI) y pasan pruebas frente a ensayos de filtrado de productos inertes, "pero no de riesgo biológico", advierte.

"Las catalogadas por Industria como EPI hasta ahora, se utilizan para materia inerte y no para productos de riesgo biológico ni en el ámbito sanitario y, de hecho, no pasan la prueba de eficacia de filtrado biológico, que sí pasa la mascarilla quirúrgica", precisa sobre la disparidad entre ambas.

Ante esa evidencia, la escuela universitaria Adema empezó en marzo del año pasado una investigación en busca del método más sencillo para fortalecer la mascarilla quirúrgica, cuyo tejido "es muy bueno y es bidireccional, pero tiene la debilidad del cierre periférico, sobre todo en la inhalación, porque puede entrar aire del entorno contaminado por aerosoles".

El dispositivo de cierre ha sido desarrollado por un equipo formado por doctores en odontología, especialistas en salud laboral, físicos, y especialistas en prevención, microbiología y enfermería. "Diseñamos diferentes técnicas, en busca de algo accesible, económico y universalizable", detalla González.

"Por la evidencia científica y por las características técnicas, el mejor tejido era el de la mascarilla quirúrgica 2R y para cerrarla generamos un contorno facial de material biodegradable, adaptado a cada persona, para que hubiese las mínimas aberturas y que el aire entre todo filtrado por el tejido", señala.

Ante la proliferación de recomendaciones sobre las mascarillas filtrantes, González cree que no está acreditado científicamente que las mascarillas FFP2 protejan mejor contra el coronavirus.

"Incidimos en la importancia de que el tejido sobre el que hay evidencia técnica frente al riesgo biológico lo tiene la mascarilla quirúrgica, y de las mascarillas FFP no hay evidencia científica de que sean mejores", aclara.

Adema no fabrica el cierre que ha patentado, pero lo ha puesto a disposición de productores con impresoras 3D "para que puedan llegar a comercializarlo de la manera más económica".