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Opinión | Con la calle detrás se negocia más a gusto; por Matías Vallés

Una calle de Palma. Guillem Bosch

La manifestación del próximo viernes dobla la apuesta y no oculta su programa político, de atender al populoso foro de Telegram bajo el epígrafe de «Barmengol dimisión». El éxito de la convocatoria depende de su prohibición, los empresarios que promovieron la cita de una semana atrás se desmarcan o incluso se fingen ofendidos al verse rebasados en sus pretensiones. En realidad, les asusta verse desplazados por sus trabajadores en la magnitud de la protesta.

Pese al distanciamiento aparente, las patronales saben que con la calle detrás se negocia más a gusto, y sin tener que abandonar los despachos climatizados. En tiempos ortodoxos, sorprendería contemplar a los empresarios aplicando la lógica marxista de tender la mano, con la amenaza de una fuerza de choque movilizada.

Los empresarios no temen una deriva ultraderechista de sus empleados, porque de algún sitio surgen los 80 mil votos de Vox en Balears en las últimas generales. Las patronales acomodaticias sienten el mismo pánico que sus socios del Govern, ante la inesperada competencia de un espontáneo deslenguado. Porque Pimem o Caeb ya demostraron en singladuras como el REB que forman parte de la estructura del ejecutivo. Cobrando, claro.

La manifestación del pasado martes no tiene nada que ver con la toma del Capitolio, pero todos los asistentes habían paladeado y digerido las imágenes del asalto de Washington. Las multas masivas de Aina Calvo, que no ha intervenido en las comidas también multitudinarias de su ministro de Agricultura, serán contraproducentes si la ira resulta verdadera. De momento, la sensatez ausente en el Consolat y en la Delegación del Gobierno queda en manos de la policía, que mantuvo ejemplarmente la calma en el asalto inicial. Sus superiores políticos se lo ponen cada vez más difícil.

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