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No se necesita un REB, sino un REV | Por Matías Vallés

Si al aparecer la cepa británica del coronavirus se hubiera preguntado qué zona española se vería más afectada por esta variedad hiperactiva, la respuesta hubiera sido inmediata. Mallorca ya acogió al segundo paciente del país, que también era inglés para demostrar que la jaleada conectividad con los gigantes europeos tiene consecuencias. El virus es un turista que viaja en avión.

Mallorca debía capitanear la penetración de la cepa británica porque ya había liderado la propagación de la pandemia en Europa durante la segunda y tercera olas, porque es la comunidad más dañada en su PIB por las repercusiones de la covid. Cuesta acumular peores datos sanitarios y económicos que España, pero la isla lo ha conseguido.

En su papel de pionera, Mallorca sabe mejor que nadie que el coronavirus ha mostrado una notable autonomía, y que no ha atendido a restricciones ni relajaciones emanadas de las autoridades. Ante la línea de propagación de la segunda y tercera oleadas, nadie sabría distinguir la sucesiva imposición de las medidas más duras de España, con toques de queda a las diez en Nochebuena y Nochevieja. Tampoco se percibe el famoso Black Friday. Un cínico diría que, puestos a sufrir una pandemia, su automatismo es preferible a la gestión pública.

Si al aparecer la vacuna se hubiera preguntado qué zona española recibiría una proporción menor de dosis, dato que además empeoraría no suministrándolas, la respuesta también era inevitable. Mallorca no necesita tanto un REB como un REV, un Régimen Especial de Vacunación.

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