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Lletra menuda | Sin contingencia solo quedan buenos deseos

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El 31 de diciembre, para los adultos descreídos con los Reyes Magos, es el gran día de la ilusión, la esperanza y el intercambio de buenos deseos. En la entrada del 2021 conviene darle relevancia de fiesta mayor porque es el único recurso disponible ante un panorama crudo y muy incierto. Las calles rebajadas a la luz rutinaria de la soledad en hora temprana, que debería ser de algarabía popular, no son más que reflejo de la realidad, triste y resignada que sin embargo se asume como única vía disponible para empezar la remontada desde los infiernos de una pandemia que halla en nosotros mismos a unas excelentes marionetas.

Antes solo habíamos oído hablar de miedo en tiempos bélicos o, a lo sumo, ante un desplome bursátil sobrevenido. Ahora es el término que usan los médicos ante un panorama creciente de contagios que dan por inevitable a medida que avance enero. Será la gran resaca de las fiestas de Navidad y Año que solo han podido celebrarse con números clausus muy limitados. Así de descontrolados estamos. Por tanto, la ilusión y los buenos deseos para el nuevo ciclo anual conviene que se inviertan a medio plazo en prevención de nuevas decepciones. Carlos Villafáfila, el coordinador de la campaña de vacunación, ya ha dejado claro, en declaraciones a este periódico que, a falta de nuevos sobresaltos –Son Espases sospecha que ha llegado la cepa británica– la inmunidad de grupo solo será posible a finales del verano. Hasta entonces, mascarilla y gel al canto.

Pecamos de confiados. Por eso hemos caído en el infierno del descontrol que ahora se recreará con un efecto multiplicador. El Govern no sabe cómo sacarlos de él. Cada día es más probable que las medidas efectivas para orientar Mallorca en dirección a la luz del final del túnel deban adoptarse en Madrid.

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