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Boulevard | Juan Carlos I invitaba a Mallorca a sus donantes

La plantilla de los servicios centrales del Ib-Salut ha aumentado en un veinte por ciento, pero los jefes de sección y de servicio se ha multiplicado por encima del cien por cien

En la foto de Lorenzo, el presidente kazajo y presunto donante de cinco millones Nazarbayev, con Juan Carlos I en La Almudaina.

Tratándose de Madrid, hay que dilucidar si pretende bombear o bombardear las playas para regenerarlas. Aguardo también a que surjan en tromba los testaferros mallorquines de Juan Carlos I, mucho más activos que los Álvaro de Orleans, Arturo Fasana, Dante Canónica o Corinna von Frankenstein. Algunos de los intermediarios locales firman vibrantes manifiestos.

De momento nos conformaremos con reseñar y demostrar que Juan Carlos I invitaba a Mallorca a sus donantes. Por ejemplo, el entonces Rey viajó a Kazajistán en 2002 y, según eldiario.es, recibió cinco millones de dólares en maletines del presidente Nursultan Nazarbáyev, «porque es el rey de un país y no tiene nada, yo le ayudo como puedo». Pues bien, en la foto de Lorenzo que hoy nos ilustra, se puede contemplar la devolución de visita a la isla, en julio de 2008.

La audiencia de Juan Carlos I a su presunto donante Nazarbáyev tuvo lugar en La Almudaina. Cinco millones dan para mucho, por lo que el invitado tuvo derecho a una navegación a bordo del Fortuna. Tampoco faltó la cena en Flanigan. El restaurante de Miguel Arias era la fonda oficial de la Familia Real I con el Emérito. La Familia Real II frecuenta Ola de Mar para marcar distancias con el patriarca.

No sabemos si hubo maletines en aquella visita. Nazarbáyev se alojó en un hotel de lujo, donde pude convivir unas horas con él. Mi conclusión en estos encuentros siempre es la misma, los autócratas se aburren mucho. Miradas al infinito, la languidez enfermiza de quien puede condenarte a muerte. Franquitos en potencia. En mis dos primeros déspotas llegué a creer que les aburría mi presencia, ahora sé que es una enfermedad profesional. El presidente kazajo tenía un lacayo que le sostenía la toalla mientras se secaba, nada envidiable. Nuestro Juan Carlos I compite con otros receptores de maletines de Kazajistán. En concreto, el crápula Bill Clinton y Hunter Biden, el hijo descarriado de Joe, otro dormilón.

La plantilla de los servicios centrales del Ib-Salut se ha incrementado en torno al veinte por ciento en cinco años, mientras que los jefes de sección y de servicio se multiplicaban por encima del cien por cien en otro ejemplo de macrocefalia administrativa. Más mandos que en el ejército español. No todos los agraciados son facultativos, pero por fuerza, me obligan a recordar las palabras de Eric Caumes, jefe de infecciosas del hospital parisino de La Pitié-Salpêtrière, en su libro Urgencia Sanitaria. «El principal problema contra la covid es la penuria de personal. Ni se imaginan el número de médicos dedicados a hacer cosas alejadas de la Medicina». Un fenómeno global.

Recuerden dónde leyeron antes que médicos mallorquines de contrastado currículum y sobrada notoriedad administran el hipoclorito prohibido a sus pacientes de coronavirus. Aquella información suscitó el aburrido escándalo de ordenanza en las redes asociales del rebuzno. Antes de consumir un fármaco, consulto a mi médico, y si mi médico me recetara dióxido de cloro, es probable que cambiara de médico.

Las cartas boca arriba, por comparación con la hipocresía del Colegio de Médicos, que finge espantarse ante la evidencia de que muy cualificados y jerarquizados doctores mallorquines promueven y administran el citado derivado del cloro. Si el Colegio lo sabe, no tiene defensa. Si el Colegio no lo sabe, para qué sirve un organismo de inscripción obligatoria a los facultativos, incluidos los que administran el dióxido de cloro.

Para curarse en salud, el Colegio de Médicos proclama que “denunciará”, en futuro. En muy futuro. De paso, el Colegio “denuncia” ahora en presente muy presente que los medios de información se hagan eco de la administración de una sustancia, algo que está ocurriendo ahora mismo en Mallorca. Es decir, lo grave no es que suceda, sino que se sepa.

Lo único que se pretende es acallar el escándalo, un comportamiento típico de una institución que no levantó un dedo ante la comercialización de productos sanitarios en la Universitat. Tampoco se ha pronunciado sobre la ozonoterapia médica en Ibiza. El tantas veces citado Colegio no ha de sermonear. Tiene que actuar o callarse, y aceptar las consecuencias.

Reflexión dominical teledirigida: «Las televacaciones han tenido menos éxito que el teletrabajo».

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