Las tasas de mortalidad al inicio de 2020 anunciaban un gran año para Balears en este índice, en el sentido de que el número de defunciones estaba claramente por debajo de las registradas en los ejercicios de 2018 y 2019. En los datos semanales recogidos en los gráficos adjuntos se advierte que la línea punteada se halla netamente por debajo de sus predecesoras. Un visitante de otro planeta se asombraría al observar cómo la tendencia se invierte abruptamente a partir de la décima semana, en pleno marzo. En cambio, todo habitante de este planeta asocia las cifras disparadas hasta mayo al recrudecimiento de la pandemia

Si 2020 iba a ser mejor que 2019 en letalidad, también el año pasado aventajaba al anterior. Aunque empezó con un zigzagueo errático, pronto se situó netamente por debajo de 2018, durante las semanas claves de la incidencia de la antigua gripe. La mejoría en tasas de letalidad se consolidaría a partir de septiembre. Se confirmaba así la tendencia gradual a una disminución del número de defunciones, más meritoria si cabe dado el crecimiento demográfico experimentado por Balears. Las expectativas, sustanciadas en una mejoría de la esperanza de vida, volarían por los aires con el coronavirus.

Durante las semanas previas a la explosión de la pandemia, 2020 registraba unos resultados tan espectaculares que rebajaban en decenas de fallecimientos semanales a 2018 y 2019. Hasta el cambio de ciclo, se ahorraron casi dos centenares de fallecimientos, en el sentido de la mejoría de las expectativas estadísticas. Con el giro copernicano de marzo, 2020 se consagra como el ejercicio más mortífero en 27 de las 30 semanas centrales. Los cuatro centenares de defunciones asignados oficialmente a la pandemia aparecen perfectamente reflejados en el gráfico de barras, pero el problema mortal de Balears se debe a los cuatro centenares de muertos inesperados y no atribuidos a la covid hasta la fecha, muy por encima de cualquier previsión o explicación.

El gráfico de barras es un reflejo de las frenéticas montañas rusas que ha supuesto la letalidad del coronavirus en Balears. Siete semanas de duelo, desde mediados de marzo a las mismas fechas de mayo, y casi dos meses de respiro inestable tras el agotamiento de la primera oleada. El paréntesis de junio y julio condujo al espejismo de que la pesadilla había concluido. En la primera semana del verano se presenta el fenómeno insólito de que las muertes quedan en menos de veinte sobre los fallecimientos probables. Muy pronto se restituirá la preponderancia del coronavirus.

La hipótesis de una ocultación de la magnitud de la pandemia es compatible con la herencia de la desatención a otras enfermedades

La concentración actual del debate en la magnitud de la amnistía navideña solo retrasa el análisis de la herencia de muertes que ha dejado la covid. Durante el mes de septiembre, los fallecimientos semanales superaron en cincuenta y con regularidad semanal a los producidos en los dos años anteriores. La cadencia se mantiene debilitada hasta la actualidad. Es superfluo precisar que el notable empeoramiento de las tasas de mortalidad se corresponde con la interminable segunda oleada del coronavirus, que en su constancia balear recuerda al “día sin fin” utilizado por Emmanuel Macron para describir a la pandemia.

Por desgracia para los responsables sanitarios, la covid no explica por sí sola los resultados de mortalidad en Balears. Al comparar en el gráfico las superficies de ambas oleadas, se aprecia de inmediato que en la segunda se han producido muchos más fallecimientos que en la primera. Por contra, la fase inicial de la covid fue más mortífera que la reanudación, en la proporción de 230 a 190 hasta la fecha. Aquí surge el desfase de cuatrocientos óbitos no explicados ni asignados oficialmente a la pandemia, pero recogido en los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística.

Estimación de número de defunciones semanales en Baleares

En ausencia de un fenómeno que justifique un aumento de mortalidad superior ya al cinco por ciento anual, las autoridades baleares se verán con dificultades para interpretar el fenómeno. La hipótesis de una ocultación de la magnitud de la pandemia es compatible con la herencia de la desatención a otras enfermedades, durante el confinamiento iniciado en marzo. Esta secuela lesiva de la concentración absoluta en la covid ya ha sido denunciada por los facultativos especializados en áreas tumorales o circulatorias. Esta sospecha cuestionaría los métodos utilizados para afrontar la pandemia, el remedio habría sido igual de malo que la enfermedad. A modo de consuelo, los cuatrocientos fallecidos inexplicables de Balears quedarán disimulados en los casi cincuenta mil que deberá explicar España según los balances internacionales. Al igual que ocurre habitualmente con el descifrado de las grandes matanzas, no puede descartarse que este goteo necesite de años antes de ser aclarado.