Este otoño tan caluroso, con unas temperaturas inusuales en este mes de noviembre que aún permiten pegarse el penúltimo capfico del año, pasará su factura la próxima primavera. Una molesta y dolorosa factura que se pagará con picaduras de mosquitos.

Eso es al menos lo que adelanta Miguel Ángel Miranda, investigador principal del Grupo de Investigación de Zoología Aplicada de la UIB. Este zoólogo/entomólogo de formación explica que este otoño tan benigno está permitiendo a las hembras de mosquitos diseminar sus larvas por doquier lo que anticipa una explosión poblacional de estos molestos insectos la próxima primavera.

«Lo que también es cierto es que este otoño está siendo menos lluvioso que el anterior, por lo que las hembras solo podrán criar en las zonas donde se hayan producido acumulaciones de agua. En las áreas más secas la temida explosión demográfica puede no llegar a producirse», matiza el experto.

Mosquito tigre.

Esta máxima es aplicable para la generalidad de los mosquitos excepto para el tigre (Aedes albopictus), especie importada aunque ya cómodamente instalada en las islas que vive y cría en zonas urbanas y periurbanas y que, por tanto, no depende tanto de la pluviosidad meteorológica como de la desidia del ser humano para evitar dejar recipientes con líquidos en los que estos insectos puedan depositar sus larvas, diferencia Miranda. «Los mosquitos ponen los huevos en otoño y subsisten como tales todo el invierno para eclosionar como mosquitos adultos en la próxima primavera. Este año, con estas temperaturas medias de 18 grados en este mes de noviembre, las hembras están teniendo más tiempo para poner sus huevos y, si las condiciones de la próxima primavera son favorables, deberemos esperar más mosquitos», asienta.

Mosquito de marismas.

«Los mosquitos actúan con temperaturas de entre 15 y 10 grados. Cuando el mercurio baja de este último valor, termina su superviviencia en general, desaparecen. Con las precipitaciones de marzo y abril, se suele producir la primera explosión de mosquitos, sobre todo en las zonas inundables como el Pla de Sant Jordi o sa Albufera. En los meses de verano bajan un poco porque hace más calor y hay menos agua mientras que en septiembre y octubre se produce otro pico poblacional», explica sus ciclos vitales.

Mosquito común.

También revela el investigador principal que la proliferación de esta especie no solo depende de las temperaturas y pluviosidad de este año, sino también de lo ocurrido el año inmediatamente precedente. Así, aunque el otoño de 2019 fue en torno a dos grados mas frío que este, también fue más lluvioso, condiciones que se sumaron a la pluviosidad registrada esta pasada primavera. «En los muestreos que hemos realizado este año (en puertos, aeropuertos, parques urbanos y, este año como novedad, en parques naturales), hemos detectado hasta un tercio más de mosquitos», apunta para demostrar la importancia de las condiciones meteorológicos en el devenir de esta especie.

Ya para concluir, Miranda recomienda a los ayuntamientos (que tienen externalizadas en diferentes empresas plaguicidas su control) que se muestren vigilantes a las condiciones meteorológicas de la próxima primavera para actuar con presteza y evitar el temido boom poblacional.

«Se usan plaguicidas biológicos, el Bacillus thurigiensis, que es una bacteria que daña el tubo digestivo de las larvas. Se aplica en el agua donde estas lo ingieren y mueren», recuerda cómo son estas actuaciones biológicas que, subraya, no causan daños a ningún otro invertebrado.Pequeño, no supera el centímetro de longitud, pero con una dolorosa picadura y una frenética actividad que desarrolla a todas horas del día, no solo de noche. Sus rayas blancas le dan el nombre.Mientras los machos se alimentan de néctar, la avidez de las hembras por la sangre las hace potenciales trasmisoras de muchas enfermedades.De la familia Culicidae, es el más común de los mosquitos presentes en Balears, Es una especie cosmopolita con gran capacidad de adaptación a distintos nichos ecológicos.