El curso empezó en septiembre y además de las escuelas otro sector arrancaba su actividad conteniendo el aliento y aplicando estrictos protocolos de seguridad: el sector de las actividades extraescolares.

Hoy, dos meses después, la situación de contagios en los centros escolares parece bastante acotada y muchas familias han perdido sus miedos iniciales. Así, las escuelas de música, clubs deportivos y academias han visto subir poco a poco las matrículas y finalmete el descenso de demanda no ha sido tan acusado como esperaban.

Aun así, anulado el factor miedo, otro elemento persiste: la situación económica de las familias, que o no pueden afrontar este gasto o ya no necesitan que su hijo vaya a actividades para conciliar al no estar trabajando.

Gafas que tapan toda la cara por seguridad en CampuEsport. C.S.

La oferta de estas actividades en los centros educativos es otro cantar. Colegios e institutos que antes las ofrecían en sus propias instalaciones, organizadas por la asociación de padres, este año han desistido por la dificultad organizativa y la prioridad en otros frentes (como el comedor). En algunos centros, ahora comienzan a ponerse en marcha.

Magdalena Alomar, al frente de siete centros de enseñanza de inglés de Kids & Us en Mallorca, cuenta que en la segunda quincena de agosto, con los contagios al alza, varios alumnos ya matriculados se desapuntaron pero en octubre empezaron a repuntar los datos. Ha percibido un interés de los padres en intentar suplir «carencias» que han detectado de las clases del colegio o del instituto: «Ven que sus hijos están menos expuestos al idioma».

En los siete centros que coordina ahora tienen 2.067 alumnos apuntados. Lo que han notado más ha sido el golpe de los colegios a los que iban a realizar actividades y este año no han podido asumir su organización.

«Ha bajado un poco la demanda, pero nada, pensábamos que sería peor», admite Jordi Caballero, responsable de la secretaría y la comunicación en la academia MésMúsica de Palma. Cree que les ha beneficiado su rápida reacción al decretarse el estado de alarma en marzo (a los dos días ya estaban haciendo clases online); el recibir estudiantes de otros centros que no pudieron resistir el parón y cerraron; y por un tercer factor fundamental: «Es muy difícil renunciar a la música, hay niños que han dejado de hacer otras extraescolares pero aquí siguen viniendo».

En Kids & Us, grupos muy reducidos y mascarillas. B. Ramon

En esta academia no enseñan instrumentos de viento así que todos los alumnos llevan mascarilla todo el rato menos los cantantes, que ensayan tras una mampara. La coral infantil sí han tenido que cancelarla: «La normativa para las corales es muy exigente».

En el Teatre Sans la escuela sigue adelante: «Al principio igual hubo algo menos matrículas pero ahora cada semana se apuntan dos o tres nuevos», explica Pere Mestre, «y de adultos este año hay incluso más gente en primero». Por seguridad, han reorganizado horarios y espacios para evitar que los grupos se crucen y además han alquilado aulas extra encima del vecino Can Joan de S’Aigo.

En el Sans, como en el resto del sector, viven con el temor a un nuevo confinamiento que suponga la prohibición de estas actividades: «Nosotros seguiremos programando y con la escuela abierta hasta que nos dejen».

Una alumna de MésMúsica siguiendo una clase de violín online M.F.R.

Ante un posible cierre, en Kids & Us tienen preparada una respuesta digital. En MésMúsica ya tienen la experiencia de las clases digitales y de hecho algunos alumnos, como los que han de guardar cuarentena, las siguen haciendo. Esperan que no acabemos como en Cataluña, donde las escuelas de música han tenido que cancelar su actividad aunque los conservatorios sigan abiertos.

El traslado al mundo digital de los cursos deportivos es imposible. Por ello en CampusEsport de la UIB se aferran a las intenciones expresadas desde la dirección general de Deportes de mantener estas actividades. Eso espera el responsable de las instalaciones, Miquel Gelabert, que pese a haber percibido los nervios y las dificultades económicas de las familias tiene más o menos las mismas matrículas que en 2019.

La seguridad en este ámbito tiene sus peculiaridades. En fútbol por ejemplo los chavales pueden ir sin mascarilla pero no pueden acercarse (los regates, descartados) ni competir si son menores de 12 años, con lo que hay que replantear el entreno y centrarse por ejemplo en mejorar la técnica individual. En la escuela de natación para los más pequeños evidentemente los tutores no pueden llevar mascarilla, así que usan las gafas de bucear de Decathlon que cubren toda la cara. Y así es todo hoy: adaptarse y cruzar los dedos para seguir abiertos.

Alumnos de la escuela del Teatre Sans. M.F.R.

Como ya denunciaron las asociaciones de padres a través de FAPA, la enseñanza semipresencial evidencia una brecha entre hogares y otro tanto sucede con las extraescolares: no todo el mundo puede pagárselas.

Xavi Torrens, director de Espiral, entidad de atención a la infancia que entre otras cosas ofrece programas para niños vulnerables, incide en la importancia de que todos tengan acceso al ocio y a la educación no formal, de probados beneficios: «Un estudio de la Fundació Pere Tarrés mostró que un niño de 12 años con oportunidades de acceso a estas actividades es como si recibiera 6.000 horas de aprendizaje más que un niño sin oportunidades».