La controvertida salida nocturna de Francina Armengol la madrugada del 7 de octubre ha convertido al Hat Bar, escenario de los hechos, en el centro de todas las miradas y comentarios en el barrio. «Ya es más famoso que la rampa de Urdangarin», espetó Pilar ayer con asombro cuando vio a dos hombres haciéndose un selfie ante la barrera del local, echada y sin ninguna señal de actividad en su interior.

«Me parece muy mal lo que ha pasado, es increíble que se dediquen a hacer estas cosas con la que está cayendo. Ahora, con lo que han hecho los otros en el pasado [en referencia al PP], no creo que tenga que dimitir», añadió esta ciudadana.

Más crítico fue Alberto Navarro, uno de los dos protagonistas del mencionado selfie, que se acercó al lugar con un amigo desde un bar cercano. «Deberían dar ejemplo, sobre todo ellos que han hostigado a todos los restauradores con un montón de restricciones. Pediría que al menos tengan empatía con el resto de ciudadanos que sí lo están pasando mal», indicó este residente en el barrio.

«Me parece muy mal, pero con lo que hicieron los otros en el pasado no creo que tenga que dimitir»

«Lo que hicieron no tiene excusa en un momento en el que nos piden que seamos responsables»

Le secundó su acompañante, Luis: «Lo que hicieron no tiene excusa en un momento como este, cuando nos piden que seamos responsables».

La madrugada del 6 al 7 de octubre la Policía Local de Palma, alertada por los vecinos, se personó en el Hat Bar y levantó un acta de sanción al constatar que había nueve personas en su interior pese a que se había superado ampliamente la una, hora máxima permitida de apertura en tiempo de pandemia.

En ese momento Armengol y sus acompañantes estaban en la calle, a pocos metros del local, porque uno de ellos se encontraba indispuesto. Sin embargo, el propietario del establecimiento afirmó que la presidenta del Govern había abandonado el bar a la una y cuarto, quince minutos después de la hora permitida.

El bar no dejaba ayer a nadie indiferente. Algunos aflojaban el paso a su altura, otros se detenían mirando hipnotizados los llamativos colores de la barrera, y de nuevo, hubo quien quiso inmortalizar el momento.

«Es solo para hacer una coña con lo de Francina», justificó una pareja después de hacerse varios selfies con su hijo frente al establecimiento.

La presidenta del Govern acudió al bar a las once y media de la noche con varios acompañantes -dos, según el Govern; cinco, según el propietario del establecimiento.

Dos mujeres se detienen ante la barrera. Una le dice a la otra, a modo de confidencia: «Es vecina del barrio, suele venir por aquí».

Conflicto por el agua

Julio regenta un negocio de comidas para llevar junto al ahora famoso bar. «El propietario me ha estado pinchando el agua», denunció. «Hace como un año, un día me di cuenta de que la factura del agua se había hinchado una barbaridad. Entonces descubrí que había estado conectando una manguera a mi contador. Se lo dije, me pidió disculpas y al cabo de un tiempo volvió a hacerlo», relató este empresario.