Aunque erróneamente se piensa que el turismo es el motor económico de las Islas, en realidad lo es su litoral, su mar de aguas cristalinas, sus playas de arena blanca y fina que son los verdaderos reclamos para que millones de personas las visiten.

El mar, el auténtico capital de las islas

La Fundación Marilles ha publicado recientemente el primer informe sobre el mar balear, un ambicioso estudio que nace con la vocación de convertirse en una larga serie que permita evaluar y conocer mejor cuál es el estado real en el que se encuentra el principal recurso de este archipiélago.

«Esta primera versión no tiene todo lo que necesitamos saber para evaluar cuál es el estado actual del mar balear”, admite ya de comienzo Natàlia Barrientos, doctora en Geología Marina y una de las personas que, junto a la doctora en Ciencias del Mar, Raquel Vaquer-Sunyer, está coordinando a todos los actores movilizados para que los informes sobre el mar balear no solo mantengan una periodicidad anual, sino que cada vez acojan más opiniones y sean más completos.

«En este primer informe sobre el mar balear se han evaluado 101 indicadores por parte de 25 instituciones diferentes como nuestra propia Fundación, el Centro Oceanográfico, IMEDEA, el Consejo Económico y Social (CES), la UIB, el Observatorio Socioambiental de Menorca (OBSAM)... Más de 60 personas han compartido información», detalla Barrientos los participantes de este primer informe, un número que desde Marilles quieren que vaya aumentando paulatinamente con más actores vinculados con el medio marino.

Una espectacular imagen de un pulpo.

«Aunque carecemos de series de datos que nos permitan saber con exactitud como se encuentra, podemos afirmar que el mar balear se halla en el mejor estado de conservación del Mediterráneo occidental, pero al mismo tiempo se encuentra sometido a una fuerte presión por el turismo. Por eso necesitamos profundizar en el conocimiento de muchos indicadores para poder mejorar la gestión actual», se conjura la doctora Barrientos.

Este primer año y, previsiblemente, los tres siguientes, la financiación de estos informes correrá a cargo de la Fundación Marilles, una asociación sin ánimo de lucro subvencionada por capital privado procedente de Holanda, Suiza y España, pero luego le tocará mover ficha al Govern y a otras instituciones públicas o privadas.

El ‘raor’ se beneficia de un alga invasora, la Halimeda incrassata.

Que esta implicación es necesaria lo demuestra uno de los indicadores analizados en este primer informe donde se ha constatado que las áreas marinas protegidas han aumentado con el paso de los años, pero su financiación sigue siendo la misma.

«Esa es la causa por la que mientras algunas reservas han cuadriplicado su densidad de peces, como la de els Freus de Eivissa o Illa del Toro aquí en Mallorca, la del norte de Menorca, creada hace más de diez años, continúa por debajo de su potencial, no sabemos las causas», revela diplomática Barrientos sin atreverse a responsabilizar de este bajo desarrollo al furtivismo o a la presión pesquera por falta de medios de vigilancia.

Una imagen de Can Picafort, con su arenal abarrotado.

El ‘raor’, estable

Uno de los indicadores analizados en este primer informe evalúa la situación de una de las especies pesqueras más apreciadas por los mallorquines, el raor.

Barrientos sostiene que la buena noticia es que, pese a la enorme presión pesquera que soporta, su población se mantiene estable, no está en declive. Pero remite para profundizar sobre el tema a su más experta compañera Vaquer-Sunyer.

«Sobre las poblaciones de raors solo tenemos datos recabados entre los años 2011 y 2018 por el investigador Pep Alós del IMEDEA en la reserva de la Bahía de Palma. Y en ese periodo y zona concreta la población se ha mantenido estable. Al parecer, el raor se ve favorecido por la presencia de un alga invasora, la Halimeda incrassata, que coloniza los fondos de arena donde vive el raor generando en ellos la presencia de pequeños crustáceos y gusanos de los que se alimenta este pez. Beneficia a los raors, pero perjudica a otras especies de fondos arenosos», puntualiza la doctora Vaquer-Sunyer revelando que por ello está en marcha un programa para la erradicación de esta alga invasora en Cabrera.

«Pero aparte del estudio de la Bahía de Palma, es difícil tener un mapa de la situación de esta especie, necesitamos más indicadores y con series de años más largas», lamenta Raquel Vaquer.

“Menorca ha hecho un seguimiento más exhaustivo de la capacidad de carga de sus playas y de los fondeos, información de la que carecemos en Mallorca y las Pitiüses, no tenemos datos estandarizados de las tres islas», corrobora su compañera los vacíos de información que ya se han detectado en este primer informe del mar balear.

“Tampoco sabemos cuántos puestos de trabajo dependen del medio marino y cuántos de ellos se perderían por una catástrofe. Nos falta un montón de información para gestionar mejor este recurso y estar preparados para cualquier eventualidad”, concluye Natàlia Barrientos.

Un primer plano de un raor (Xyrichthys novacula).

La mitad de la Posidonia

«La mitad de la Posidonia oceánica del Estado español se encuentra en Balears, lo que contribuye a la buena calidad de nuestras aguas junto al hecho de que no tenemos ríos que viertan su caudal al mar», explica la doctora Vaquer alertando de que no por ese buen estado de conservación hay que bajar la guardia.

Recuerda para ello la gran presión humana que soportan estas islas, de más de dos millones de personas en veranos menos atípicos que este del coronavirus, unos turistas que generan unas aguas sucias que los sistemas de depuración no son capaces de asumir y que se vierten al mar sin filtrar.

Aunque la Posidonia, responsable directa de la calidad de las aguas de baño y de los finos arenales que salpican el litoral de estas islas, también se ve seriamente perjudicada por los fondeos de un sector náutico creciente al que la doctora Vaquer reclama más responsabilidad y sostenibilidad.

«De momento, tenemos un mar que goza de excelente salud pero que hay que conservar si queremos mantener nuestra forma actual de vida», emplaza la doctora.

El sector pesquero profesional está en franca decadencia desde los años 50 del pasado siglo. «Desde entonces han desaparecido el 80% de las embarcaciones que se dedicaban a faenar en el mar. Han pasado de las 1.265 de esas fechas a las 252 registradas en la actualidad. Y sus tripulaciones se han recortado en un 91%. Si en 1950 había 4.976 pescadores profesionales hoy apenas son 445. Se ha producido una sustitución de puestos de trabajo por la potencia de las barcas», concluye la investigadora.

Esta merma se ha traducido en menos capturas, casi una cuarta parte inferiores entre 2002, cuando se declaraban desembarcos de 3.900 toneladas, y 2018 cuando apenas se llegó a las 3.000. Unas capturas que quizá esté acaparando la pesca recreativa, cuyo número de embarcaciones actual es de 11.313, cuarenta y cinco por cada pesquero profesional.

El problema es que se desconocen tantas cosas del medio marino que la única manera de gestionarlo mejor y garantizar su perdurabilidad es avanzar en su conocimiento implicando a todos sus actores. Una apuesta hoy firme de la Fundación Marilles que deberá tener continuidad.