La segunda oleada del coronavirus ha desviado la obsesión preferente por la cifra total de nuevos contagios hacia su impacto directo sobre la estructura hospitalaria. La elevada proporción de asintomáticos o la edad media decreciente de los infectados ha centrado la contabilidad en el número total de ingresados y, con especial preocupación, en quienes precisan de un traslado a la Unidad de Cuidados Intensivos. En ambos apartados, Balears presenta ahora mismo una situación desfavorable en el conjunto estatal.

La media española de camas hospitalarias ocupadas por la covid era del 9,6 por ciento el pasado martes, según los datos oficiales del ministerio de Sanidad. Esta cifra se dispara por encima del 11,8 en Balears, con una docena de comunidades en situación menos comprometida. En el apartado de las codiciadas plazas de cuidados intensivos, la cifra estatal se eleva a un 17 por ciento consagrado a la pandemia. De nuevo, el archipiélago desborda esa cifra en casi un cincuenta por ciento, hasta alcanzar el 23,4.

La sensibilidad hacia los recursos hospitalarios puede plasmarse gráficamente en un mapa de los ingresos totales y en UCI a lo largo de esta segunda oleada, pero superponiéndolos a los registrados en las fechas correspondientes de la primera fase primaveral. Al comparar ambas líneas se confirma el enunciado mil veces repetido desde agosto, en torno a una proporción más reducida de los casos serios o críticos de la pandemia. Sin embargo, la batalla no ha concluido y hay motivos para la alerta sin llegar a la alarma.

Cuesta imaginar que la curva vigente llegue a alcanzar el medio millar de ingresados locales que se coronó a principios de abril. Sin embargo, los tres centenares de hospitalizados actuales son perfectamente compatibles con la fase correspondiente del primer embate, sin que pueda descartarse una aceleración.

Los ingresos de afectados por la covid en cuidados intensivos se han triplicado en un solo mes

El desasosiego se intensifica en las UCI, que propiciaron un enfrentamiento parlamentario entre Francina Armengol y Biel Company. Los datos fríos decantan la polémica a favor del jefe de la oposición. Se observa en primer lugar que el número de enfermos críticos se triplicó en un solo mes, a partir de las fechas de agosto en que comienza el ascenso desatado de la curva. Volvía así a respetarse la tónica de que los contagiados leves iniciales presagian el dramatismo de las semanas posteriores.

El punto más peligroso surge al contemplar la intersección de las curvas correspondientes a ambas oleadas entre los enfermos de mayor gravedad. De nuevo, no es demasiado probable que se llegue a avistar el centenar de pacientes extremos que constituían una hipótesis plausible a comienzos de abril. A cambio, la progresión vigente ya ha superado el impacto de la oleada inicial en la misma fase de propagación. En el lenguaje de la asignación de recursos, la evolución comparada muestra el riesgo de una saturación progresiva de los medios sanitarios, si la curva de contagios no se invierte en un plazo prudencial.

Ocupación hospitalaria en Mallorca por oleadas de la covid

Para afrontar el futuro con optimismo, el techo de los sesenta hospitalizados en UCI debería erigirse como una frontera infranqueable. A tal efecto, los dos centros de referencia en Palma suponen el termómetro del arsenal disponible para controlar el rebrote de la pandemia. Todas las camas de críticos en Son Espases se hallaban ocupadas ayer, sin distinción entre pacientes de la covid y de otras dolencias.

En el caso de Son Llàtzer, el conflicto no solo atiende a la ocupación de las camas, sino a la ausencia del personal de enfermería suficiente para poner en marcha los cuidados intensivos. Company respetaba los hechos al reflejar la opinión generalizada en el hospital citado. Armengol no tenía el respaldo fáctico al acusar a su rival de mentiroso por triplicado, añadiendo su convicción de una UCI al cincuenta por ciento que choca con la evidencia transmitida por los trabajadores.

En lugar de encelarse con unos datos distorsionados para transformarlos en propicios, las autoridades sanitarias deberían examinar las curvas de evolución de las admisiones hospitalarias. En concreto, la cifra de ingresos totales por la pandemia parece estabilizada. Ha alcanzado el techo, al igual que la sucesión diaria de nuevos contagios, aunque sea en el angustioso umbral de los doscientos casos diarios.

En los casos críticos se ha superado ya el impacto de la oleada inicial en la misma fase de propagación

Por contra, la curva que retrata los ingresos en la UCI muestra un decidido potencial de crecimiento. La proyección pesimista no está garantizada, pero la elevada cifra de fallecimientos diarios no solo refleja la carnicería en las residencias de ancianos. También desmiente a las prospectivas con vitola de certeza estadística, que apuntaban una semana atrás a un retroceso inmediato de las defunciones por covid.

Mallorca no se encontraba en la situación ideal para encarar una pandemia. A pesar de ello, solventó sin heridas sociales irremediables la primera fase. No ha tenido la misma suerte en la segunda oleada, con una multiplicación inesperada de los contagios. El desplazamiento asistencial a los centros de salud se ve lastrado por la deficiente dotación de este escalón sanitario.

Balears marcha a la cola de España en el índice de médicos de asistencia primaria. Tiene algo más de seis facultativos por diez mil habitantes, frente a los casi ocho de una media española superada además por una decena de comunidades. Globalmente, el déficit se traduce en un pelotón de más de doscientos doctores. Por tanto, Mallorca está en inferioridad de condiciones frente a regiones que se quejan del colapso de sus estructuras básicas.