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La curva de contagios en Baleares se estabiliza a niveles alarmantes de doscientos casos diarios

Mientras se doblan las peores cifras de primavera, en Son Espases disminuyó por primera vez el número de ingresados

UCI de Son Espases.

Por empezar con los datos positivos, y en el lenguaje austero del Comité de Crisis contra el coronavirus de Son Espases, el pasado lunes se establecía que “durante la semana pasada hubo más altas que ingresos, es la primera vez que ocurre en esta segunda ola de la pandemia”. Por desgracia, el balance optimista fue golpeado ayer mismo por otro incremento de pacientes de covid en las cuatro UCI habilitadas en el hospital de referencia, que ya alcanzan la treintena de camas ocupadas. El voluntarismo político, patente en la comparecencia de Francina Armengol ante el Parlament, se refugia en una estabilización de los contagios. A cambio, esta regularidad se detiene en niveles alarmantes, en torno a los doscientos enfermos diarios. Ayer mismo fueron 215 y cinco fallecidos, al ritmo inasumible de ochenta mil afectados y dos mil fallecimientos anuales. Bajo esa pauta, el número de muertes anuales esperadas en la comunidad crecería en un veinticinco por ciento. En la última semana de agosto se bordeó la catástrofe, la situación actual es solo escalofriante.

Son Espases confirma la existencia de una “segunda ola” finalmente aceptada por la conselleria y, al margen de felicitarse escuetamente por la contabilidad favorable a las altas, ampliaba hasta veinte camas la planta reservada en el Virgen de la Salud al agudizarse los rebrotes. El matemático canario Luis Álvarez ha diseñado los gráficos más apreciables para seguir o incluso predecir la evolución de la pandemia en Balears. En la pauta de nuevos contagios diarios, se observa el peligroso estancamiento desde mediados de agosto en la órbita de los doscientos nuevos casos diarios, con una proyección solo ligeramente en descenso. Sin embargo, la mayor aportación para estimar el futuro de la pandemia en la comunidad se produce al tabular el “número reproductivo básico”, que establece el número de personas que son contagiadas por cada enfermo de covid. Este valor de “R” se disparó hasta casi dos a finales de julio. Con la transmisión a otras dos personas, la cifra ofrecía una pista sobre una inminente floración de los casos, que efectivamente tuvo lugar en la segunda quincena de agosto.

El aspecto más tranquilizador del índice de difusión de la pandemia es que ha descendido hasta alrededor de uno en Balears. Es decir, cada nuevo contagiado transmite el virus a una persona, otro indicador de estabilización sin crecimiento. Se estima que un diez por ciento de los denominados contactos estrechos de un afectado acaban padeciendo la enfermedad. La mejoría sensible de los datos en Balears exigiría una reducción hasta los niveles de 0,5, en que cada dos enfermos transmiten la covid a una sola persona. Para limitar el efecto expansivo, competirán el efecto favorable propiciado por la clausura del periodo estival, con el caldero en ebullición del curso escolar y del reencuentro en las oficinas, por estricta que sea la aplicación de las medidas higiénicas previstas.

La curva de contagios se estabiliza a niveles alarmantes de doscientos casos diarios

La curva de contagios se estabiliza a niveles alarmantes de doscientos casos diarios

Armengol efectuó ayer una interpretación en positivo de la segunda ola, que no se debería tanto a la proliferación de casos como al aumento de la luminosidad utilizada para detectarlos. En sus palabras textuales, Balears habría pasado de una primavera en que solo se percibía “la punta del iceberg” a un presente en que tenemos una “fotografía muy ampliada”. Al margen de localizar a los culpables de que en la primera fase no se colocaran los cimientos para obstruir el resurgir de la pandemia, esta explicación es tan atractiva como inexacta.

Durante la fase final de la primera ola del coronavirus, el ministerio de Sanidad efectuó hasta dos estudios de prevalencia del coronavirus en el archipiélago. En ambos casos, la cifra se mantuvo en torno al 1,5 por ciento de la población. Es decir, menos de dos de cada centenar de mallorquines empezaron el verano contagiados, con la particularidad de que la segunda evaluación redujo incluso la difusión establecida por la primera. Estos estudios del Gobierno no aspiraban a determinar “la punta del iceberg” de los contagios que accedían a la atención sanitaria, sino a ofrecer una panorámica en línea con la “fotografía ampliada” que reclama Armengol. Por tanto, la presidenta no puede asentar su planteamiento sin descalificar el trabajo de campo anterior.

Ningún epidemiólogo de obediencia política o de independencia manifiesta ha logrado explicar cómo consiguió Mallorca multiplicar por diez la presencia del virus, en apenas dos meses. Armengol ha de gobernar este fenómeno, que no puede ocultar bajo el manto de la imprecisión primaveral. 

Cada nuevo contagiado transmite el virus a una persona, otro indicador de estabilización sin crecimiento

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En la resolución de la conselleria de Sanidad publicada el pasado miércoles ern el Boletín Oficial de la comunidad para justificar el confinamiento de Son Gotleu, el Govern atribuye a Mallorca una “tasa de positividad” del doce por ciento. Es decir, reconoce el aumento estratosférico desde principios de julio, fecha de publicación del segundo estudio ENE-Covid del ministerio de Sanidad. Decuplicar los contagios en menos de dos meses supone una marca reseñable, incluso admitiendo la labilidad del coronavirus. 

Los datos aportados por el Govern en el Boletín quedan por debajo de la cifra tomada en consideración por el ministerio de Sanidad, donde se establece que catorce de cada cien residentes en las islas están contagiados ahora mismo. Individualizando, una de cada siete personas con las que se cruza un mallorquín al salir a la calle es positiva. Y si ninguno de los transeúntes cumple con esta asignación patológica, entonces el enfermo es el paseante inicial. 

Balears supera en dos puntos la media española de positividad, teniendo en cuenta que se trata del país más afectado del continente. Una comunidad como Asturias, que acompañó en la contención al archipiélago durante la primera oleada, solo tiene contagiados a tres de cada cien habitantes.

La tasa de positividad no solo tiene por objeto asustar a los ciudadanos que salen a la calle, y que empiezan a contar las personas con las que se cruzan para concluir que por fuerza han estado en contacto con un positivo. La Organización Mundial de la Salud establece que por encima del cinco por ciento, la dificultad de controlar la pandemia deviene insuperable. Las famosas labores de trazado, rastreo y testado pierden su significado con uno de cada siete habitantes contagiado. Se alcanza la zona difusa entre la supresión y la inmunidad de rebaño.

El reparto estadístico disimula la asombrosa penetración de la pandemia en zonas determinadas. En la resolución del toque de queda en el área sanitaria abarcada por el centro de salud de Son Gotleu, el Govern cifraba en un 23 por ciento la tasa de positividad en dicha barriada. De nuevo según los datos de la “fotografía ampliada”, uno de cada cuatro residentes da positivo al efectuar una PCR.

El Govern podría refugiarse en que ha efectuado más pruebas que otras comunidades. En efecto, los1.611 test PCR llevados a cabo por cada cien mil habitantes de Balears sitúan a la comunidad confortablemente por encima de la media española, situada en 1.361. Sin embargo, Asturias supera en pruebas al archipiélago con un índice de 1.642, y no ha despegado en contagios pese al notable despegue de su actividad turística.

Balears trabaja con la aceptación tácita de que la multiplicación de casos es tolerable mientras no repercuta en los índices de saturación hospitalaria, ahora mismo en el veinte por ciento. Armengol habló ayer de “150 enfermos por cien mil habitantes”, otra expresión incorrecta pero que aleja además la hipótesis de los corredores seguros con Alemania.

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