Baleares afronta un camino de espinas para recuperarse del cráter que ha provocado el coronavirus en su economía, pero desde un punto de vista estrictamente sanitario los efectos de la pandemia en las islas fueron "entre moderados y bajos". Es la valoración de un proyecto científico financiado por el Instituto Carlos III que explica qué factores influyeron en cada territorio para determinar la velocidad y la intensidad de la propagación.

El virus explotó algunas vulnerabilidades de Baleares y la curva de contagios se empinó rápidamente. La tasa de disparo [el día en el que la incidencia acumulada supera los cinco casos por 100.0000 habitantes] se produjo el 6 de marzo, antes que en comunidades que después tendrían una afectación mayor. Pero el confinamiento y el cierre de fronteras fue determinante para que la curva iniciara su descenso a partir del 26 de abril, después de alcanzar el pico de contagios el 19 de marzo, cuando se notificaron 105 casos en un día.

El proyecto del Instituto Carlos III pone de manifiesto qué factores facilitaron el avance del virus en cada territorio y cuáles lo obstaculizaron. En Baleares la infección encontró terreno abonado en la densidad de población, una de las más altas del Estado, o en el elevado el número de personas por hogar, 2,61 de media.

2,47 desplazamientos al día

El informe también pone el foco en la movilidad. En las islas los desplazamientos internos fueron numerosos en los días previos al 14 de marzo, cuando el Gobierno decretó el estado de alarma. De hecho, solo 24 horas antes las islas registraron 2,47 desplazamientos por persona de media, lo que significa que los baleares se movieron más que catalanes (2,33 desplazamientos), vascos (2,32) y madrileños (2,17).

El virus tuvo libre acceso por aire y por mar hasta que el 17 de marzo el Govern ordenó el cierre de los puertos y aeropuertos de las islas. Pero durante las dos primeras semanas de marzo llegaron a las islas miles de personas procedentes de zonas de riesgo. Tal como recoge el informe, 1.127 pasajeros aterrizaron procedentes de aeropuertos del norte de Italia, entonces el principal foco europeo de la pandemia. Hubo más actividad en la ruta con Madrid, desde donde llegaron unas dos mil personas a diario durante la semana en la que se decretó el estado de alarma.

Pero Baleares también contaba con algunas ventajas: 383 centros de atención sanitaria por cada cien mil habitantes (solo Madrid y Cataluña superan a las islas en este capítulo). Solo un 11% de población mayor de 70 años -inferior a la media española- y una de las tasas más bajas de plazas de residencias del Estado: 0,04 por cada cien habitantes mayores de 70 años.

Un gráfico incluido en este proyecto científico pone de manifiesto cómo determinados eventos empinaron la curva de contagios. Aplicando un retardo temporal de seis días -es la media del periodo de incubación del virus-, se evidencia que una feria del empleo celebrada el día 4 se tradujo en 36 nuevos contagios pasado ese plazo. La manifestación feminista del 8M derivó casi una semana después en 71 contagios, según constata el Instituto Carlos III.

Por contra, las medidas de confinamiento a partir del día 14, y el cierre de Baleares por aire y por mar el 17, invirtieron la tendencia. Cuando arrancó el estado de alarma restringido y se prohibió toda actividad no esencial se detectaron 66 casos en las islas. Seis días después, la cifra había caído hasta los 30, y desde entonces no dejó de descender.