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Obligados a quedarse en casa pese a carecer de ella

El IMAS reclamó ayuda psiquiátrica para atender las necesidades mentales de cerca de 400 personas sin techo y en riesgo de exclusión social que tuvieron que ser recluidas durante el confinamiento

Cientos de personas fuera del sistema fueron confinadas. B. Ramon

"Lo que más me sorprendió es encontrarme con unas mujeres tan vulnerables y tan enfermas. De las veinte con las que actuamos, todas tenían problemas mentales muy graves, más de lo habitual. Psicosis, esquizofrenias graves... Y todas ellas los manifestaban".

La psiquiatra clínica Xisca Rado, componente del Equipo de Salud Asertiva Comunitaria (ESAC) que atiende ambulatoriamente a usuarios con trastornos mentales graves que se encuentran fuera del sistema, resume de esta manera la que fue su experiencia cuando el Institut Mallorquí de Afers Socials (IMAS) reclamó la ayuda de este equipo para solventarles una patata muy caliente que tenían entre manos: atender a las cerca de 400 personas sin techo y en riesgo de exclusión social que, como el resto de la población, tenían que ser confinadas tras decretarse el estado de alarma.

"Con el confinamiento, tuvieron que agrupar a la gente que vivía en los albergues sociales con las personas que lo hacían en la calle, los sin techo. Esto provocó un gran caos porque los albergues se desbordaron además con personas con trastornos mentales por abuso de sustancias, fundamentalmente alcohol y cannabis, que llevaban una vida muy itinerante y con muy poca capacidad de acatar normas básicas de convivencia", pone en situación la psiquiatra.

No era una situación fácil. El estado de alarma obligaba al conjunto de la población a confinarse y, de golpe, había que encerrar en albergues a unas 400 personas fuera del sistema de toda Mallorca. Rado revela que se tuvieron que improvisar tres albergues a los ya existentes (en Son Moix, Son Pardo y en Sant Ferran) para acoger a ese volumen de personas.

"No olvides que se trataba de personas acostumbradas a vivir en la calle sin normas ni horarios que, de repente, eran obligadas a convivir con otras en lugares cerrados. Sus trastornos mentales se agravaban con esta situación nueva y, además, los manifestaban", explica.

Entre los 400 confinados, el IMAS identificó a 73 personas que les "preocupaban" porque estaban empezando a ocasionar problemas de convivencia con el resto de los acogidos. Y pidió ayuda para actuar con ellos y que la situación no se tornara insostenible. Y al rescate llegó parte del ESAC. La propia Rado, la enfermera Isabel Macià y Pedro Pizà, un trabajador social que solo podía ayudarles a media jornada.

"Tenemos la percepción de que prácticamente todos tenían problemas de drogodependencia por consumo de alcohol, cannabis, cocaína e incluso heroína cuyo uso está experimentando un repunte", reflexiona ahora la psiquiatra.

"El 7 de abril traté al primer paciente y aún hoy sigo visitándoles, no nos hemos podido ir", se ríe.

Estas personas sin techo y en riesgo de exclusión social, como el resto de la población, también se beneficiaron de las diferentes fases de la desescalada.

"De estas 73 personas más conflictivas, tan solo unas 24 habían pasado en alguna ocasión por una consulta de salud mental, pero ninguna se había beneficiado de una continuidad asistencial. Sus problemas más habituales eran todos graves, desde esquizofrenias en las que refieren que oyen voces o piensan que la gente les mira y les persigue y que también se manifiesta con una total incapacidad para cuidarse, para gestionar su propia vida, hasta trastornos bipolares. En definitiva, todos ellos padecían patologías duales en las que se entremezclan sus trastornos psíquicos con los trastornos producidos por el abuso de sustancias", resume.

Ningún positivo

Rado quiere resaltar que la gestión sanitaria de estos albergues fue modélica porque, subraya, no se produjo ningún contagio por coronavirus. "Gente acostumbrada a vivir en la calle supo acatar las normas y directrices", apunta como motivo de este logro.

Aún impresionada por el estado en el que encontró a las veinte mujeres agrupadas en el albergue de Son Pardo del que se habla al inicio de este reportaje, la psiquiatra aporta más detalles que no puede olvidar. "Once de las veinte estaban muy mal, con sintomatología aguda de trastornos mentales graves", revela para justificar en parte que, con el fin del confinamiento, la mayoría de ellas han "desaparecido".

"Es muy difícil acceder a ellas. hay que tener mucha mano izquierda porque si fuerzas la situación se cierran aún más. Intentamos ingresar a dos o tres y no pudimos. Tan solo hemos podido seguir interviniendo con dos de ellas", reconoce en parte su fracaso con estas mujeres.

Recapitula Xisca Rado la que ha sido su actuación con la que no duda en definir como la población en situación de máxima vulnerabilidad de toda Mallorca y se muestra animada a seguir, aún siendo plenamente consciente de que a muchas de estas personas, una vez que han regresado a las calles, será muy difícil recuperar. "Ahora se nos está reforzando, se van a crear más equipos ESAC para atender a estos colectivos", concluye plena de ilusión y ganas de ponerse a trabajar.

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