Primero fue la pésima situación epidemiológica del Reino Unido y la cuarentena para los viajeros que volvieran de España vigente a principios de julio. Después ha sido mucho peor, con la vuelta de la medida de aislamiento y la cruz negra impuesta sobre Balears al incluirla entre las comunidades españoles no gratas para pasar las vacaciones. "El daño ya está hecho para la primera quincena de agosto que es cuando se hacen números". Mauricio Carballeda, presidente de la Asociación Hotelera de Palmanova-Magaluf también se aferra a "la única noticia positiva" -agarrada con alfileres y pendiente de que la presión diplomática y empresarial a los dos lados del Atlántico dé frutos-: "No nos han dicho que no al corredor".

Trasladarse a una zona no recomendada por el ministerio de Exteriores del Reino Unido, el Foreign Office, implica que los seguros de viaje no brindan cobertura, lo que empeora las perspectivas de que los británicos se arriesguen a viajar a Mallorca. Directamente los turistas "no se presentan o cancelan" sus estancias.

"Cuatro bajas en dos días"

Había 33 hoteles que se habían decidido a iniciar sus operaciones en el destino por antonomasia en la isla del mercado británico, a sabiendas de que al principio debían sobrevivir con las llegadas de turistas de la península. "El mercado español es el que nos está ayudando a mantener los hoteles abiertos", destaca Carballeda. "En apenas dos días ya hay cuatro bajas, dos cierres de hoteles y otros dos que no abrirán".

Ese mismo turista peninsular que está manteniendo establecimientos operativos en la zona de Calvià no se la ha visto de momento por Platja de Palma.

"Los únicos españoles son los residentes", argumentan fuentes hoteleras del destino.