"Muchos pacientes llegan a la consulta preocupados por si han desarrollado una fibrosis (cicatrización y pérdida de la función de parte del tejido pulmonar) que explique el cansacio extremo que sienten, pero tras las pruebas comprobamos que no, que la astenia que refieren no está provocada por una fibrosis ni por ningún otro daño estructural. Simplemente es una de las principales secuelas de la Covid-19secuelas de la Covid-19 que hallamos en el 70% u 80% de los pacientes que la han superado".

Quienes suscriben el párrafo anterior, que desmiente en parte la creencia arraigada de que el SARS-CoV-2 provoca en sus víctimas esa pérdida de la capacidad pulmonar, son el internista Adrià Ferre y la neumóloga Luisa Ramon.

Ambos facultativos conducen la consulta específica poscovid creada en Son Espases a principios de mayo, cuando la moderación de la carga asistencial lo hizo posible, para atender las sorprendentes secuelas de esta nueva patología. Desde ese momento, ven cada día a unos 12 pacientes que la han superado con persistentes trastornos sobre un total de unos 300 que pasan por allí cada dos meses.

"Afectación emocional, trastornos psicológicos", coinciden ambos en señalar como la principal patología con la que han de lidiar cada jornada. "Cada día, entre dos y tres pacientes acaban llorando a lágrima viva en la consulta al rememorar por lo que han pasado y de la que se han librado. Pensábamos que íbamos a ver más patologías físicas, pero no ha sido así", continúan revelando que muchos de estos enfermos ya recibieron asistencia psicológica durante su ingreso y que esa atención ha tenido continuidad tras el alta.

Miedo a salir de casa

El hecho de estar viendo continuamente noticias sobre el coronavirus en los medios de comunicación no les ayuda a superar el mal trago pasado, aseguran los responsables de la consulta. "Ven y escuchan continuamente situaciones que se parecen mucho a las que pasaron. Y muchos de ellos tienen miedo a salir de casa, no salen de sus hogares por miedo a contagiarse otra vez", revelan.

La astenia (fatiga, sensación de falta de energía y motivación, de agotamiento o cansancio) acompañada de pérdida del apetito, fatiga muscular y trastornos del sueño, son la otra secuela que, de forma más generalizada, les refieren sus pacientes.

"Y no es un cansancio provocado por una fibrosis pulmonar", reiteran los especialistas revelando que de los trescientos pacientes que estan viendo en estos momentos, apenas un 3% han sido dados de alta con fibrosis. "Unos diez, en total, de los que tan solo tres precisan de oxigenación domiciliaria", subrayan recordando que, eso sí, estos pacientes deberán mantener controlada la insuficiencia respiratorio el resto de sus vidas.

"Yo definiría los síntomas de estos expacientes como una resaca poscovid porque, como en un día de resaca tras una noche de juerga, estás hecho polvo", apunta el doctor Ferre. "O como una gripe muy larga, de varios meses", sugiere la neumóloga Luisa Ramon, que aprovecha para desmentir, como erróneamente se ha llegado a afirmar, que el nuevo coronavirus provoque más ictus.

"El virus provoca que nuestro organismo dé una respuesta inmunitaria desproporcionada que acaba provocando una inflamación muy fuerte", resume la actuación de SARS admitiendo a continuación que, en la fase aguda de la enfermedad, sí puede estar detrás de coágulos que provoquen trombosis.

Para concluir quieren lanzar una advertencia a la población que está relajando las medidas de seguridad. "No deben hacerlo porque el virus no ha perdido virulencia, como podría parecer por los pocos ingresos hospitalarios que están originando los últimos brotes detectados. Simplemente es que está afectando a población más joven, menos vulnerable".

Pero juventud no es sinónimo de inmunidad frente a este patógeno, como también quieren dejar claro: "Personas de entre 40 y 50 años, aún jóvenes y activas, sin patologías asociadas, entraban andando en nuestras consultas y a las 48 horas estaban con una neumonía bilateral conectados a un respirador. A los 50 años, eres un caramelito para este virus".

Miquel Forcada: "Vivo en un segundo y me tenía que parar varias veces"

­Miquel Forcada, de 55 años con alguna patología asociada y exfumador desde hace más de treinta, lo ha pasado muy mal. Ingresó casi directamente en la UCI donde pasó 11 días con un pronóstico muy incierto. Dado de alta tras unos días en planta, tuvo que volver a ingresar otros dieciséis días más porque sus pulmones no respondían.

"No sé dónde me infecté. Vivo en Son Ferrer, señala cuál era su estado antes de ingresar casi directamente en la UCI: "No sé cuándo me llevaron, solo recuerdo que me desperté allí, rodeado de maquinitas y lucecitas".

Tras su primera alta médica, ya se percató de que todavía arrastraba secuelas. "Vivo en un segundo sin ascensor y para llegar a casa me tenía que parar varias veces, me cansaba mucho. Vino mi médico de cabecera, comprobó que mis pulmones no saturaban bien y me dijo que tenía que volver al hospital", recuerda. Ahora, ya de vuelta en su casa de forma definitiva, continúa con problemas respiratorios que trata con corticoides. "Por las mañanas puedo coger aire pero mis pulmones me dicen 'hasta aquí'. He de esperar una hora u hora y media tras levantarme para recuperar un poco el fuelle", concluye este paciente que se siente afortunado por haber salido de esta pese a que le persiste una afonía tratada por el otorrrino y con tres citas médicas pendientes este agosto.

Victoria: "Me siento torpe, como si me hubieran caído muchos años"

­La historia de Victoria es tremenda. Su padre ingresó el 17 de marzo; su marido, el 20; el 22, su hermana y ella misma que, en muy mal estado, pudo despedirse de su padre antes de ser hospitalizada. "El 24 falleció mi padre y el 25 ingresaron a mi sobrino. Como estábamos todos en el hospital, tuvo que venir mi hija de 25 años desde Madrid para enterrar a mi padre. Lo hemos pasado muy mal porque somos una familia muy unida", resume.

"Pude despedirme de él (de su padre) durante quince minutos porque me dejaron un equipo de protección individual, aunque creo que el pobre ya ni se enteró", detalla Victoria el mal trago por el que tuvo que pasar solo momentos antes de tener que ser hospitalizada ella misma. "Por si fuera poco, mi madre había fallecido el día 5 de ese mismo mes, de otra enfermedad", añade más carga emocional.

Ella y su marido fueron dados de alta el mismo día, el 6 de abril. "Al salir no podía ni hablar. Me dolían mucho las piernas. Y aún sigo teniendo problemas. Cuando estoy sentada un rato, al levantarme ando como una borracha, las piernas necesitan de un calentamiento para que me respondan como antes. La sensación que tengo es que me he vuelto torpe. Torpe para pensar, para hablar, para coordinar los movimientos. Como si me hubieran caído muchos años de repente", confiesa esta mujer joven, de 59 años.

"Tomo tres pastillas para poder dormir y poco a poco me voy sintiendo mejor, aunque va muy lento y para nosotros todo lo vivido sigue siendo una pesadilla", concluye esta víctima del nuevo SARS que, en la actualidad inmersa en un ERTE, admite que aún no podría volver a trabajar.

Charo Borrás: "No había tenido tiempo de despedirme de mis hijas"

­A Charo aún se le entrecorta la voz al contar su historia. Fue de las primeras en padecer unos aún imprecisos síntomas que preludiaron su contagio. Escrupulosa en el cumplimiento de las medidas de seguridad, asegura que hoy en día sonríe mucho, pero que por la mascarilla solo se le ven las patas de gallo.

Charo empezó a sentirse mal el 12 de marzo, el estado de alarma aún no se había decretado. Trabaja en una administración de loterías que cerró sus puertas tras el anuncio de Sánchez, lo que para ella supuso un alivio porque ya no estaba para nada. Achacó una diarrea a una comida mal cocinada por su marido. "Pensaba, ¡qué raro!, esta diarrea no huele. Y es que había perdido el olfato y el gusto", se ríe ahora.

Finalmente ingresó el sábado 21 de marzo en Son Espases ya con una neumonía bilateral. "Estuve tres días en planta porque el PCR salió negativo, pero me repitieron la prueba y me trasladaron a la zona de aislamiento", recuerda.

Allí, su estado evolucionó a peor y el criterio clínico fue que, si no mejoraba, tendría que ingresar en la UCI. "Yo pensaba que no había tenido tiempo de despedirme de mis tres hijas, la última muy pequeña", se angustia aún. El doctor Ferre apostó por un tratamiento para ella y acertó: el 6 de abril era dada de alta.

"Al principio me costaba hasta respirar, me dolían los pulmones al bostezar. Y sigo estando bastante cansada, no sé si por el calor", acaba esta mujer de 48 años que confiesa que aún tiene miedo, ahora de perder la inmunidad y volver a contagiarse.

El dato

En estos momentos, en Son Espases se encuentra hospitalizado un único paciente con el virus activo porque estos especialistas se niegan a considerar como enfermos Covid a los tres que permanecen en la UCI desde hace ya más de 120 días. "Ya han negativizado y continúan allí por otras causas", estiman. Por el hospital de referencia han llegado a ingresar 420 pacientes con diagnóstico Covid de los que un 10% acabaron en la unidad de críticos.