La consellera balear de Salud sigue llamándose sobre el papel Patricia Gómez, pero a casi nadie dentro del Govern se le escapa que manda poco o nada en su departamento. La obligatoriedad de la mascarilla para evitar la propagación del coronavirus da buena fe de ello. Nada más oír hablar de la propuesta, Francina Armengol se puso tensa. "¿Con este calor? La gente se nos echará encima ¿Es realmente necesario?" La presidenta no ocultó sus reticencias, pero el núcleo duro que en esta pandemia decide en Salud ha vuelto a ganar. Médicos como Jordi Reina o Javier Arranz ya han mostrado en reiteradas ocasiones sus dudas sobre la efectividad y necesidad de la mascarilla. Sin embargo, "en estos momentos pesan más las opiniones de Eugenia Carandell o Marga Frontera", relata una voz conocedora de la intrahistoria. Por cierto, el referente en Epidemiología de la Comunidad aún espera que le pregunten su opinión.

Aunque no es doctora como Carandell -"una crack" para muchos, aunque "de posturas muy cuadriculadas", añade la fuente-, Frontera es la cara visible de la lucha contra la Covid-19. Si bien es de la órbita de Més, cuenta con el aval directo de la socialista -ambas son de Inca- y su criterio suele terminar imponiéndose. A la vista de los contagios controlados en Balears y los escasos positivos nuevos, Armengol todavía no estaba convencida de la imposición de la mascarilla, cuando el mismo miércoles 8 de julio -día en el que se puso formalmente sobre la mesa- se divulgó para hacerlo irreversible. En este mismo diario, Frontera anuncia hoy que la mascarilla "ha venido para quedarse", al menos durante los próximos meses. En pocos días, los hechos le han terminado dando la razón. Cuando Balears se lo planteaba, solamente Cataluña y Extremadura obligaban a la mascarilla; hoy solo Madrid y Canarias son las excepciones.

Que presidentes del PP como Núñez-Feijoó se sumaran pronto a la obligatoriedad vuelve a mermar la capacidad de oposición de Biel Company. Un éxito que el Govern del Pacto se apunta ahora, pero para llegar a este punto ha habido que saldar no pocas controversias internas.

"Yo no sabía nada, esto tenemos que estudiarlo bien", cuentan que dijo Armengol el viernes 10, al inicio del Consell de Govern; por entonces, la ciudadanía balear ya tenía asumido que no podría salir a la calle sin taparse la nariz y boca.

Frontera salió sola esa jornada -oficialmente, la consellera estaba seriamente indispuesta de salud- a explicar las medidas coercitivas por no usar la mascarilla. Sin embargo, los detalles de dónde y cuándo no se conocerían hasta el lunes 13. ¿El motivo? Ni el propio Govern los tenía cerrados. Hasta cuatro resoluciones distintas desfilaron por las manos de los responsables en cinco días. El borrador inicial, con el que Armengol "estaba más o menos de acuerdo", estipulaba que solo deberían ponerse la mascarilla en espacios abiertos los habitantes de municipios de más de 20.000 habitantes. Se pretendía así diferenciar a los núcleos turísticos o Palma de los pueblos pequeños, y evitar la incomodidad en lugares donde se garantiza por sí misma la distancia de seguridad.

No obstante, la contemporización se truncó el fin de semana, y el lunes se impuso la mascarilla a toda la población. "Si lo hacemos, lo hacemos y para todos", justificó una de las voces médicas que lo han abanderado. Armengol estuvo unos días seriamente descontenta, con la sensación de que otros -sin saber tampoco muy bien quién o quiénes- decidían en este caso más que ella. El sinsabor se intensificó a principios de semana, con la presión de Alemania vía Madrid para atajar las juergas en Magaluf. Y se disipó el miércoles, al ver la buena y popular acogida del cierre de Punta Ballena y la calle del Jamón. Su estimado Iago Negueruela se ha convertido en el personaje de la semana. El conseller de Turismo asume ahora en primera persona el desgaste de cerrar negocios y estar en el punto de mira del ocio nocturno; es el coste por salvaguardar la imagen de la presidenta, a cambio de consagrarse políticamente. Lo que no se atrevió a hacer con su decreto ley contra el turismo de excesos, con el que estrenó el año, Negueruela lo consigue ahora con un virus.

La semana también termina con el cese de Bel Oliver cese de Bel Oliver como Secretaria de Estado de Turismo, que ha disgustado a la presidenta no solo por la pérdida del poco peso que le quedaba en Madrid, sino por el cariño personal que ambas se profesan. Además de todo lo sabido, por lo visto Oliver perdió sintonía con Reyes Maroto durante el confinamiento, al pasar más tiempo en Palma. Así es la política.