—Para que se haga cargo del tipo de entrevista: "¿El nacionalismo es lo último que se pierde?"

—Jajaja. Sigo siendo nacionalista, desde una postura constructiva y de futuro.

—¿Es un buen momento para el nacionalismo?

—No para el nacionalismo de los sectores populares, pero estamos lo suficientemente aislados, marginados y ultraperiféricos para que valga la pena construir alternativas.

—Crecen BNG y Bildu, se estanca Més.

—El BNG supo aglutinar a gente dispersa en torno a una izquierda nacionalista nítida, muy preocupada por la gestión ordinaria que en otros sitios no se cuida. Y el porcentaje logrado por la suma de PNV y Bildu es espectacular.

—He dicho Més, pero todos han entendido PSM.

—El PSM está hibernado y en Més hacen probaturas, algunas muy diferenciadas de las nuestras. Nunca el nacionalismo tuvo tanto poder, ya veremos.

—¿Es la Universitat que querían?

—Está a tono con la sociedad.

—¿Qué opina del profesor de la UIB que insulta a sus alumnos en Twitter de forma anónima?

—Es un despropósito, una falta de respeto para los profesores y los alumnos que no tiene en cuenta la confidencialidad. Siempre a favor de la libertad de expresión, pero entre poc i massa...

—¿Por qué el periodismo religioso se emancipó de la UIB?

—El Cesag apostó por una universidad privada y religiosa. "Ignaciana", como decían ellos. También se emanciparon de la comunidad, porque se fueron a Comillas. Es algo que el Govern debió calibrar en su justa medida.

—¿Sigue siendo de izquierdas?

—Sí, desde una postura profundamente democrática y cada vez mas heterodoxa.

—Acabó usted en UM.

—No acabé en UM. Presidí el Institut d'Estudis Baleàrics a propuesta de Unió Mallorquina, pero en el marco del Pacto del segundo Govern Antich. Era una estrategia global.

—A su carrera le falta una conselleria.

—Viví las épocas más duras, con menores posibilidades de poder, y además siempre me ha gustado volver por donde he pasado. Al llegar el primer Pacto de Progreso, me ofrecieron primero un puesto de senador y luego de conseller de Agricultura. Lo rechacé, me parecía un juego de pasas aquí, pasas allá, no estamos para esto.

—¿Cuándo se calló y debió haber hablado?

—Probablemente en las primeras etapas en que el nacionalismo accede al poder. Me doy de baja en silencio con el Bloc, mediante una carta que nunca me contestaron. Y ahora creo que se ha de hablar más aunque los gobernantes sean conocidos ideológicos o personales.

—El PSOE les tuvo siempre acomplejados.

—Según la coyuntura. En los momentos en que el PSOE necesitaba un empujón fuerte, no hubo acomplejamiento, que sí aparece en los instantes de debilidad propia.

—¿Hay que retirarle los honores al golpista Juan March Ordinas?

—A ver, a ver. Se están mezclando la biografía y la Ley de Memoria, que no ha de dedicarse a quitar y poner. Hay que salir del debate envenenado para examinar la cuestión sin acritud y con reposo.

—¿Entonces March le parece admirable?

—Impulsé la primera tesis doctoral sobre su persona, a cargo de Pere Ferrer Guasp. Para mí, March es una figura de un interés brutal, ni el último pirata ni el destinatario de textos laudatorios.

—¿Ayudará a derribar la estatua de Fray Junípero?

—Aquí nos topamos con otro debate sacado de contexto. No es positivo abordar ahora esta cuestión, y la perspectiva no es la misma en Mallorca que en California.

—Y sobre todo, no derribaría usted sa Feixina.

—Si se quería una determinación decidida, se podría haber recurrido al castellano "procédase", o al mallorquín "dit i fet", y no fue así. El monumento de Porto Cristo era mucho más grande, y Antoni Pastor lo liquidó de un plumazo.

—¿Ha llevado el lazo amarillo?

—Y tanto. La existencia de presos políticos y de gente en el exilio no debió ocurrir nunca.

—¿Era Sa Nostra de Alí Babá?

—Hubo de todo. Gente honrada y muy trabajadora, y otros no tanto.

—¿Volvería a empezar?

—Cambiaría algunas cosas, porque siempre he sido un corredor de fondo, y estos deportistas modifican sus rutas. Como publicó un día Interviú, "El único político que va en bicicleta en Palma".