En tiempos de mascarillas obligatorias, hay que recordar que ninguna medida aislada protege del coronavirus. Distancia física más higiene de manos y mascarillas son las tres medidas que suman para minimizar el contagio. Y recordar que hay 18 veces más riesgo de contagio en espacios cerrados que en abiertos.

De todas formas leí el otro día que una simulación con 60 millones de personas mostraba que con mascarilla la mayor parte del tiempo evitaríamos segundas y terceras oleada. Aunque aseguraba el investigador que la clave es sumar medidas. Y es que el uso rutinario de mascarillas (y más cuando estamos en público) en un 50% o más de la población reduce, en estudios realizados, la propagación de Covid-19 a una R menor a 1.0, allanando las olas de enfermedades futuras y permitiendo bloqueos menos estrictos.

El uso generalizado de mascarillas por parte de la ciudadanía para reducir la transmisión comunitaria del coronavirus podría estar justificado, teniendo en cuenta la alta transmisibilidad del SARS-CoV-2, la capacidad de las mascarillas de bloquear la emisión de gotas infectadas y los datos indirectos que muestran la eficacia de usar mascarillas.

Y lo que ocurra en los próximos seis meses dependerá sobre todo del comportamiento de la ciudadanía. Sin duda, la persona que no lleva mascarilla no es la más valiente, sino la que menos respeta a todos sus congéneres; la que menos respeta a profesionales sanitarios; la que menos respeta a las personas mayores; la que menos respeta a sus familiares, que pueden tener enfermedades crónicas; la que menos respeta al otro.

A medida que nos vamos acostumbrando al uso de las mascarillas se nos va haciendo más fácil llevarlas durante periodos de tiempo más largos y notamos menos molestias. Aun así, hay gente que sigue sintiendo cierto agobio cuando la lleva puesta, especialmente si a la mascarilla le sumamos el calor, subir una cuesta o cargar cierto peso. Todo es acostumbrarse.

Y no hay ninguna evidencia científica de que las mascarillas causen hipoxia, y cierta sensación de agobio o sofoco no significa que se reduzca el nivel de oxígeno en nuestra sangre. El beneficio de llevar una mascarilla es mucho más importante que las mínimas bajada de oxígeno que supuestamente su uso podría comportar, y más sabiendo que son puntales y se recuperan. Además, las mascarillas las utilizan durante muchas horas al día muchos profesionales sanitarios, y no se ha registrado nunca ningún problema de falta de oxígeno, y menos aún las quirúrgicas. Si causaran hipoxia, todo el personal sanitario estaría enfermo.

Y la realidad que nos encontramos en la calle es la del señor que abronca al adolescente por no llevar mascarilla (que él lleva con la nariz fuera); el padre y la madre que miran con recelo a esos niños 'desenmascarados' junto a su hija; la señora estricta con las normas. No es tan fácil hacerlo bien, ni conseguir que se haga. ¡Qué necesaria es una campaña para la gente joven!

Se ha publicado una revisión de la literatura sobre el uso de mascarillas por parte de la ciudadanía. En este estudio se destaca que una de las principales vías de transmisión del SARS-CoV-2, se produce por la emisión de pequeñas gotas respiratorias al toser o estornudar, aunque también se dispone de datos sobre la trasmisión al hablar. Por tanto, las situaciones potenciales de contagio se multiplican. La transmisión se produce en cualquier fase de la infección (tanto en una fase inicial, en personas asintomáticas, como en aquellas con síntomas) y algunos estudios muestran que las personas infectadas tienen una alta capacidad de transmisión en los primeros días de infección, con una alta carga viral en el tracto respiratorio alto. Por este motivo la propagación del virus se debería reducir estableciendo, entre otras medidas, una limitación de los contactos con las personas infectadas, el estudio de contactos, las medidas higiénicas y el uso de las mascarillas en público para reducir la probabilidad de transmisión, estrategia esta última que es más efectiva cuando su cumplimiento es alto:

Los datos disponibles de estudios muestran que las mascarillas (sean de tela o no) tienen la capacidad para bloquear las gotas emitidas por la persona que las porta.

El uso de mascarillas disminuye la propagación de virus respiratorios.

Se han mostrado que se puede conseguir una reducción de la transmisión de virus respiratorios combinando una serie de medidas basadas en la higiene de manos, otros métodos de barrera y el aislamiento o distanciamiento de casos sospechosos o infectados

El uso de métodos preventivos promueve una actitud más segura

La comunicación adecuada de la necesidad de este tipo de medidas es un modo de capacitar a la ciudadanía para que actúen de manera responsable

El uso por parte de la mitad de la población de mascarillas con una eficacia del 50% podría tener un impacto en el factor de reproducción del coronavirus

Con esta información, existen datos suficientes en favor del uso generalizado de mascarillas para reducir la transmisión comunitaria del coronavirus, y que la planificación de políticas en este sentido debería aplicar un principio de precaución que apoya la adopción de medidas preventivas cuando existe alguna amenaza para la salud pública aún y ante la ausencia de pruebas científicas sólidas.

Precisamente el principio de precaución es el argumento que justifica el uso generalizado de mascarillas de acuerdo con un reciente análisis publicado en la revista Britsh Medical Journal. El CDC estadounidense ha actualizado recientemente su postura sobre el uso de mascarillas como una medida para evitar la propagación comunitaria de la infección, teniendo en cuenta la proporción notable de personas asintomáticas.

Mirando una revisión de la literatura que evalúa el uso de cualquier método para cubrirse la boca y nariz para reducir la transmisión comunitaria de virus respiratorios o el desarrollo de síntomas respiratorios debidos a un contagio por estos virus, concluye que el uso de la mascarilla puede tener un efecto (aunque pequeño) en la reducción de la transmisión comunitaria de virus respiratorios. En un contexto de pandemia en que la transmisibilidad del virus es alta, los datos son consistentes y apoyan el uso de mascarillas.

Bienvenida sea la medida de las mascarillas teniendo en cuenta que lo ideal es que sumemos a ello, la distancia física y la higiene de manos. Tres medidas mejor que una. Y lo importante es que nuestra prudencia vaya más allá de lo puramente obligatorio.

Yo soy solidario y prudente. Uso mascarilla siempre, me lavo muchas veces las manos e intento mantener la distancia física. Y procuro cuidar lo de las tres C: cuido no estar en espacios cerrados, concurridos y con gente muy cercana. Tres mejor que una.

* Profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública