Hay cosas que no cambian, por mucha pandemia de la Covid que asole el mundo, como las pajitas de colores para beber alcohol en la Platja de Palma. Y aunque la zona turística más importante de la isla parece fantasmal en gran parte de sus cinco kilómetros de costa, los visitantes con ganas de ocio nocturno se concentran en la llamada calle de la Cerveza y su entorno, donde el tiempo no ha pasado. Los primeros 100 metros de esta vía peatonal comienzan a sonar a todo volumen en cuanto cae la tarde. Y ya noche cerrada, sus palmeras se iluminan de azul, verde o fucsia con las luces led de los bares. Un pinchadiscos pone música machacona y ejerce al mismo tiempo de conductor o speaker animando con el micro a los clientes. Los vecinos creían que este verano sería tranquilo, pero no, pese a las denuncias que han interpuesto ante la Policía por exceso de ruido.

Cuando termina la música a medianoche y los turistas quieren más diversión, no es extraño ver algún que otro grupo cantando a capela y levantando mecheros encendidos o leds adquiridas a los vendedores ambulantes. Todo ello ocurre en una sola zona, en torno a la oficialmente llamada calle Miquel Pellisa, debido a que la también famosa del Jamón (Pare Bartomeu Salvà), a menos de 500 metros, está vacía porque sus negocios más destacados, el Bierkönig y el Bamboleo, tienen prohibida la apertura. Miden más de 300 metros cuadrados, la cifra que marca el decreto del Govern balear para evitar que los grandes locales de ocio nocturno reabran y contribuyan a la propagación del coronavirus.

Sin embargo, los vecinos de la calle de la Cerveza, desesperados por el ruido, no comprenden la "impunidad" de los demás. "Está claro que este año no se produce el desmadre callejero de veranos anteriores, pero no es de recibo que las autoridades permitan que se incumpla la norma por exceso de decibelios", dice un residente que vive muy cerca de los bares conflictivos. Esta semana volvió a llamar a la Policía y, cuando se presentaron allí, los responsables de los establecimientos -todos ellos gestionados por alemanes- bajaron el volumen de la música, aunque a las diez de la noche lo subieron de nuevo y los agentes municipales no regresaron. Y eso que las licencias de actividad que tienen no son para bar musical, café concierto ni sala de fiesta.

Irregularidades

Además, no todos cuentan con la obligada autorización para abrir un bar, cafetería o restaurante, ya que algunos la solicitaron en los años 80 o 90 y el expediente del ayuntamiento de Palma señala que aún está "en tramitación", tal como informaron desde el área de Urbanismo de Cort. Este y otros argumentos son los aportados en las dos denuncias presentadas por Abone (Asociación balear de ocio nocturno y entretenimiento) el pasado miércoles contra esos locales de la calle de la Cerveza que les hacen competencia ilegal. Acompañan el escrito con varias imágenes que "muestran que en lugar de ir a 120 por hora, lo hacen a 180", dice metafóricamente el presidente, Jesús Sánchez. "Hace años que llevamos advirtiéndolo, pero ahora la situación es mucho más grave", recuerda.

60 denuncias en 15 días

Las empresas asociadas a Abone se están quedando sin temporada turística debido a la prohibición del Govern, por lo que tienen dos frentes abiertos para no seguir de brazos cruzados. Por una parte, el miércoles se concentrarán frente al Consolat de la Mar el miércoles se concentrarán frente al Consolat de la Mar para exigir la reapertura de las discotecas y demás locales de ocio nocturno; y por otra, se dedican a recabar toda la información posible contra las llamadas Covid parties, es decir, las fiestas ilegales que este verano proliferan por toda Mallorca y que sustituyen a los negocios ahora clausurados. "En 15 días hemos puesto alrededor de 60 denuncias de eventos sin licencia, ante los ayuntamientos de los municipios donde se realizan, en Delegación del Gobierno y en la conselleria de Turismo", detalla Sánchez.

Las fiestas se celebran sobre todo en chalés, fincas rústicas, barcos, alojamientos turísticos y negocios de restauración que no cuentan con licencia para ofrecer servicios como DJ, baile, copas e incluso transporte discrecional. Tampoco se anuncia ningún tipo de control sanitario. Van dirigidas especialmente a los residentes y turistas nacionales, pero también hay convocatorias en alemán. Las administraciones han puesto el grito en el cielo por tal descontrol y el Govern aprobó este viernes contundentes sanciones para los infractores, aunque muchos de los organizadores saben jugar al escondite y esquivar las multas.