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Análisis

En Mallorca reposa "la esperanza europea"

Por Matías VallésEl buen periodismo huye de la grandilocuencia, y Mallorca está habituada a la atención planetaria. Sin embargo, hasta la isla de Churchill y Chaplin se estremece al leer que en los turistas del plan piloto y su "débil entusiasmo reposan las esperanzas de un continente".

En Mallorca reposa "la esperanza europea"

El buen periodismo huye de la grandilocuencia, y Mallorca está habituada a la atención planetaria. Sin embargo, hasta la isla de Churchill y Chaplin se estremece al leer que en los turistas del plan piloto y su "débil entusiasmo reposan las esperanzas de un continente". Que es Europa, colocada así por el semanario estadounidense Time a los pies de la recuperación de la única industria mallorquina.

La revista Der Spiegel ahonda en las metáforas, al equiparar a Mallorca con un navío fantasma. Un barco de bandera alemana, huelga precisarlo. Y mientras tanto, las manifestaciones de protesta han sido sustituidas sobre el terreno por fiestas de protesta, la juerga como proclamación de la rebeldía. Con los templos nocturnos mallorquines y sobre todo ibicencos clausurados, las concentraciones piratas no solo responden a la lógica del confinamiento residual. También cumplimentan, hasta donde la excitación dionisiaca lo permite, un posicionamiento ideológico.

Las fiestas en descampados pero también en lujosos beach clubs se enrolan en el negacionismo de la peligrosidad del virus, con un incumplimiento tan cuidadoso como deliberado de las normas de distancia social y de uso de mascarillas. El alcohol corsario no será de mayor calidad que en la noche oficial pero, a partir de la tercera o cuarta dosis, ya se piensa que el coronavirus puede ser derrotado con el estado de ánimo adecuado, al más puro estilo Donald Trump.

El fenómeno recibe un doble abordaje, desde la represión policial y los llamamientos políticos a la prudencia o el sentido común. Armengol suena particularmente irritada, pero no debe olvidar el ingrediente de la rebelión juvenil contra los mayores, no se puede amputar a una generación entera. Los veinteañeros y treintañeros no son enteramente inconscientes, han leído con detalle el mapa de edades de afectados por la pandemia. Y sobre su raciocinio juvenil descansa toda Europa, no solo vacacionalmente hablando.

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