Las estatuas en homenaje a Junípero Serra vandalizadas y derribadas a uno y otro lado del Atlántico obligan a revisitar la figura del religioso mallorquín. Las protestas contra el racismo surgidas a raíz del asesinato del estadounidense George Floyd a manos de la policía han alcanzado a aquel vecino de Petra que en el siglo XVIII exploró y evangelizó California, fundó la ciudad de San Diego y estableció un sistema de misiones que los nativos americanos no le perdonan 250 años después.

"Nuestra cultura y forma de vida aquí antes de la llegada de los españoles era hermosa. Éramos personas humildes que vivían en armonía con la Madre Tierra. Hoy luchamos duro para mantener vivas nuestras tradiciones e historias orales a través de nuestros hijos para que puedan continuar con nuestro legado", escribe desde California Andrew Salas, jefe de la tribu de los gabrielinos, perteneciente a la nación Kizh.

Los descendientes de aquellos nativos americanos desplazados a las misiones de Junípero Serra cuentan historias de asesinatos, violaciones, hambre y pérdida de identidad. Dos de ellos ofrecen a DIARIO de MALLORCA su versión de la historia, un relato sin adornos. "Antes de la llegada de los españoles éramos cientos de miles viviendo en el sur y en el norte de California. Pero a consecuencia de las atrocidades y el genocidio que sufrió mi pueblo durante décadas, ahora solo que damos un puñado", continúa Salas.

La canonización del fraile franciscano en 2015 despertó una ola de protestas contra el papa Francisco que se circunscribieron sobre todo a los movimientos indigenistas. Sin embargo, la actual indignación global contra el racismo ha incrementado su número de detractores, también en su Mallorca natal, donde su estatua en la plaza Sant Francesc de Palma fue vandalizada con una pintada en la que se le tachaba de "racista".

"Nuestros antepasados fueron llevados cautivos y forzados a adoptar el cristianismo y la esclavitud por los frailes y soldados españoles. Me duele el corazón cada vez que leo las cartas escritas por Serra desde la Misión Carmel al Vaticano en las que habla de los azotes, castigos y asesinatos que sufrían lo que para él solo eran fugitivos, salvajes y críticos. Algunos de ellos fueron mis antepasados", explica Dee Dee Manzanares, jefa de la tribu Rumen de la tierra de los Ohlone.

Los ancestros de esta jefa tribal estaban establecidos en lo que hoy es la ciudad californiana de Monterrey, en la zona de Carmel, y ocupaban una vasta extensión costera. "He visto el nombre de Serra en los registros bautismales de mi familia y me pregunto por lo que pasaron o por lo que estuvieron expuestos, especialmente los niños. Mi familia se fue de Carmel más o menos en la época de la fiebre del oro, y emigraron al sur de California. A menudo visito la misión Carmel y sus alrededores para rezar y hablar con mis antepasados en nuestro idioma", subraya esta descendiente de los Ohlone.

En septiembre de 2015, Manzanares participó activamente en las protestas contra la canonización del franciscano mallorquín que se organizaron en la Misión. "Nosotros solo éramos un puñado y al otro lado de la iglesia había más de quinientos católicos viendo el acto en una televisión de pantalla grande. Fue un día triste para la gente de Ohlone. Todavía llevamos el dolor de esas atrocidades cometidas contra nuestro pueblo. Convertir a Serra en un santo y darle estatuas, nombres de calles y escuelas que llevan su nombre, nos obliga a revivir el dolor de manera casi constante", relata.

Las misiones eran asentamientos en los que los nativos eran convertidos al catolicismo e instruidos en el modo de vida europeo. Contaban con escuelas, iglesias y casas. Junípero Serra fundó el primero de estos enclaves en 1769: San Diego de Alcalá, germen de lo que es hoy la segunda ciudad de California.

Aquel sistema genera hoy dos puntos de vista opuestos: quienes consideran que contribuyó a sentar las bases de la actual California, y quienes denuncian un proceso de aniquilación de la población indígena. "Cuando Serra llegó a San Diego en 1769, los nativos ya habían sido diezmados como consecuencia de las enfermedades traídas por los europeos años atrás", explica Salas, presidente tribal de los gabrielinos.

Califica las misiones de "camposy desmiente la imagen del franciscano como protector de los indígenas en contraste con la brutalidad de los militares, el otro brazo de la conquista junto con el religioso . "Serra no fue muy amable con los nativos a los que estaba 'salvando'. Cuando algunos de sus cautivos escaparon y cogieron suministros para la huida, sus compañeros sacerdotes tuvieron que evitar que los colgara. Serra gritó que 'esa raza de personas merecía ser atacada'", afirma Salas.

También cuentan historias de pérdida de identidad los Acjachemen, después conocidos como Juaneños, una nación tribal obligada a habitar la Misión de San Juan Capistrano fundada por el religioso mallorquín en 1776. Los descendientes de este grupo y de tantos otros llevan años tratando de mantener vivas sus tradiciones y perpetuar sus idiomas originales.

"El último de los nuestros que hablaba con fluidez nuestra lengua murió en la década de 1930, pero la hemos recuperado", destaca Manzanares. "También hacemos nuestras insignias con conchas que recolectamos en nuestras playas ancestrales. Cantamos nuestras canciones con instrumentos tradicionales, bailamos y realizamos ceremonias de sudor y curación. Usamos las medicinas con las que el Creador nos ha bendecido y, como cuidadores de la tierra, recordamos que nuestros ancestros nos enseñaron que 'nunca tomes más de lo que necesites, y siempre devuelve más de lo que tomes'", añade.