Junípero Serra inició su vida religiosa en el convento de Sant Bernadí de Petra, donde en la actualidad varios frailes visten los hábitos de su orden y defienden su legado.

El franciscano, hijo de labradores, recorrió miles de kilómetros desde su Mallorca natal y en la segunda mitad del siglo XVIII irrumpió en California, donde fundó nueve misiones. Las condiciones de vida de los indígenas en aquellos enclaves siguen generando hoy debates enfrentados.

"La figura de Serra no se corresponde para nada con la de un genocida", defendió la semana pasada en este diario fray Carlos Enrique Díaz, uno de los religiosos de Sant Bernadí. "Su modelo no destruyó pueblos, lenguas y culturas", añadió este fraile.

Fray Carlos Adrián López, por su parte, resaltó que su modelo respetó la libertad y la integración. Y consideró que lo que está sucediendo ahora en torno a la figura del franciscano mallorquín es un asunto político que ha despertado a consecuencia de la cercanía de las elecciones norteamericanas.