El New York Times ha publicado este mes uno de los informes más acertados y atractivos de la historia del periodismo, "Cuándo esperan 511 epidemiólogos volar, abrazarse y hacer otras 18 actividades cotidianas". Al margen del asombroso trabajo y de su valor como síntesis de la pandemia, el titular implícito era "El Gobierno de los epidemiólogos".
Los médicos americanos se mostraban más conservadores que el resto de la población, por no hablar de Trump. La mayoría de epidemiólogos posponían las "actividades cotidianas" a años de distancia. Existe un inevitable sesgo profesional de quienes han lidiado con la pandemia en primer plano, aunque en Mallorca venga atemperado por la sabiduría mediterránea.
Ningún otro periódico puede competir en músculo con el Times, que se publicita con el eslogan "hallar la verdad es difícil, pero ayuda tener 1.500 periodistas". Sin embargo, la prospección paralela en Mallorca puede sintetizarse en una convalecencia vacacional regida por el clásico "como en casa en ningún sitio".
Esta publicidad casera de los epidemiólogos es letal para Mallorca, pero también salva vidas de mallorquines. Antes de que la industria de los viajeros se declare ofendida por el manifiesto a favor del placer de no viajar, conviene precisar que los alemanes quedan excluidos porque hablan con propiedad de "nuestra isla, unsere Insel".
Francia ha medido la aceptación sobresaliente que la pandemia ha concedido a los médicos, siempre que hablen en su nombre y no como portavoces de algún Gobierno. El crédito adicional conlleva el riesgo de la medicalización de la sociedad, su reinterpretación en términos exclusivamente sanitarios. Sin embargo, los facultativos europeos han urgido a una salida racional pero rápida del confinamiento, para evitar que los perjuicios de la catástrofe económica compitan en número de víctimas con la tragedia del coronavirus. En cuanto al viaje, ha perdido su mística pretérita, con o sin epidemiólogos.
