Verano atípico en s'Arenal. La mayoría de comercios, bares y restaurantes permanecían ayer cerrados y la playa medio vacía. El coronavirus lo ha trastocado todo, pero ayer era un día especial. Los Reyes estuvieron en Mallorca y su visita se desarrolló en s'Arenal donde se reunieron con representantes de la patronal, sindicatos y de la red de inclusión social. Una cincuentena de personas afines, abiertamente monárquicas, muchos de ellos felipistas; les esperaron bajo el sol para verles de cerca. Tras las barreras de seguridad instaladas por la policía nacional y vigilados de cerca por los agentes, los entusiastas hacían ondear sus banderas y entonaban "vivas" seguidos de aplausos. Y calor, mucho calor. "Vale la pena esperar", dijo Maria Tur. "Al menos nos apoyan. El Rey es muy inteligente y puede aportar", refirió esta joven. "A mí me gusta treinta veces más que el padre. Lo veo más centrado", opinó Antonio Mulet. "Todo por verle", dijo Loly Hernández. "Si pudiera hablar con él le diría que estamos con ellos cien por cien".

Los Reyes pasean por la Platja de Palma

Los Reyes pasean por la Platja de Palma

Junto a este grupo, uno más reducido, formado por activistas de la plataforma Stop Desahucios, se acercó hasta s'Arenal para manifestar su descontento y su rechazo a la visita real. Les acompañaba Óscar Kacper, el chico con discapacidad que fue desahuciado junto a su familia el pasado mes de diciembre. "Respeten las distancias", "Mascarillas, por favor", advirtieron los agentes de policía. Una señora mayor se mareó y alguien le acercó una silla de un bar. Otra mujer le ofreció agua. Tras varias horas de espera, los Reyes aparecieron en la lejanía. Felipe VI sin americana ni corbata y la reina Letizia con un vestido verde que destacaba en el árido ambiente. Ambos iban sin mascarilla. Aplausos, vítores y protestas. "Desnonaments tan sols a Marivent". Por un momento, el grito antidesahucio ahogó los "vivas". Los reyes dirigieron su mirada hacia los concentrados y saludaron con la mano para comenzar a caminar después en dirección contraria por la primera línea. Decepción entre los presentes. Paquita González mostró contundente su indignación: "Me parece muy mal que no se hayan acercado. Llevamos esperando desde las nueve y no se han acercado a saludar. Estamos aquí para apoyarles. Ellos viven de nosotros". Junto a ella, Walter Raúl Ledesma intentó calmar los ánimos: "Hay que comprenderlo, son las medidas de seguridad y lo que han hecho está bien".

Los bañistas abandonaron la arena para correr hacia el paseo: "Salven España", se oyó gritar. Cuando la comitiva real llevaba recorridos varios metros los policías retiraron las barreras y permitieron pasar. La mayoría de los concentrados aceleraron el paso para llegar a la altura del monarca y su esposa. Algunos como Encarni Garrido, lo consiguieron: "Son muy simpáticos, nos han saludado con la mano y se han dejado hacer fotos. Ha sido muy emocionante". Antes de llegar a la próxima parada del real grupo, el hotel Riu Concordia, los agentes de policía volvieron a impedir el paso. "Hasta aquí. Cortamos aquí. Cerrad el paseo. Sólo acreditados". Varios ciudadanos llegaron hasta las puertas del hotel, pero la policía volvió a dispersarlos: "Vayan a la acera de enfrente". Cada vez queda menos gente y el entusiasmo se desinfla. "No vienen" dice Naira, 9 años, mientras se come un polo. La pequeña había acudido junto a su abuela Cati Mestres con muchas ganas de ver a los Reyes: "Me hace mucha ilusión. Soy muy monárquica y me caen muy bien. Cuando se casaron cogí un avión a Madrid para ver la boda. Fue mi regalo de aniversario", relató Cati. Al cabo de unos minutos, Felipe VI y Letizia dejaron el hotel y saludaron de nuevo, desde lejos, con la mano.