El final del curso 2019-2020 no sabe como otros finales con esa mezcla de cansancio, alegría y alivio tras nueve meses de trabajos, exámenes y madrugones. Después de muchos meses vacíos, los institutos regresan tímidamente a la actividad, en este caso administrativa. Estos días toca matricularse para el próximo curso y un grupo de alumnos de primero de bachillerato del IES Antoni Maura ha regresado al centro para recoger los formularios. Crisana Martínez, Cecilia Esteva, Nicolás Pascual, Óscar Aparicio, Iván Álvarez y Joan Oliver se han reencontrado de nuevo en el centro después de tres meses. Cada uno de ellos ha vivido de diferente manera estas semanas atípicas que han supuesto una nueva experiencia académica y personal. Más tarde se suma al grupo Júlia Gallent, también cursando primero de bachillerato en el IES Ramon Llull.

"No voy a culpar a los profesores, porque no se podía saber lo que iba a pasar, pero los protocolos que se han seguido han ido mal", opina Nicolás Pascual, alumno de bachillerato humanístico. Cecilia Esteva y Crisana Martínez coinciden en que ha habido confusión, tanto entre los alumnos como entre los profesores. "A veces no sabías a qué clases conectarte", comentan. El sentimiento general es de ganas de volver a las clases presenciales, la experiencia como alumnos on line no ha sido del todo positiva. "No te enterabas de casi nada, no es lo mismo que tener al profesor al lado", reconoce Óscar Aparicio. Este alumno de bachiller humanístico ha trabajado estos últimos meses con la motivación de subir nota pero apunta que "también ha sido frustrante ver gente con muchas asignaturas suspendidas que han pasado de curso". Joan Oliver, que cursa bachillerato artístico, también prefiere el modo presencial: "Es como si no hubiéramos ido a clase, no ha tenido un valor didáctico real", opina.

Problemas técnicos, cuestiones de convivencia y la falta de experiencia de profesores y alumnos han condicionado el éxito de las clases on line que comenzaron a darse de forma regular en el Maura tras las vacaciones de Semana Santa. Conexiones que fallaban, compañeros que dejaban el micro abierto o que, directamente, hacían otras cosas mientras se desarrollaba la clase: desde desayunar a escuchar música. "Al final es como cuando vas a clases y hay gente que habla", reflexiona Crisana. "Hubo uno que se conectó todo despeinado y sin camiseta", recuerda Nicolás. Este grupo de estudiantes ha asistido a las sesiones durante todo el confinamiento, pero algunos de sus compañeros se han ido descolgando y otros ni siquiera han llegado a conectarse. Los ánimos tampoco han sido los mismos al principio que al final de la cuarentena. Es lo que le ha ocurrido a Júlia Gallent. "El confinamiento no me ha dio muy bien", dice a modo de resumen. "He echado de menos el cansancio, que llegara el final de las clases y tener ganas de estar en casa", explica Júlia. "Ahora", confiesa, "solo tengo ganas de salir de casa". En el IES Ramon Llull, donde cursa primero de bachillerato social, no se han hecho clases virtuales como en el Maura. "Nos han puesto muchos deberes y trabajos largos, muy densos", rememora Júlia. Reconoce que haciendo estos trabajos "he aprendido bastante, más que en las clases presenciales, porque lo he hecho yo con mucho detenimiento". Por su parte Cecilia explica que durante estos meses ha estudiado más que el resto del curso. Crisana también se ha aplicado y ha hecho todas las tareas. Alumna de bachillerato científico, comenta que sus profesores se han implicado mucho y que incluso han hecho horas extra de algunas asignaturas. En cuanto a los exámenes, todos coinciden que reproducir el esquema tradicional durante el confinamiento no ha sido la mejor opción: "El examen más duro que he hecho nunca", recuerda Cecilia. "Si tienes miedo de que copien es que tus exámenes no son muy buenos porque son de memorizar", reflexiona Iván Álvarez. En efecto, algunos profesores han extremado la vigilancia para evitar que sus alumnos hicieran trampas. Los chicos creen que hubiera sido mejor encargar otro tipo de tareas: "Para un examen estudias para ese día, en cambio un trabajo cuesta más, le dedicas más tiempo", reflexiona Crisana.

Aunque les ha gustado no tener que ir a clase, prefieren esa opción a la enseñanza virtual. Solo Crisana admite que no le importaría seguir con este sistema. Y puede que tenga que hacerlo si, como espera Iván, "hay un rebrote en septiembre". Nicolás apunta que se le ha pedido a los profesores "un protocolo para que puedan dar clases on line. Tras seis meses sin una vida académica "normal", el retorno quizás sea duro o extraño. Lo que todos han echado de menos ha sido verse a diario, compartir los recreos. "Hablar y reír", dice Cecilia. "Que sonara el timbre para ir a vuestra clase a molestar", bromea Óscar. Lo mejor del confinamiento ha sido para Cecilia y Crisana no estar obligadas a salir de casa. "Mi madre ya no me podía decir: 'Deja la consola y sal a la calle'", comenta Cecilia. En cambio, para Óscar eso ha sido lo peor: "Lo he pasado muy mal, no me gusta estar mucho tiempo en casa". Por su parte Crisana explica que "estaba antisocial, ni siquiera he hecho videollamadas con amigas". Nicolás dice que ha echado de menos a algunos profesores y Joan admite que al entrar en el instituto le ha invadido un sentimiento de nostalgia. La alegría de saber que no había que ir a clase se ha ido disipando poco a poco y por primera vez las ansiadas vacaciones de verano llegan con ganas de volver a las aulas y la sensación de no saber qué va a pasar partir de ahora: ¿Grupos reducidos? ¿Se combinará la enseñanza presencial y virtual? Muchas conjeturas y ninguna certeza antes de afrontar su último curso en el instituto.